29 de marzo de 2010

Mínima descripción

Dormí poco: me costó, y mucho, despertar. A las doce sonó el despertador, y mis párpados pesaban como una plancha tibia, abotargada. Sé que me volví a dormir, porque a las y veinte sonó el celular y contesté: y hablaba balbuceando. Sé que tomé la decisión de no dejarme estar, sé que mi esqueleto y coyunturas estaban magullados, escarnecidos, por las pocas horas de sueño, sé que caminé a los tumbos.

Inmediatamente prendí un cigarrillo. Así, violencia al cuerpo todavía dormido. Y luego otro, y otro. Cosa de entrar en la realidad. Preparé un mate, leí blogs como pude: inercia de ponerse al día, de ver qué se ha hecho; como una ocupación a ciegas.

Y llego a la una y cuarto, todavía con el mate, y escribo, cuerpo pesado.

Prendo un cigarrillo. Escucho un trío para clarinete, violín y piano de una tal Galina Ustvolskaya. Galina...: ¿Gala? Descargué de aquí el disco en el que está dicha obra. Leo en la Wikipedia en español y compruebo que, como en el caso de otros artículos de compositores del XX, se lista de un modo muy exhaustivo y prolijo lo producido por la rusa. (La rusa, la soviética...)

Hace calor. Corre brisa por la ventana, aparta dulcemente la vieja cortina, la casi transparente, agita una bolsa vacía, de papel, que está sobre la mesa. Siempre la brisa, cuando me da en el cuerpo, digo, me rejuvenece. Quizás ésta, si hubiera durado más, me habría terminado de despertar. Sé que una buena ducha puede obrar maravillas. Pero escribo, escucho, tomo mates, fumo.

(Todo: con la boca ligeramente abierta, descalzo, cruzados los pies, allá abajo de la mesa de la computadora. De repente se me ilumina un poco más el ángulo de la habitación que tengo enfrente, corre la brisa de a ratitos, como jugando, algo se alegra. Pero mi gesto sigue siendo torpe, mi boca sigue entreabierta, demoro el mate, el pucho.)

Cuesta desentumecerse. Sobre todo si uno permanece así, quieto, sentado, apenas tipeando. Me desperezo un poco el morbo. Tipo siete de la mañana andaba despierto, y desayuné un poco con sándwiches de miga de verdura y una coquita del lugar. Me había costado dormirme. Acá se quedó anoche Tal Gabu; durmió en el suelo, no sé cómo hace. Se quedó jugando un buen rato, lo de siempre, en FICS; según supe después se pegó un baño y se fue a trabajar. Realmente no sé cómo hace, sólo dos horas de dormir.

Pasamos toda la noche hablando boludeces, cagándonos bien de risa de Fantini y su modo de hablar ('catedraticus cordubensis'), mientras él intentaba ganar y yo le leía de sociolingüística. Pero las fiestas se acaban.

Ahora el cuerpo, resentido ("ya no estoy para estos trotes", dijera la Babía), tiene que amoldarse a los días de hacer cosas. Dejar de pernoctar. Me huelo un poco el chivo y tomo la decisión: corregir esto, bañarme. Lunes otra vez.

(Ser agradecido con: la brisa, algunas lunas...)

28 de marzo de 2010

Esas raras composiciones nuevas

Tengo muy abandonadas estas Anotaciones-... Nada que contar, nada que registrar. ¿Será que eso, al cabo, es la escritura: un actualizar la práctica rutinariamente, y lo que gusta -si es que lo hay- de uno va siempre deslizándose a pesar de esta sensación de esterilidad?

Sigo poniendo cosas en La lección... Está bien eso de decir "poner" (como incrustar), porque esos poemas, más que escritos, son fabricados, elaborados cada tanto, cuando la urgencia de escribir es irreflenable y, más allá de que salga algo ilegible o mero barullo (son muchas las veces en que esto sucede), se las fabrica y se las espeta (se las "pone") en el blog.

Para cambiar de tema, digamos que me he hecho descargador habitual de los discos que lista música del siglo XX (link acercado por Isaías Garde). Fui violinista de los ocho a los diecisiete. Por decirlo de algún modo, mis ochenta fueron sólo música clásica: no sólo porque la escuchaba, sino porque "había que" despreciar y denigrar toda otra música (léase "la música popular"). Elitista, era la época de transición entre los vinilos y los cassettes, y cada tanto me iba a Olocco y me agenciaba algo. Y poco había, y era costoso, de esos extraños compositores contemporáneos, por más que varios ya se hubieran muerto, los de 1900 en adelante.

Así que yo tenía mi preciado vinilo de Gidon Kremer tocando el concierto de Alban Berg, y supe amar esa suerte de sentida, dolorosa exasperación. Otro mundo. Pero, como dije, no había plata para comprar a lo loco, y además se conseguían muy pocas cosas de "lo nuevo".

Por más que haya dejado de tocar el violín, por más que haya descubierto y luego amado la música popular (pero: siempre estuvo ahí, de algún u otro modo, inevitable, y a fin de cuentas entrañable), quedó de todos modos esa nostalgia por oír la vanguardia erudita. Y ahora, gracias al cablemodem y demás, las tengo. Con el agregado de que ahora los títulos más bien sobreabundan.

Fumo. Escucho uno de los tres discos de obras orquestales que tengo de Ravel. Tres discos son una enormidad: ¿cuándo sabré esta música del mismo modo ('par coeur') en que sabía el concierto de Berg?

(Me acuerdo de repente de la Conferencia sobre nada de Cage, eso de creer que "se tiene" la música, y desconfío de mí mismo y de la mar en coche.)