21 de octubre de 2014

LA REALIDAD, LOS LIBROS

Amaneció. La luz del foquito amarillo ilumina la Sala Naranja, y canta Chico Buarque unas cuantas canciones malandrerescas. Leí casi todos los poemas de un libro de Aimé Césaire (Éditions Du Seuil, 1960) mientras tomaba, alternativamente, mate, limonada helada y un buen vaso de leche --estómago capaz--, y mientras fumaba, más bien sin ansiedad. Pasan, cada tanto, los 70, los 73; pasan y pasan autos; comienza una vez más la vida, la jornada. 

El libro se llama Ferrements, cosa que, se me ocurre, podría traducirse como "Ferrancias", o incluso "Ferroteros": la palabra, al parecer --me explicaron--, es una invención del antillano, y mezcla la idea de hierros (cadenas, por ejemplo; estar aherrojado) con la errancia, con la deriva. Eso al menos fue lo que entendí. 

(Ayer charlé un ratito con el Director de la Alianza de mi Ciudad. Estaba presente la Mediatecaria, 'très sympa, elle, comme toujours'. Valioso y a la vez ameno intercambio. Hablamos de libros, de autores, de películas. Buen lugar, las bibliotecas; bueno para sentarse a una mesa y traducir. O además: perderse en libros, escribir, callar. No sé si se podría tomar mate; fumar, afuera.)

(Ámbitos propicios para la palabra: no en todo sitio uno encuentra la pausa necesaria para que aquélla se desenvuelva cómoda. Pero cómo hacer: la Ciudad ruge, hay apuro y espoleo al paso, al trote, a la corrida, y sólo la noche trae umbrales aptos --cada vez más acotados-- en los que todavía puede surgir algún que otro poema. Escribir será trabajar, pero bajo ciertas condiciones; en mi caso, como digo, al resguardo, quizá al relente.)

Pasan los autos; pasarán. La celda o gabinete aislados, umbral/silencio. Césaire es noble, digno de ser vertido al español --¡favor que nos haría!--, pero traducirlo requeriría un retiro que, hoy por hoy, no encuentro fácilmente. Sería necesario aislarse de las vertiginosas noticias del mundo. O apartarse del ruido, hacer separador, compartimento estanco: para después volver: con el poema. Siempre bulló la realidad. La así llamada realidad: la de las palabras manoseadas y que rápido se esfuman. Respirar.