30 de octubre de 2008

Búfalos sedientos

Mordiscos contra el rebozo, bucito mandamás. Preñada y observancia, pía como el alcanforado reproche de la doguito en bolsa 'e papas. Colijo más conturbernio de verano, agita ejemplos como escarapelas florales, colisión o de la segregada, la sudoripada del otro choripán, desguace en andas.

Sonido como la masa o grumo de Hermana Sista en qué, y qué de monedas que estoy oyendo, repimporoteado el poroto, pos del pasamanos, siembra veloz en que "los juegos del gallito" hacían. Cronometra el elixir, mira cigarros como a sus Lezama Lima, solo de sol en ristre de percales, variadas las alícuotas.

Inmiscuidas del no yerto, yerra la nota a fondos y fondillos, se desfonda como el vientre en plásticos de cristal, extracción del filo en la explosión, Río Tercero es vasos dinaminados como que contra el cuerpo, discapacitado y andas, y muchas andas. Pienso que el sonido o rojo puede, potente él, parapetar acotaciones y no desmán, desván en que galaxias, raro verbo, aconsejan nada, conducen nada, se extasían en nada, sondean este río pedregulloso, andamio.

Subo el volumen, veo lo mejor, expresionismo es fiel y contramedia [sic!] de ángeles perpetuos, molusco que aminora la sinapsis, miríadas y mandobles de papel como la cachonda, metal en el portón color de las bovedillas clinamen, "y así aprender a dar luz", colmillo y Cormillot de tu deseíto aroma, fumo vizcachas.

Así, ignorado en esta desazón o crujiente (que no gradiente) como ningún cristal nocturno, insignia de estallido, decompongo la verbalidad irritadora del manierismo contemporáneo o flor de lino, versiones desacompasadas de un fieltro de galán en andas, minuciosa y trabajuanlejeada oficiosidad de La Cana que llevó, mor del temor.

Pastillas desacertadas. Música relapso en el sentido, "aunque se piense en tu luz", milonga que descampera al abrigado en ciernes del vendrá, y pienso en las junturas ancentrales, y qué inmejorable es este abono y sanfonita de los chinos, cierre relapso.

(Ceniza cae al vuelo. Mate violeta de su contendor. Y no es que esculpas: fragmentos e irisaciones del vector en que colacionamos estafetitas dentro de cualquier medio o su préstamo. Ninguna mañería. Todo lo raro.)

Y la amenaza

La pestañita y quiebre, mola la Molly un rato, me descuajeringo el brazo de escarbar rescoldos acaecidos, o los de acontecer, sucedáneos o morbo espasmo de un tejemaneje telar que no es fingido o trabajado, pianito dodecafónico y Tony Braxton, meditación alfanje que esclarece. Es, sí, disquisición de los instrumentos o filosofía etérea en jazz, conversación no ensordecida y alcance daga sonriente, bromitas que la pasma pasajea como el insulto con diademas florecidas entre tirsos o medallón melón.

Molusco denegado, el viaje, pienso que espera y desespera en saloncitos chic del hastío numerado, entramos a Alfonsina y el desprecio, Melusina oxímoron recargado. Para acomodarme la clavícula menstrual la exanguo a medias, y viboreo como furgón de muertos, y la chancha o RAM, es muy extraño el viaje en que nadamos, miro el espejeo o cadencia insigne que desacierta en elegir, y las chicas también.

Tomo mi mate en cruce, me desorienta el track de los sonidos subiendo la balanza, mariconerías acusadas me hacen sonreír, bastón y muelle del balcón en que figuramos un inexpresable, caricia acontecida como un cinamomo botón, los miriñaques son alfombra en tedio, aparte pienso que la desoxigenación barata del sentido es como que un alambre o vaca que se faena, para más meditar, cálculo previo.

Borrón que cuenta la novedad de que la sima es alce, garrón y despedida, alcanza el plantío a escanciar una gaseosa de lo elevado, Braxton tiene un largón que hace chillar y más medita, le saca el jugo a lo que fue hace un ratito, vuelve y conversa con ancianas, carillón de frente, y percibimos.

Palos borrachos como la alienación del cordobés que pocilguea en plena rúa, bañado el esternón en fuelle, pienso barato, la vaca y sensación, pasa otra mina.

Cuartilla almacenada en pos de la ocupación y despiade, pía la morsa beatle que aleccionó a manojo y mordedura, rincón esclarecido el tedio de la irritable pestaña. Baroja confundía ser y examen.

Rezongo malicioso y posamar, mar de chirolas, el fiambre, fútbol.

29 de octubre de 2008

Esfinge que traduce

Adivinaciones, y el futuro. Miro sencillos que colapsan como el esternón cuadrado, me desfiguro suavemente en pos de la marioneta de un decir, escrupulosamente ausculto tareas incandescentes y que se agitan en desliz, pesadilla mantenida como una candela que, extinta ya, recoge del río un doblón de muertos.

Vocifero letárgico el atuendo de una rosa mosqueta que desanuda su chancro contumaz, me colaciono como estafetita dentro de su escarpín oxidado y pulcro, me inmiscuyo con las fuentes del saber oximorónico de lo padecido y, mala garza del volar, vislumbro una salida al arrecife de amores que, como medallones escandidos por mor de la ventanita del asco, fueron llagas: y la sal.

Mis rodillas adolecen de un tumefacto de la siembra (flor de imagen), mi posapapeles se estaciona contra la lisérgica actuación o bulón desguarnecido en andas, monemas monerizados como los crisantemos que, dije, tenían ese típico ojal o escuerzo que los memos anuncian. Beelzebub, imaginario y vomitado, ídolo ventrudo y apaciguador, el Buda de los mil finales cada día, resúmenes al recostarse.

Cuando lo milagroseado o piedritas que lamí, cariátides de ocasión que el fulcro impide, se perdieron como otro Hansel y Gretel que magnifica las máquinas deseantes o P. C. que se desvencijó, salté fugaz, como un perro y su helicóptero. Cuando esto confecciono, las niñerías galanas de todo lo que medité entre pastillas muerde como algo más lo real. Cuando me acomodo la espalda, che, me siento transitoriamente mejor.

Así la garza. Así la grulla, y su desquite. Arpías idiotizadas por el escalpelo de un goce, mi muñón de todo lo perdí se resiente. Mojigatos, paso crucial, escampan. Tarea de dromedarios cerrar la muralla.

28 de octubre de 2008

Postal

El hombre quiere hablar. Es otro viejo: pero no es el Tío. Apoyado en la reja negra y sonriendo de compromiso, el Tío escucha y ni intercala. El viejo, anteojos, pelado, desgarbado, deslucido sin llegar a zaparrastroso, quiere tirar mierda a la guerrilla de los setenta: lo veo venir. Y lo sé porque ya me peroró hará cosa de dos meses. Le tiro bocadillos, lo miro con una sonrisa franca, distanciadora, cruzada de brazos. Hará calor en Córdoba, más allá de la brisa. "Los asesinos que están en el gobierno", dice, sugiriendo, y luego dando nombres. Quiere dominar al auditorio. Pero es un mal retórico: el Tío escapa de la vagorosa perorata pretextando luces prendidas en el galpón; yo lo sigo.

Añado un emblema más al viejo: quiere ser un nuevo Sócrates. Pero suda sus malos libros. Se define como memorista, y bien se huele en qué anduvo husmeando. Viejo del descontento trasuntado en apacibilidad irritable. Ya lo he visto antes, él. Sabe un poco manejar las palabras, pero no le alcanza. La gente se le va: el público no comparte -se indispone, más bien-, y él no sabe hacer que se lo aplauda. Así, viejo, desvencijadito, más bien ruinoso, lo percibe, y se da vuelta, adusto, quizá ofendido, y se va: en busca de los oídos apropiados, - que nunca encontrará, esperemos.

Hacerse del barrio pasa por conocer el habla y las quejas de los viejos. Memoria a veces Gorgona, a los viejos sólo les queda la palabra. El Tío practica el arte del silencio simpaticón: como la devota de Flaubert, pero en descreído. El viejo este destila, no exactamente veneno, sino rencor impotente. Y lo hace saber. Y hasta la muerte lo hará saber, lo hará notar, se va a hacer notar. Y nunca escuchará: ni siquiera a los pocos libros, que repasa, febril; aquellos que todavía no vende, vaya a saber por qué fijación. Algo que mascar, me digo.

19 de octubre de 2008

Lecturas consistentes

Las ocho y media, acá. Felisa descansa en una de las dos sillas verdes -muebles de estancia, cinturón verde, partimos heredando ligeramente-, y medita su preñez primera, y no maúlla. Pongo Art Pepper, que tanto me fascina. Mate lavado, puras Invasiones Inglesas, pies sucios y descalzos -lejos las ojotas, calorcito agradable-, y miro la luz callada de la sala: sala de comer, sala de internetear, y de leer y escribir, y de recibir.

Estoy leyendo Víctor Hugo -La légende des siécles- y La disparition, del graciosísimo y funambulesco Georges Perec. En el segundo encuentro, revirado -reescrito, sin usar la e-, un poema del primero -"Booz endormi"-. No me sorprendo por la casualidad, sino que aprovecho para releer a partir de ese azar. Pérec también reescribe, entre otras cosas, La invención de Morel, atribuyéndoselo a Isidro Parodi o a Bustos "Domaicq".

Pero no es que Perec sustituya sistemáticamente "e" por "ai" o cosa así. El guaso, por ejemplo, se ve obligado a utilizar la asíndeton: no puede escribir la conjunción copulativa, por esa restricción "formal" (adjetivemos; o digamos: oulipiana).

Los versos de Víctor Hugo son tan buenos... Da envidia, ver cómo calzan tan, tan fluidamente sentido con rima y métrica. Por ahí estemos en una época bárbara y facilista; o estamos inmersos en la marea de los poetas mil, y, como leemos mucho, nos acostumbramos a lo mediocre. Del pasado se va cribando la cosa. El presente, sobre todo con internet, es gran quilombo; ¿habrá sido siempre así: lo bueno en medio de lo truchex?

Esto se presta al apaleaje, lo sé. Pienso en que voy a tener que hacer de comer, y que antes voy a tener que lavar todos los cacharros sucios que quedaron de la barahúnda de ayer. Qué pedazo de swing que tiene Art Pepper. En el tema que escucho ahora, toca el clarinete y la vida es buena, no sé si noble ni sagrada, pero estimulante y divertida. "Algo... llevadero."

15 de octubre de 2008

Para acabar de una vez por todas con el sexo

Intoxicados, disco grabado, ignoro el título. Un buen amigo toca una de esas canciones, mera criolla guitarra, y bien. Felisa, "repatingada" -le escribía a otro- en mi silla de leer, la más cómoda, la noble, la heredada. Corta se quedó la biblioteca: libros diversos de puesía en una caja, y queda el resto, mucho, en lo de los viejos, 1000 ó 2000, amados y despreciados: yertos, ahora, sin lector/a.

Nublado cordobés, nublado de muchas tierras en este preciso instante -también cuando esto leas-, ignoro Singapur, qué allí se cuece, Raúl González Tuñón festejaría con cualquiera en Don Mario, Godino podaría sabiamente arbustos, Negroni y su libro cortongui de vaguedades redactadas, lo releo -ponele, $15-. Recibo mails ilegibles sobre gnu/linux, fumo mi buen CJ de casi que aumentó pero era verso, ayer mateé con el vecino, de ojos de muñeco de película de terror -algo 'hideux', verdaderamente-, gente de campo que capaba y que decía "alfa", dijo también "cambeé", y quiere ser chofer Córdoba - Río Cuarto, amistades conducen destinos, tiene que pasar el teórico, 200 preguntas muy cagadoras.

Miro los criollos caros, camino por La Quiaca y no por Villazón, tomo un té de coca porque andaba con diarrea -qué: para peor, muy chancha la cosa-, quena robada por un gurí, dedo en Termas, "que es la misma mierda que Santiago", Don Emita arrima el bochín y chupa gratis, tose descangalladamente un tipo, Miró con su masía de conejos, pan casero y levadura, llaves de Borges en un clavito bíblico, llegando a casa.

Y encima, Moris. Esto no es el trabajo. Tilingo y mamotreto de ocasión surtida, bata como confite que urde males continuamente, lenguaje o De la pesadilla meditada, guijas que estrecho para trazar alcanfores, comején y cisternas varias -famoso, el hontanar-, poner la pava al soplo hendido de las junturas mal del azafrán o devengaduras/Rosa, llamar teléfonos que son surtidores semaforizados de alcancía y demora, toda la conexión caída de tus tetas que se eclipsaron, lecheras y esquinadas, puro tambo y ternura, galpón al tedio, molécula malvada o teorema quiosquero que divide aguas -"al cabo de los años mil", la vieja Plaza España-, charco mayor (Agustín Garzón esquina Carlos Tejedor), mantenido así por meses y quizás el año en andas, pedregullo o velocirráptor que ingurgita medallones de caballa y lo precioso: la vereda.

Me acomodo la espalda, la tuerzo, la contorsiono, mancuerna o reggaetón que ondula contra la ictericia de peces al fondo del silencio, bailo un slam, lo medito contra cualquier "Cuadrangular de salvias", citita requerida, - el trabajo es, precisamente, eso. Salta el compact, dub o lo que lleva a querer más cerveza, más -¡gloria y honor, honra sin par a Fabiana Cantilo!-, recuerdo carantoñas vencidas contra el occipucio lamido y gargajeado de tu concha, afamado morir, desgrano cuerdas como teclámenes baratos que nada ligan, batracio sostenido en sostenutos de mucho lam a rem y vuelve, pasando por el mim correspondiente y obligado -es a la fuerza-, y toda la masa vapulea un trapo o negro patas chorreadas, lenteja o mazamorra, capaz que arroz, y el delicioso enchalecado que Facundo practicara.

Titularlo, por ejemplo, "Esto no es un moco", pavadita a querer digitar. Slam como cariátide o sirte o médano, parapetado a tu espalda, tiro lento el humo y a borrachear, sentina o la caverna en la que el ídolo estampó manos varias, variado colorinche, bailo la vincha o De los formulismos cariados del cuerpo como ondulación pobretona y rozagante, ojotas $6, mallita desfondada, canciones demasiado cortas para mi pasito enclenque o dedos.

Pero eso, ¿no? "Esto es Arte", ¿quién querría ser el de esgrimir tal conseja de vieja? Ahora, que un problema es qe no me sale el fin. La gracia de la escritura es "largamos" hasta que llega cierta sensación, que bien conocemos, de eso, fin. Algo que repetimos. Un vicio solitario (cita oculta). Pasa la noche a cococho, nueva rima a $0 (pero qué pedazo de ignominia visual...), pasa el bolsillito adusto, pasa la mariconería al puerto, ejemplo o vestimenta en blanco, gorrito resentido, robaba el guaso al yo que baja del bondi, ése fue el moco, y todo ante la minita que se lo regalara, y encima usado, risas y escampa.

Finalmente, miro la ventana. Felisa en la silla. Intoxicados ardiendo sus divertimentos. Nublado, y sigue. Pero qué feo saxo. Pero qué perra larga vida.

-----

Recomendamos: Las Voces Blancas.

11 de octubre de 2008

Instantánea sobada

Calor que agobia, se acerca la medianoche. Me puse a releer, en gozosa voz alta -¡cómo se disfruta, por favor!-, La calle del agujero en la media después de comenzar, por la tarde, La disparition, libro del que varias profesoras de la Alianza me hablaron, muy sorprendidas. Profesoras: la afabilidad como fachada y, en el centro, el comentario despectivo. Calor como un almidón de varios frentes, dormiré desnudo.

Volvió Felisa: conseguí rescatarla del techo, demasiado alto para que se anime a saltar. Es así: se va a coger por el otro lado, y después quiere bajar por éste. La someto a la prueba del hambre y la sed, cosa que se envalentone, pero no aprende; al tercer o cuarto día consigo agarrarla, trepado a una como que pre-puerta de rejas, y se zampa al patiecito. Comerá, beberá, y a las pocas horas, de nuevo en pos del tuerto.

Fútbol en lo del Tío. Pero había otro, y mi pariente le dedicaba todas las bromas inocentonas y las rimas de apellidos al invitado; éste, por su parte, me obvió. Y no me sentí mal: ver media horita de una Latinoamérica millonaria, sorprenderme con la hinchada de Colombia -qué poderosa-, y picármelas cuando me aburrí de tomar apuntes mentales del pintoresquismo local.

Un amigo se agenció tres libros tres por $15. Me mostró Emeterio Cerro: muy gracioso, muy ocurrente; disparatado, se decía. Daniel Freidemberg, por su parte, todo lo contrario: bien pacífico, sencillo, suave, como que para susurrar; y de lo que habla. Dos poetas opuestos que leímos con música andina de fondo, y un "purrete" de ocho años, queriendo intercalar sus frenéticos "¿por?" por entre la charla. Ya comenzó a escribir.

Heladito, heladito: bien me vino, hace un rato, y quiero todo un pote de Grido para mí solo, cosa de justificar la diarrea, maldito colapso intestinal y pastillaje. Heladito, heladito: y la adolescente que me los vende, y que me trata de usted a la vez que de "Pablito". (Un mosquito de los de la última camada, chiquitoide y bamboleante, se cruza frente al monitor. Después se va, y una llave abre o cierra una puerta.)

1 de octubre de 2008

Las cosas

Pies descalzos; se calienta la pava. Hormonal suena más que disfrutable: voz, la de la Lizarazu, que me encanta, y asombro, cada tanto, de que dicha voz exista.

(Saqué dos libros, el lunes, de la Mediateca de la Alianza: Les quatre jeudis, de un tal Alain Lorne, y Dimanches d'août, del de hace un tiempo apreciado por mí Patrick Modiano. Ya leí la primera. Mala: comienza como remanso moroso y placentero, con descripciones detallistas de la vida en el campo, y termina siendo una maldita aventura de chiquillos, de esas de chicos detectivescos mal. -Confieso mis lecturas, claro.- Prosa que prometía más: vocabulario riquísimo, extraño; pero se ve que Lorne se cansó de redactar, y la terminó en dos patadas. Luego de eso, Modiano me está desentorpeciendo la vista: las cosas, como son, o de cómo contar a través de acciones y no de, me cago en Dios, "lenguajear".)

Listo ya el mate, sigue sonando el disco. Felisa se me trepa al regazo, la echo: por tres veces; después me husmea las ojotas. Y vuelvo a escuchar música: después de discos de preverla, de saberla de memoria, me encuentro sorprendiéndome con muchos detalles de lo que suena, y escucho la voz de la cantante y no mi voz en el pensamiento, y digo: "¡Heráclito!".

Volver a la cosas: se diluye la locuela -¡claridad!- al momento de percibirlas. Así, puedo estar (no sé por qué, o sí, más bien; continuar, en todo caso, con la terapia) aquí y ahora. Termo nuevo: violeta que es algo distintivo mío, ya. Gata que ha vuelto: cuatro días arriba del techo, maullando en hambrecito lastimero, y no la lograba bajar. El vecino, alojando otro amigo, transitoriamente (digo, supongo). Noche espectral frente al monitor: iluminado cenicero indigenista, y más iluminado teclado todavía. Ventana abierta, como siempre: aporte personal de cara a contrarrestar el encierro que nos queremos imponer (eso de la palabra "seguridad", tan a cada rato esgrimida).

(Modiano cuenta la historia que le interesa; Lorne, lo que se le dio por imaginar. Como si hubiera ido a un taller de escritura, el tipo redacta prolijo, también suntuoso, pero sin vida. No lo wikipediaron todavía, ni siquiera en la edición francesa del mare nostrum del saber actual. Nueva promesa fugaz de suplementos, será, o de su editorial; o un raro al alcance de todos. O los franceses se envician a menudo con la exquisitez. Me pregunto cómo habrá llegado a la Mediateca; o quién será el que lo eligió.)