10 de noviembre de 2020

PLATITA, PLATITA, COTILLÓN DEL HUESO


Tipo ocho y media me despertó una videoconferencia bastante desapacible que me volteó de la cama. No tenía cigarrillos y, embolado, fui a lo de Claudia a comprar mis Chesterfield del día. Me tenté, tal era la bronca, con una coquita de vidrio de las más chicas ($40,00), pese a que estoy en plan ahorro, y pegué la vuelta para las casas. Había amanecido lloviendo; no me mojé mucho. 

Un poco me quedé pensando en esa especie de resarcimiento: coquita alivia embole, premio consuelo de los pelotudos. Pero pronto olvidé tal idea. Me preparé unos mates y me puse a leer. 

Pasaron a través de la voz alta algunos poemas de Bernardo Schiavetta --digo, los pronunciables--, ciertas reflexiones de Harold Bloom sobre Wordsworth y el libro de versos de 1950 de Leopoldo Marechal sobre San Martín. 

Cosas un poco enojosas ya el nacionalismo exacerbado y el culto al héroe epónimo. A Marechal me lo referencian como cercano a cierto catolicismo argentino de derecha que habría cometido desmanes tales como haber sido parte, años después, de la última dictadura y sus espantosas prácticas: capellanes del torturar bendecido por quiénes. No me lo imagino a Marechal aplicando, por ejemplo, la picana a un desaparecido, pero sí a malos lectores, al decir de Sergio Sánchez, cometiendo tales tropelías en nombre de Dios y la Patria. 

Pero el libro terminó y al menos yo hasta ahora no he asesinado a nadie. Eran las once y media. Partí de nuevo a lo de Claudia. Saldé una deuda y compré una leche entera, una crema y cappelletti frescos. Queda lavar platos de la otra vuelta, cocinar y engullir. Tengo que pagar el Personal. La platita se acaba, el changüí va llegando a su fin. No lamento lo de la coquita, pero, como tanto se ha dicho ya en el país --¡y lo repetiremos, lo repetiremos!--, estoy en ajustar el cinturón. 

9 de noviembre de 2020

¿PROBASTE CON NATURA?


Luego de leer durante un par de horas me voy preparando para el almuerzo. Tengo dos patamuslos y una mayonesa mediana aún sin estrenar, no mucha hambre, y el día iluminado por un sol sin nubes, de aire no pesado, no todavía veraniego. 

El día comenzó con el arribo, cartero mediante, de dos libros de Bernardo Schiavetta, a quien ya le agradeceré personalmente. Luego de escuchar un poco de música carnática instrumental tomé el recién llegado Texto de Penélope y leí la primera entrevista que Didier Coste le realizara al autor. 

Luego leí algunas páginas de La Biblia y me fui de compras. Adquirí por $140,00 las dos piezas de pollo y luego llevé fiado un par de Philip Morris comunes ($300,00) del quiosco de Claudia. A la vuelta retomé Octavio Paz y ahora escribo estas líneas escuchando Yes. 

Queda lavar los platos que quedaron de otra vuelta y poner a hervir las patamuslos. Con el pollo hervido no tengo ningún problema: fue receta habitual en casa de mis padres, con, por ejemplo, papas y apio, bendita comida materna. 

En realidad había pensado en comprar verduras para comerlas hervidas, pero el chico que atiende, Darío, cayó enfermo de coronavirus hará dos o tres días, así que hoy la verdulería amaneció cerrada. 

Hay gente que cree que el pollo hervido es una comida destinada a personas que padecen de alguna u otra dolencia, pero yo no lo veo así. Es simplemente comida, muchas veces rica. Aparte, queda el caldito para el Lagarto, mi mascota, que se lo zampa de un solo saque, angurriento él, sin respirar ni una sola vuelta. 

Así, habrá comida para el cuerpo, ese ente. Luego vendrá quizá siesta (y si es así, con más música), y después el morfi para el espíritu: como viene siendo de hace décadas; como a mí me sigue gustando. 

28 de noviembre de 2019

UNA CAJITA MUSICAL


Ojalá fuera posible guardar en palabras las cosas de la realidad. Podemos describirlas, podemos medirlas y tasarlas, pero nunca lograremos que un mero conjunto de sustantivos y verbos devuelvan ningún modelo. 

Está en la naturaleza del tiempo. Las cosas huyen, los seres queridos se nos escapan de cualquier definición o nombre. Nosotros mismos moriremos. ¿Nos reflejarán nuestros propios escritos, o también nosotros pasaremos al olvido o nada? 

Los textos pueden durar un poco más, pero no para siempre. Tienen eso de que podemos duplicarlos, cosa que no ocurre con los seres queridos, con uno mismo. Y ahí está la trampa: porque, al ser duplicables, también pueden ser alterados, y, entonces, ¿quién los escribió? Ni el autor, supuestamente incólume, queda en pie. 

No podemos contra el vértigo, la voracidad del tiempo. El tiempo, o de la angustia: esto que escribo ahora lo escribo quizá desde una supuesta calma, pero es esa raíz, que muerde, de todo intento de perduración a través de la palabra lo que mueve, ignorada o confesamente, al escritor. 

No es que "todo pasa", sino que "todo pasa, hélas!". Es eso apenado y contrito, parte de la misma frase, el quejido de la melancolía. No somos indiferentes al paso del tiempo, porque nosotros mismos seremos engullidos por su torbellino final. 

Es a partir de esa extrema impotencia que hay que caminar. Lo otro, la creída firmeza, el creído poder ante todo, permite la negación de los otros, de su delicadeza, su fragilidad, igual a la nuestra. Pienso ahora, muy al pasar, en la ceguera del carabinero cuando dispara al rostro de los manifestantes chilenos. Qué dureza mentida y odio a la humanidad permite que ese hombre gatille... 

Y quizá no haya relación directa entre una cosa y otra, sino escritura secreta frente a tema candente, y yo, saltando, vinculo. Pero lo dejo anotado: quiero investigar. 

24 de noviembre de 2019

SIESTA EN LA BABÍA


Siesta en La Babía. Tomo mis segundos mates de la jornada, que comenzó con Neruda y siguió con Leopardi. Luego hubo un gran desvío (Elza Soares), y ahora me siento a escribir, de nuevo recuperado para la palabra. 

Hay unos versos de un francés que hablan de los muebles de las casas de los poetas. Cómo éstos, al crujir ocasionalmente, y el entorno todo, saben del silencio, de la meditación. Porque, y aunque haya música, el poeta calla, calla y escucha, espera. 

Es así. Después de los devaneos y la joda, llega la actitud de atención y expectativa. Y puede que llegue algún verso. En todo caso, los poetas aman esos momentos: todo puede suceder: desde la inmovilidad de lo que le rodea: en el alma. 

Miro la pared que está enfrente a esta compu, tras la ventana, a la intemperie: totalmente corroída y, sin embargo, firme. Diversas capas de pintura, y, atrás, el revoque: ésta es mi casa. Lugar difícil, porque, si uno se encuentra, pesa más. 

Porque el cuerpo es pesado, y da sus pasos más lentamente, y poco se quiere, aun cuando el verano le haga sudar, señal de que aún hay salud, se me hace. El alma, en cambio, se despliega, y se pregunta cosas y no obtiene respuestas, y a veces calla y a veces se alborota, gozosa locuela interior. 

Pero es en especial la mente lo que calla, en mí, y de hace tiempo. Y entonces lo que leo y lo que oigo se recalcan, adquieren mayor densidad. 

Esto no durará por siempre. Finito uno, todo se desmoronará. Y antes o después, moriré, esa pared caerá. Y este rincón de ser será borrado del mapa, derruido. 

30 de marzo de 2019

BOTELLA AL MAR


Hola, Miguel, ¿cómo va? Yo bien, acá en la pieza de los gatos, con la compu nueva --una notebook--, escuchando Debussy en la tarde nublada y quieta mientras la Flaqorri, allá en la sala, trabaja en la planificación de clases de la semana que viene. El tío habrá salido a la Plaza, o tendrá fútbol en la Estación de Servicio, así que hasta más tarde no se lo verá, si es que lo vemos. 

Así que todos bien, en el último sábado de marzo. Anduve leyendo un poco Butor y otro poco la Formules n° 3, las dos cosas en franchute. Prosa, como verás: estoy disfrutándola más de hace unos días. Aparte, para poesía tengo el Canto General, que un poco se me volvió pesado esta vuelta (me está costando una semana ya de lectura, y aún quedan 100 páginas) y los Desorbitados reunidos por Aliaga, que me descansan bastante de la ondina Neruda. 

También, no sé si te conté que estoy estudiando italiano, y algo voy leyendo de Calvino, que se deja entender. Tomo clases más bien de lectocomprensión, por lo que no podría prácticamente articular una frase ni escribir nada. 

Ese viejo ideal, ser políglota, empieza a dárseme. No sé de dónde lo tomé. Habré leído la biobibliografía de alguien y ahí habrá estado la palabreja. Y me divierte, por lo poco usual que es, para nada castellana en cierto sentido. 

Hace unos años intenté reflotar mi alemán. Le conté a la Profe, que era hablante nativa, lo recordado por Borges de Cansinos-Asséns: eso de que podía saludar a las estrellas en no sé cuántos idiomas. A la Profe le pareció un engreído. A mí, la mera posibilidad de hacer tal cosa me fascina, me entusiasma. 

Está visto: necesito Profes que sean compinches de mis búsquedas. Se puede decir que la alemana era medio pecho frío; quiero decir, y dije lo anterior porque lo que sigue será un lugar común: era notablemente gélida. En cambio, con mis Profes de inglés y de italiano hay sintonía, con cada uno a su modo. 

El hecho de que haya tantos idiomas en el mundo es una verdadera fiesta. Me acuerdo, como siempre, del poema de Castillo, el de la palabra dálmata: cuántas lenguas tendrán uno, dos hablantes nada más, con cuánta nostalgia mirarán el mundo esa gente (a quiénes le dirían palabras como "tristeza", "adiós", "estoy solo, viejo y enfermo" en su idioma)... 

Lo de siempre: la lengua es un tesoro. Esto es tan cierto que lo olvidamos. Como el aire, como el agua, hablar y escuchar nos dan vida: a cada hora, cada día. Jornada tras jornada, una danza de palabras va y viene: todo es dicho y oído. Ay de aquel que se encierre en el callar, en el no oír, en el cerrarse... 

Y así, con las palabras que te envío, Miguel, volvemos a trazar un puente más: el de nuestra amistad, en este caso. Escribime pronto. Contame de tus cosas, de tu nuevo lugar, tu nueva gente. Ya viajarás o iré yo para allá. Por ahora te mando un abrazo y eso: palabras. Otro abrazo. 

2 de diciembre de 2015

LOS ENAJENADITOS DE SIEMPRE

Ludibrio es un fantoche. Meta mezcal y piñas de organdí coriáceo, Collioure o de la descangayada sístole en que no andamos ya. Morsita remilgada, vilipendiados taxis del aguacate y la combustión a yeite, va la marcha feroz de los Templarios, aguaite serafines, valvas y roces cuyo dromedario o sino tiene sus probas, preclaras predisposiciones para la caridad. 

Fusilarás a quién. Métomentodo y saco de los prepucios un espectroscopio temerario o reflectores de la paciencia ahíta, me mido al toque con tu meliflua contusión ornamental, mangas de que te jactás, y recojo, tísico, firmas de tu esfera, intocable, sí, pero también penetrable para mejor aunar sinuosas escolopendras que al cabo nos enterrarán a todos juntos. De una que tu rebenque careció de cortina o cortisona, amén del reverbero de unos cuantos repollitos de Brizuela en que fingías orgasmos para así, y con tus manchadas crenchas renegridas, desacelerar nuestro bolsillo, aunque a fin de cuentas dicho despropósito fue apenas si una pálida comisión o cuajo de botella de una que exprimir supo, limón arcaico, lejías de ordeñar estéreos birlados al mejor motor. 

La conducción ardía. Supremas rebozadas en delfín, una doncella extraviada, es decir, un arrecife que tembló cuando lo de las bombas --caían y caían y caían-- se derrumbó tan de a poco que todos tuvimos tiempo de regurgitar para la ocasión nuestras apolilladas escarapelas de la última contienda, occipucio melifluo de las retenciones. Toda tu galerada, gravamen de los vejestorios, condecoraba a esquizos, mofeta monetaria de cantilena auctóctona, mazapán de las emociones, y tu sombrilla colacionada, clavada en plena América del cierzo, optó por una gran sequía primaveral de las costas locales (dichoso brete el del cospel). 

Regímenes enguascados, pishé a tres puntas en la arena de Michaux por medio de un erario de iguanas resarcibles. En desbandada, tu boletín declaró cornucopia obligatoria a como fuere, pero los ventisqueros --solcito gelmaniano venido a menos por lo del Big Bang, y casi casi desahuciado--, dispuestos a desaconsejar el uso y el abuso, por si las moscas, de mandones a granel, inauguró un muelle en el piringundín de los estipendios manufacturados, con lo que las caribeñas recién aferradas al manubrio del escándalo internacional crepitaron a más no poder con sus ojotas milenarias. 

El tácito meollo de mi desaforado ardid de las tinieblas consistía en financiar los despliegues de cinco fumarolas más en Ongamira. Así, todo el Continente crepó. Sigue su derrota, como siempre, pero esta vez negado, y los lazarillos de tu colchón ya no lamen más que crisantemos de rotación agreste. Ganás y no ganás: sensiblería y ortopedia estipuladas para mejor replegar caparazones de órdago. Ganás y no ganás: rubéola de la afección remota y cartapacio undoso, fagocitado a fin de mes, balance subversivo subvencionado por los jabatos del Poder --reverberación hialina que de continuo brota, Inmaculado Cuerpo del Capital--, aptos para la siembra de la jefatura en andas y siempre, siempre en fuga,  debidamente bonancibles. Estereotipos de vos. 
 

21 de octubre de 2014

LA REALIDAD, LOS LIBROS

Amaneció. La luz del foquito amarillo ilumina la Sala Naranja, y canta Chico Buarque unas cuantas canciones malandrerescas. Leí casi todos los poemas de un libro de Aimé Césaire (Éditions Du Seuil, 1960) mientras tomaba, alternativamente, mate, limonada helada y un buen vaso de leche --estómago capaz--, y mientras fumaba, más bien sin ansiedad. Pasan, cada tanto, los 70, los 73; pasan y pasan autos; comienza una vez más la vida, la jornada. 

El libro se llama Ferrements, cosa que, se me ocurre, podría traducirse como "Ferrancias", o incluso "Ferroteros": la palabra, al parecer --me explicaron--, es una invención del antillano, y mezcla la idea de hierros (cadenas, por ejemplo; estar aherrojado) con la errancia, con la deriva. Eso al menos fue lo que entendí. 

(Ayer charlé un ratito con el Director de la Alianza de mi Ciudad. Estaba presente la Mediatecaria, 'très sympa, elle, comme toujours'. Valioso y a la vez ameno intercambio. Hablamos de libros, de autores, de películas. Buen lugar, las bibliotecas; bueno para sentarse a una mesa y traducir. O además: perderse en libros, escribir, callar. No sé si se podría tomar mate; fumar, afuera.)

(Ámbitos propicios para la palabra: no en todo sitio uno encuentra la pausa necesaria para que aquélla se desenvuelva cómoda. Pero cómo hacer: la Ciudad ruge, hay apuro y espoleo al paso, al trote, a la corrida, y sólo la noche trae umbrales aptos --cada vez más acotados-- en los que todavía puede surgir algún que otro poema. Escribir será trabajar, pero bajo ciertas condiciones; en mi caso, como digo, al resguardo, quizá al relente.)

Pasan los autos; pasarán. La celda o gabinete aislados, umbral/silencio. Césaire es noble, digno de ser vertido al español --¡favor que nos haría!--, pero traducirlo requeriría un retiro que, hoy por hoy, no encuentro fácilmente. Sería necesario aislarse de las vertiginosas noticias del mundo. O apartarse del ruido, hacer separador, compartimento estanco: para después volver: con el poema. Siempre bulló la realidad. La así llamada realidad: la de las palabras manoseadas y que rápido se esfuman. Respirar. 

23 de septiembre de 2014

A LO JOVELLANOS. PRIMERA ENTREGA

  • (Argumento:) ¿Podemos permitirnos plantear un ateísmo radical? No: eso es algo inconcebible, al menos para mí y ahora, por dos motivos. En primer lugar, gran parte de los contemporáneos son monoteístas. El segundo motivo es de índole histórica (al menos y por lo pronto) y da cuenta de dicha mayoría: 2014 años de cristianismo, el monoteísmo hebreo previo, el monoteísmo islámico posterior. Jahveh, Dios, Alá, son reales, existen, para todo monoteísta. Un ateísmo radical, por lo tanto, negaría el credo de muchos otros y, en ese sentido, negaría la otredad, justamente, de ese ser humano otro que uno mismo (el yo del ateísta radical). Más peligroso aún: el ateísta radicalizado.
  • (Al pasar:) Conozco muy poco del Antiguo Egipto, el faraónico. Quizás aún seamos meros escribas de algo que viene siendo dictado ferozmente...) 
  • (Aparte:) Tenemos, en el transcurso de la historia occidental, una sucesión de imperios. Por caso, la España de Carlos V. Situación poscolonial, por lo tanto, para la América hispanoparlante, ya sea México, ya Guatemala, ya Perú, Bolivia, etc. (Aztecas, Mayas, Incas.) 
  • Lo sojuzgado, los sojuzgados. El elemento autóctono o aborigen (que, etimológicamente, es engañoso, porque postula un primer hombre, o una primera mujer, o el que dicho elemento sea natural --'native'-- de la Tierra, lo que se opone al desarrollo del conocimiento "barajado" por las ciencias occidentales: big-bang, sistema solar, evolución o surgimiento de la vida, complejización de los organismos vivos, etc...); el elemento previo, en todo caso y por así decirlo, fueron los "descubiertos" por Colón. Conquista y Colonización. Situación poscolonial. 
  • África actualmente se debate de manera terrible por lo precario de cierto proceso en vías de estabilización o reacomodo de sus "inicios" de situación poscolonial. 
  • [CONTINUARÁ...]