2 de diciembre de 2015

LOS ENAJENADITOS DE SIEMPRE

Ludibrio es un fantoche. Meta mezcal y piñas de organdí coriáceo, Collioure o de la descangayada sístole en que no andamos ya. Morsita remilgada, vilipendiados taxis del aguacate y la combustión a yeite, va la marcha feroz de los Templarios, aguaite serafines, valvas y roces cuyo dromedario o sino tiene sus probas, preclaras predisposiciones para la caridad. 

Fusilarás a quién. Métomentodo y saco de los prepucios un espectroscopio temerario o reflectores de la paciencia ahíta, me mido al toque con tu meliflua contusión ornamental, mangas de que te jactás, y recojo, tísico, firmas de tu esfera, intocable, sí, pero también penetrable para mejor aunar sinuosas escolopendras que al cabo nos enterrarán a todos juntos. De una que tu rebenque careció de cortina o cortisona, amén del reverbero de unos cuantos repollitos de Brizuela en que fingías orgasmos para así, y con tus manchadas crenchas renegridas, desacelerar nuestro bolsillo, aunque a fin de cuentas dicho despropósito fue apenas si una pálida comisión o cuajo de botella de una que exprimir supo, limón arcaico, lejías de ordeñar estéreos birlados al mejor motor. 

La conducción ardía. Supremas rebozadas en delfín, una doncella extraviada, es decir, un arrecife que tembló cuando lo de las bombas --caían y caían y caían-- se derrumbó tan de a poco que todos tuvimos tiempo de regurgitar para la ocasión nuestras apolilladas escarapelas de la última contienda, occipucio melifluo de las retenciones. Toda tu galerada, gravamen de los vejestorios, condecoraba a esquizos, mofeta monetaria de cantilena auctóctona, mazapán de las emociones, y tu sombrilla colacionada, clavada en plena América del cierzo, optó por una gran sequía primaveral de las costas locales (dichoso brete el del cospel). 

Regímenes enguascados, pishé a tres puntas en la arena de Michaux por medio de un erario de iguanas resarcibles. En desbandada, tu boletín declaró cornucopia obligatoria a como fuere, pero los ventisqueros --solcito gelmaniano venido a menos por lo del Big Bang, y casi casi desahuciado--, dispuestos a desaconsejar el uso y el abuso, por si las moscas, de mandones a granel, inauguró un muelle en el piringundín de los estipendios manufacturados, con lo que las caribeñas recién aferradas al manubrio del escándalo internacional crepitaron a más no poder con sus ojotas milenarias. 

El tácito meollo de mi desaforado ardid de las tinieblas consistía en financiar los despliegues de cinco fumarolas más en Ongamira. Así, todo el Continente crepó. Sigue su derrota, como siempre, pero esta vez negado, y los lazarillos de tu colchón ya no lamen más que crisantemos de rotación agreste. Ganás y no ganás: sensiblería y ortopedia estipuladas para mejor replegar caparazones de órdago. Ganás y no ganás: rubéola de la afección remota y cartapacio undoso, fagocitado a fin de mes, balance subversivo subvencionado por los jabatos del Poder --reverberación hialina que de continuo brota, Inmaculado Cuerpo del Capital--, aptos para la siembra de la jefatura en andas y siempre, siempre en fuga,  debidamente bonancibles. Estereotipos de vos.