Prendo un pucho. Un buen Next, uno extraídode una de las dos etiquetas compradas a las nueve de la mañana. Un pucho en un aljibe de cerámica o cenicero simpatiquito. Aljibe con hornero que espera frente a su barro. Pucho que se resbala y posa apenas su filtro sobre la mesa. Un pucho.
Y el mate, ya demasiado lavado, y Chico Buarque, bien añejadito, a través de los auriculares, y una pequeña sensualidad y goce del consumo.
Cómo es que crece el desierto, si nuestros valores son otros, si no estamos en ningún Sahara de fatigosidad y espanto.
Seamos serios. Algunos recitan sus frasecitas aprendidas en lecturas al voleo, y dictan dictaminan el bueno y el malo desde su facha pronunciando, por caso, despectivamente, un término, espetándolo, llevándolo como medalla de su itinerario.
Y qué palabra se logra, con esta poesía del reviente, con el reviente que impera, con el reviente. Qué trabajo de la palabra acompaña a esa actitud-desplante.
La ironía llevada a cabo de memoria, por rutina y no porque tenga que primar, en un determinado momento. Paso.
Leés Juan L. Ortiz y no captás qué dice. O lo hacés por un ratito, y pasa; porque volvés a tu desierto, y conocés tu desierto, y te entregaste ya a tu desierto. Desierto del que lo lleva bien, con otra figura, snob, y pasa.
En fin: que estas palabras pobres te hagan detenerte, no en el camino, sino en la forma en que andás, lector que es un modismo.
Y el mate, ya demasiado lavado, y Chico Buarque, bien añejadito, a través de los auriculares, y una pequeña sensualidad y goce del consumo.
Cómo es que crece el desierto, si nuestros valores son otros, si no estamos en ningún Sahara de fatigosidad y espanto.
Seamos serios. Algunos recitan sus frasecitas aprendidas en lecturas al voleo, y dictan dictaminan el bueno y el malo desde su facha pronunciando, por caso, despectivamente, un término, espetándolo, llevándolo como medalla de su itinerario.
Y qué palabra se logra, con esta poesía del reviente, con el reviente que impera, con el reviente. Qué trabajo de la palabra acompaña a esa actitud-desplante.
La ironía llevada a cabo de memoria, por rutina y no porque tenga que primar, en un determinado momento. Paso.
Leés Juan L. Ortiz y no captás qué dice. O lo hacés por un ratito, y pasa; porque volvés a tu desierto, y conocés tu desierto, y te entregaste ya a tu desierto. Desierto del que lo lleva bien, con otra figura, snob, y pasa.
En fin: que estas palabras pobres te hagan detenerte, no en el camino, sino en la forma en que andás, lector que es un modismo.
Lectura tonta y liviana a mi juicio. Yo entendí perfectamente a dónde apunta Mara. No es tan difícil.
ResponderBorrarHola, jazmín, ¿qué tal?
ResponderBorrarCreo, por lo que recuerdo, que no me quedé con la idea de Mara, para atacarla o apoyarla, sino que barajé esa frase, "desierto del consumo", y me puse a improvisar a partir de ahí.
La entrada es liviana, claro, y puede llegar a ser tonta.
Mirá que Mara sabe defender sola. Tiene colmillos de vampiresa terribles.
Saludos.