31 de agosto de 2007

Vi anoche, en devedé, una película de Eric Rohmer, La dama y el duque. Bella película, aunque algo pesada (dura dos horas). Busqué hoy en Google información sobre la misma, y leí varios de los diez primeros resultados. Al parecer, las aguas se dividen entre quienes la consideran reaccionaria (esto es: que la leen políticamente), y quienes encuentran en ella un film de calidad (punto de vista esteticista). Para ser bien maniqueo.

La película se basa en un libro escrito por una escocesa, relacionada con la aristocracia francesa de alrededor de 1789 (esto es: la que cae por la Revolución), que cuenta los horrores a los que debió asistir, cómo, según sus ideales pero sobre todo sus sentimientos, apoyó al bando vencido, y, finalmente, cómo sobrevivió (para así, luego, poder escribir dicho libro).

Los escenarios son irreales. Parecen pinturas neoclásicas, no sólo por los edificios de los exteriores, sino por su coloración. Es una lenta novela a modo de película, con mucho de teatro, que se apoya casi prácticamente en los diálogos. La historia avanza muy lentamente. Sin embargo, el horror, cuando aparece, es mostrado con toda crudeza; por lo demás, hay mucha conversación en interiores, retórica, posiciones encontradas.

Muchos dan por supuesto que los nobles debían morir. Cuando veía la escena de la muchedumbre llevando en una pica la cabeza guillotinada de una aristócrata, inmediatamente pensé en la barbarie pintada por Sarmiento en el Facundo. Las posiciones no son exactamente las mismas, pero la crueldad y el encarnizamiento sí.

Una película que se aparta de varias convenciones; entre ellas, la política. Es subjetiva, puesto que adopta, inevitablemente, el punto de vista de la escocesa. Un detalle curioso: carece de música de acompañamiento, a la vez que no es rápida; eso la hace agotadora, sobre todo si uno trata de no perder el hilo de cada detalle, detalles que a primera vista son simples, pero que si se toma como lección de artesanía digital (al parecer, los fondos son recreados de esa manera, si no entendí mal lo que leí en Google), pesan. Sin música y con pintura: otra manera de hacer cine.

29 de agosto de 2007

Hace poco una amiga me invitó a leer TITTLE-TATTLE. Éste es, o era, un blog que criticaba muy ácidamente distintos eventos del arte cordobés. Lo fui siguiendo un poco, y no estaba de acuerdo muchas veces con el modo en que llevaban a cabo esa crítica, pero, eso sí, no terminaba de disgustarme su lenguaje desinhibido y bien mordaz. Como diría el Negro Álvarez: "¡hiriente!".

Mordacidad, acidez, "hiriencia". Esto resultó a la postre demasiado insultante para algunos, que terminaron hackeando el sitio, amenazando a sus autores/as, etcétera. El sitio era bastante leído, y el quilombo es grande. Puterío de pueblecito, a la postre, pero que no deja de ser significativo si uno lo mira como sintomático de qué caracteriza para muchos a la sociedad cordobesa.

26 de agosto de 2007

Ocupo esta siesta soleada navegando por internet. No me interesa lo novedoso: por épocas. De pronto sí, y paso horas y horas leyendo cosas que olvidaré rápidamente. Un verdadero apabo, según el término y concepto inventados por Ricardo o algún conocido suyo, hace muchos años ya. Porque lo que va quedando son palabras, y apenas si pocas vivencias. Lo pequeño.

Alargo un mate bastante lavado, con mi termo rojo, que no es Lumilagro sino uno cualquiera conseguido en la despensa del barrio. Vieja despensa, de esas que tienen de todo, ubicada en una casona de esquina al estilo de las de Cuquejo, casonas de pueblo, que es lo que era Coronel Olmedo antes de empezar a ser alcanzada por los estiramientos de Córdoba, que se cansó -todavía no, todavía no- de creer en el noroeste y sus sierritas y ahora comienza a mirar al sur, el llano sur de las plantaciones de papas, zanahorias y afines. No me imagino rodeado de countries, pero eso es lo que el viejito del almacén, sabedor de toda noticia -confiable o no-, pronostica.

Hago ruido con el mate. Siesta, final de siesta de domingo. Todavía no almorcé, pero no tengo hambre aún. Kuy ha publicado un poema en dísticos, unos endecasílabos, que es lo único que, entre los pocos blogs que sigo, da indicio de actividad. ¿Nos ponemos vagos con todo este hermoso domingo encima? ¿Nos preparamos los cordobeses para el más de lo mismo que se avecina con las ya inminentes elecciones? Por lo pronto, disfrutamos de la tranquilidad -hablo por todos-, salimos al Parque Sarmiento con un rompevientos, leemos algún libro no demasiado pesado, vemos tele, navegamos. Todo, para acompañar al tiempo; para que el tiempo siga transcurriendo. Eso pequeño.

24 de agosto de 2007

De noche, el cielo iluminado y el aire algo fresco, termino un chat de horas que me pone bien. De todos modos, no termina de convencerme esa manera de hablar dos -o más-, estableciendo una relación que puede estar mediada por kilómetros; podemos no conocer a la otra persona en la vida real -esta forma de expresarse me suena incorrecta- y sin embargo compartir cosas que son más que meras líneas enviadas y recibidas a través de internet. Pero hay algo de separación, de hiato, en estos diálogos, por más que al chat en sí se le hayan ido agregando posteriormente sonido e imagen.

La sensación de leve frustración de después de chatear no se condice con lo sentido durante ese tipo de charlas. Hay algo que no encaja, algo incómodo que hace que nos olvidemos de lo propio del otro; hay algo que queda fuera.

La noche, aun dentro de esta soledad de no tener ahora conmigo a nadie al lado (qué enrevesado decir), es placentera. Termina el chat y miro las nubes leves que se esparcen muy lentamente en vaya a saber qué dirección. El libro terminará de conformar mi rutina de solitario, me olvidaré del mundo internet, y ni siquiera escucharé música, a no ser La orquesta Boabdil, digo, la Orchestra Baobab, que puede que consuma, al tiempo que redacto ociosas páginas de mi Diario, dejando que se escurran las horas -preciosa imagen, no precisa-, haciendo de las horas de la noche mi elemento.

22 de agosto de 2007

No se me da el impulso para escribir nuevos versos (para mi otro blog, al que pueden llegar desde mi perfil). ¿Repetir motivos? Los que manejo, cuando no son literarios, sólo pueden nacer de una vivencia, presente o pasada, pero, eso sí, intensa. La escritura de las prosas de este blog, de "Anotaciones-Tamarit", por el contrario, nacen de cierta morosidad, de un buen tiempo libre, que matiza con algo de escritura de casi siempre nimiedades las lecturas frecuentes, y otra actividades, que ocupan mi vida de, cuándo no, desocupado no urgido.

Me he distraído un poco con la lectura del sitio Sin Dioses, y he encontrado decenas de razonamientos a favor del ateísmo. Uno de los problemas que presenta ese sitio -no lo leí todo- es que adolece de cierto cientificismo cansador, cuando uno conoce otras vías por las que pasar al descreimiento de esas viejas cosas, tan humanas, como lo son las religiones. De todas maneras, está bien que exista ese sitio. No hace daño, y uno puede divertirse afinando sus propios argumentos, o los de ellos.

El día está agradable. En un rato parto, y me esperan sendos largos viajes para cruzar la ciudad y luego volver aquí. He pasado mi buena hora leyendo en otro idioma, cosa que encuentro, actualmente, más estimulante que hacerlo en castellano. Es como si en mi idioma todo hubiera sido ya leído; y es como si las mismas cosas, dichas en otro idioma, tuvieran un sabor infinitamente renovado: como volver a ser el de las primeras lecturas. Aunque esto, claro, no sea del todo cierto.

20 de agosto de 2007

Technorati Profile
"Flauta carnática" es el llamativo, sugerente nombre del instrumento que toca un tal K. S. Gopalakrishnan -si no yerro en la información que manejo-, intérprete de ragas junto a otros músicos (violín, tabla y un instrumento que emite constantemente una única nota a lo largo de cada una de estas extensas composiciones y que no sé cómo se llama), músico del cual grabé un cassette al que vengo escuchando por años.

Lo escucho, ahora, "juntando" dos tecnologías de diversas épocas; yuxtaponiéndolas, más bien: el pasacassette enchufado en la misma zapatilla que alimenta la pecé. Es una música muy agradable, que expresa -no monótonamente: de manera persistente- una misma idea, con innumerables variaciones.

Antes de venirme para acá, estuve al sol, en el parque, en mi sillón preferido, blanco. Si no fuera por la brisa, todavía bastante fría, hubiera disfrutado sin peros de ese rato. De todas maneras, no andaba de remera precisamente. Leía A la sombra de las muchachas en flor, y pensaba en algunas cosas que hace su autor al escribir. Por ejemplo, que el protagonista nunca o pocas veces habla. Que asiste a la conversación de los otros. Que emite sus juicios pero no se los termina de creer o reformular, o bien que no puede mirar indiferentemente a los hombres, los que siguen sorprendiéndolo de las más variadas maneras. También: que comienza señalando algo de otro, se distrae (el narrador: para nunca terminar de explicar) o distrae al lector (el autor: porque tenía una resma nueva) por dos o tres páginas, y retoma, para cerrar, el asunto: de modo sistemático.

No todo pasa por la buena distensión. Ayer pasaban en la tele una de esas películas de Harry Potter. La seguí por un ratito, me dí una explicación probable de lo que sucedería en el resto del film, y me fui a mi pieza, a por Silvina Ocampo. La felicidad idiota que recordaba mi amigo Álvaro de que Cortázar hablaba -no recuerdo haber leído en él esta idea, pero le cabe- ya la hemos empezado a vivir. Hace algunas décadas. En Elogio del amor [por algo], cuando charlan ella y él, los dos saben -lo creen- que la cosa empezó con la tele.

En un libro sobre drogas, hay una foto de una araña a la que le han inyectado LSD. La tela que termina haciendo es graciosa; muy del marote ella, muy perdida. ¿Qué le pasa a la literatura cuando ingresa a internet? Es otro medio -¿como el agua, distinto del aire?; ¿se ahoga?-. ¿Cómo se altera la literatura que prefiere la red? No lo sé, y en eso estoy.

(Otra: le dijeron a un pariente que le estaba mostrando una música hindú a alguien de la India, y éste señaló: "¡pero esta música no es para las tardes!". Así, cada género -quizá: me llegó de oídas la anécdota- tiene una hora, una ceremonia, una ocasión.)

Los que leen cosas como blogs casi siempre van pasando rápidamente de un texto a otro; lo cual es peor que la lectura de los diarios, textos, éstos, que al menos tienen su organicidad como publicación separada.

Cage le decía a una buena señora que ella podía tener todas las grabaciones que quisiera; para ella, todavía no existía la música, no podía darse por enterada de qué se trataba. Tendría que releer esa Conferencia..., que quizá sólo existió cuando el tipo la pronunció, en forma de compases. Sitios en los que se oye música por lo curiosas que son: lugares hastiados, de cultura o no, pero que no pueden sino mentirse sobre el valor de las cosas.

La tabla termina su solo. El tema venía durando una media hora, y ahora acaba de repente.

19 de agosto de 2007

Un día frío, gris: como tantas cosas que pasan. Y pasan, y siguen pasando, y uno se acuerda de la antología de poesía anglosajona de Borges y Kodama (creo), ésa que tiene ese verso que dice, más o menos:

"Estas cosas pasaron. Otras pasarán."

Indecisión entre lo que sucede ahora y lo que se pierde en el tiempo. No me refería al estado de ánimo, aunque, representándome la cara que tengo ahora, la imagino apática, desentendida, con ganas de hacer cualquier otra cosa que estar escribiendo acá.

Como ser estrechado por los brazos de la desconocida: la que nunca llega; la imprevisible. Por lo tanto, me iré a leer probablemente poesía, y no escribiré nada de valor, porque falta mi sensación de palabras, esa que me indica que algo bueno está saliendo. Por lo pronto, un domingo igual me hace amelancolarme del pasado, me hace mirar el mate, frío ya, gris siempre su cobertura de metal, me hace querer recordar la música más que escucharla.

El pasto, quemado por el rigor del invierno, espera a que llegue su primavera. Un sitio tranquilo, un sitio para el olvido, un sitio que transcurre con otro tiempo que el del resto de la ciudad; un sitio de puertas adentro: eso es una casa, que algunas veces no es un hogar. Escribiendo en la penumbra de esta biblioteca, me doy cuenta de que los versos poco valen, de que las palabras poco valen, si se desencajan de lo que le sucede al otro.

Dos mujeres, hace muy poco tiempo, me criticaron cierta actitud en mis respuestas, algo que no veo. No es que no lo acepte, sino que sucede sin que me dé cuenta. ¿Ñañas de envejecido? ¿Ellas son diferentes a mí y no aceptan que diga que soy otro? En todo caso, quedé sorprendido en las dos ocasiones. El otro es una incógnita, y la prepotencia del ser del yo actúa impunemente.

En fin: los libros no contestan. Es la vieja crítica de Platón a la escritura. Los libros no responden y, más allá de que uno les plantee otras preguntas que las que están capacitados para responder, puede suceder, contrariamente, que tratemos a los otros como a textos. Doble peligro, una confusión.

17 de agosto de 2007

¡Date cuenta! ¡Date cuenta! Así termina una prima mía cada elocución que realiza, sobre los más variados asuntos. ¡Date cuenta! Puede estar refiriéndose a los años que acaba de cumplir, al precio de un caramelo, o a que se olvidó una pava en el fuego. Y de ese ¡date cuenta! nos reímos, con mi hermana, y lo parodiamos.

Cada quien tiene su estribillo favorito. Hoy por la siesta me dí cuenta de de quién había sacado mi dichoso "¡qué gracioso!", dicho en tono neutro, serio, rellenante. ¿O fue la otra persona la que lo sacó de mí? Ahora pertenece a un acervo acumulado, compartido, y a la vuelta de los años es un poco triste y un poco sosegante darse cuenta de que uno mismo está hecho con retazos de los otros.

Ahora son las siete menos cuarto de un día más, en el que he abusado de la compu y me la he pasado sin un libro. ¿Noé Jitrik? Pero tendría que encontrarlo, cosa que no logro hacer desde hace unos días. Cosas que se pierden de un saque y que se vuelven a encontrar lentamente, con la morosidad del olvido.

Este Blogger subraya cosas, en rojo, para indicar que "no pertenecen al idioma". Incluso a sí mismo se subraya. ¿O es el Firefox? No perderé tiempo aprendiéndolo: me lo dirá la casualidad. Por lo pronto, me doy cuenta de que la vida es un torrente continuo, que no devora, salvo la muerte, sino que nos muta, da otro color a las cosas y a los sentimientos, muchas veces sin vuelta atrás. Lo mejor que tenemos los seres humanos es reconocernos: desde lo que fuimos, y para ser.

16 de agosto de 2007

Hoy no hay música en el cýber. Con la campera puesta, cerrada, anoto cosas al borde del mediodía. Había una película de jazz, creo que se llamaba Around midnight, que me había gustado mucho. Había pensado en traer un poema de Charles Cros para colgarlo aquí. Ese tipo, francés de fines de siglo XIX, apareció (y así lo conocí) en la Antología del humor negro, y se me quedó grabado su nombre. Conseguí Le cofret de santal (creo que así se llama), y lo voy degustando lentamente.

No termino de entender el verso clásico francés. Por ahí se juntan dos acentos en sílabas contiguas (lo que en castellano está más o menos prohibido), o ésa es la impresión que me causa. De todas maneras, leer a este autor, cuando el verso clásico francés se ha constituido totalmente y se empiezan a buscar más bien innovaciones, quizá no sea lo mejor. ¿Pero qué? ¿Racine? Quedará por leer en el futuro, pero, como manda mi preceptiva: "leer lo que llame la atención, lo que guste, y nunca leer por deber".

15 de agosto de 2007

Nueve de la noche. Qué bueno dormir durante todo el día, para depertarse y sólo tener que leer algo, si pinta. El día no estuvo como ayer. Dicen que llegó a algo así como 32 grados, y me asombra. Nada de maniqueísmos ecologistas: la cosa estuvo suave, agradable, muy que muy llevadera. La visita de un amigo que vive en Italia y que por estos días visita su vieja ciudad -más allá de que nunca le agradó del todo- trajo sus cuentos "primerizos", y una tesis de "Sociología en la ética", en formato de libro; muy bonita, pero en alemán, ¡uy! Adornará mi biblioteca, segundo libro que tengo en ese idioma -el otro es un tomo de Stefan Zweig, vieja edición con llamativos tipos de letra-.

El cýber a esta hora está a medias ocupado. Me trajo un remisero del barrio, grandote y buenón. En su quiosco yo había colgado, a principios de año, carteles para alfabetizar, de un plan que había visto en la tele y que me entusiasmó. No pasó nada. Le comento: "parece que no hay interés, o que todos ya saben leer". Dice él: "no, si son burros, son burros". La cosa es que de los cinco o seis carteles con Inodoros Pereyras que puse ninguno sirvió sino para que fueran descolgados a los meses, haciendo espacio para otros de Coca-Cola o cosas así. Había olvidado, cosa no rara en mí, que vivimos en esta época -como diría Giannuzzi, mejor desesperanzado-.

Ahora está algo fresco. Ayer, que estaba lindo, se levantó un ventarrón molesto a eso de la siesta. Miraba hacia el este, en el campo, y el cielo estaba terroso. Cosa buena, después de todo, vivir en las afueras: todavía se ve el horizonte. Cuando bajamos con Marcos -mi amigo- al centro y caminábamos por la Entre Ríos, antes de cruzar la Chacabuco pudimos ver directamente el sol, sin que nos encandilara: era un disco amarillo, perfecto, a través del aire sucio de las seis de la tarde. Se ponía, allá lejos, y me pareció toda una fortuna, poder verlo así, sin necesidad de un filtro. Incluso la luna, cuando se la contempla a través de un telescopio un poco potente, deslumbra.

Tomamos algo en el Café de los Turcos. Quizá no sean turcos. Pueden ser sirio-libaneses, quizá sean... qué sé yo. Pero escuchar su conversación de sonidos bien guturales, cuando hablan en su idioma -para no ser entendidos-, es algo que hace a Córdoba un poquitín más cosmopolita. Recuerdo que Tim -mi amigo del Norte, descendiente de irlandeses-, viajando a la tierra de sus ancestros, entró a un bar y pidió, en perfecto estadounidense, una cerveza. Algunos parroquianos alrededor de una mesa, que hasta entonces hablaban en inglés, sorprendidos al ver a un tipo de rasgos tan suyos pero mandándose esa gringada, pasaron a charlar entre sí en irlandés, ese idioma que va perdiéndose.

Texto del final del día. Espero mails de algunas personas, y no llegan, y cuento trivialidades, quizá para contármelas a mí mismo. Voces de niños, atrás, viendo algo de lo que dicen "¡qué bonito!", y que charlan entre sí (son dos, quizá tengan seis, siete años: ya son de internet). Se escuchan tiros de algún juego en red; posiblemente más tarde, a eso de las cuatro, o las cinco, se sientan de los otros. Por lo pronto, dentro de un rato me mando a guardar; en mi habitación vacía volveré a creer que el mundo es de los libros.

9 de agosto de 2007

Voy a la presentación de un portal de poesía hecho en Córdoba, y me encuentro con la proyección de la presentación en video. La verdad, debe ser más fácil hacerlo así: quien hablaba debió tener la oportunidad de repasar su parlamento, y de volver a grabar si se equivocaba.

También pasaron un pequeño documental sobre Glauce Baldovin, poeta cordobesa ya muerta. Si uno es benévolo, puede decir que pasar ese documental tiene que ver con parte del pasado significativo de la literatura aquí; si es malévolo, acotar que dicha proyección ocupó un poco de tiempo, que quizá a los organizadores no se les ocurría cómo rellenar. En todo caso, no estuvo mal: estaba bien hecho, y aparecían varias caras vinculadas con la poesía en Córdoba, a algunas de las cuales ubicaba.

De todas maneras, y para completar las bondades del video-presentación, cuando hablaron dos poetas, uno de ellos tropezó bastante al hablar; en su honor, señalemos que sacó fuerzas de flaqueza, propuso una imagen posible de la poesía, y se descargó. El público, agradecido y quizás apiadado -bah, yo al menos-, aplaudió. Luego se pasó a la sección vinos y comiditas, y huí a tiempo.

La cuestión es que esta presentación de portal duró demasiado o demasiado poco: cuando salía partía de la terminal mi colectivo, y no tengo otro hasta dentro de dos horas. ¿Qué hago?: ¿me voy a un café a leer el libro de poemas que traje conmigo, o sigo haciendo perder el tiempo del eventual lector, al alargar esto? Quede señalado, arriba, el link.
Una inhumana fuente del yacer me condena a la espera, dolor de los huesitos acostumbrados a no sentir, de la visión de lo impensado que se aleja. No pasa por decir o no decir, sino que, ubicado, y a la fuerza, en el esquema de la desazón, produzco este texto de toda inercia que no quiere ya nombrar, texto de la voluptás de hacerse esquema desacontecido.

Parabrisas del último sueño, dejo canciones que escuché hace tiempo, dejo la forma de dos trenzas, una que parte y otra que se escribe, y pienso sin más en el sonido de esa lapicera naranja, que, probablemente, se irá con el desliz.

Pero no: se me distiende el ánimo, porque, lejana, siento su aroma de paciencia en el trabajo, aunque se me confundan mujeres, que no sus nombres, que son nada. Golpes en la pared del más allá, no todo es sugestión, y apenas si me aboco a recitar la sintaxis, florida la vocal, vocabulario en ciernes de lo que despoja vahídos.

Así, la producción se me atempera, y mi yo de escribidor trasciende sus posibles, olvidado, y tiempos de la prosa marcan frases, y alguna, blanco y negro, se me destaca en ese torno a la derecha. Para no sentirme inmóvil, digo: "quiero".

8 de agosto de 2007

"El tiempo pasa", escribo, desde hace un tiempo, en mi Diario, con cierta insistencia, quizá con melancolía. Pero no estoy exactamente mal: estoy haciendo lo que de hace tiempo quería, sin culpas, sin vueltas; simplemente los días pasan, y a ellos se añaden pasos, y miradas, y confirmaciones.

Una cierta rutina, tibiamente agradable, en la que vivo sin tontas persecutas, y comienzo a disfrutar, por fin, la década de los treinta personal. Escribo cada tanto algún poema, con diversos estilos y temas, sin ceñirme estrictamente a uno u otro de entre todos ellos, y no pienso en armar un nuevo libro, todavía.

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Me pasan el dato de un blog, que por ahora no me llama mucho la atención, porque, como estoy en un cýber, no tengo el ambiente (y, por ende, vuelan las ganas) propicio para leerlo. Ahí, por las fotos, veo que se habla, entre otras cosas, de un problema que tuvo un amigo artista con quienes consideraron que sus cuadros eran reprobables y, por eso, los destruyeron. Toda una historia, en la que no ahondaré ahora. El sitio parece culturoso, y eso también hace que se me vayan las ganas, al menos hoy, de leerlo.

("Culturoso" como la cultura comentada en cierto tono, que me cuesta describir, pero que es característico de la terminación "-oso".)

6 de agosto de 2007

Sin cigarrillos, con poca plata, con una conexión a internet a mi disposición -pero no me puedo quedar aquí por mucho tiempo-, escucho las palabras y la música de una telenovela a mis espaldas. El calefón se enciende por alguien que se baña, y el mate se lava lentamente.

Pondría un poco de música. La casa en la que estoy no tiene nada demasiado interesante: la música nacional, y apenas libros. Encima, la compactera del equipo es quíntuple y aparatosa, por lo que, en el desorden de los discos y sus cajitas, buscar algo que quizás esté puesto o quizás esté en la cajita menos impensada, hace que ponga lo que primero encuentre. Pongamos Euforia, para ver cómo Fito Páez miente sobre el tema.

Botellas de cerveza y fernet (también había gancia). Por aquí pasó una fiesta. Dormí hasta las quichicientas, en una cama desde donde se oía el televisor y la pelea de turno de alguna película mala (por suerte no se pusieron a coger los anfitriones). En el cálculo de los tiempos del párrafo, me doy cuenta de que falta decir algo, por lo que sigo escribiendo. Pero nada que sea llamativo (a mi conciencia, no como simple "efecto", que no existe, hacia el lector) surge. Sólo las ganas de no decir nada.

Sin cigarrillos: eso es el dolor para el fumador que recién despierta. Descansado, como ya dije, viviendo un puro presente divertido, me recomiendan Alamut, de un autor cuyo nombre ya no recuerdo. Lástima que esté en inglés (la traducción). Lástima que incluso ese ejemplar esté más allá del océano.

Mi prima, recién bañada, luce su remerita negra que estrena. Once y seis con otra instrumentación; quizá más lenta, quizá más cierta. El Libro de los Adioses todavía no fue escrito.

2 de agosto de 2007

Las empanadas se acabaron

"¡Ésta es mi feroz canción!"
(Spinetta)
para Mara
-Danza, y hacer palabras,
malabarismos ahuecados, idos,
un término, otro trueno,
alguna confusión, que escampa.
"Paradero final, pautado
y sin desprendimientos. Variación
que coincide con el siglo.
"Amojamado verbo, las pelusas
enfrentadas y no contraproducentes,
aquiescencia o tablas
en vértice voraz: complejos.
"Lo paralelo, nido de la saciedad,
o de colapsos con resultante en niño,
y lentejas, como para que no desees."
-Sí, pero ¿qué pedir?
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(23/07/2007)