24 de febrero de 2011

La Fabi, libros

Fumo. Caliento una pava. Escucho Información celeste. Había puesto el disco (no lo tengo muy escuchado que digamos), y lo vuelvo a poner, ahora, para que acompañe, alimente la escritura. Hace un poquitín de frío: está bien nublado, llovizna de a ratos. 

Tengo prendido el ventilador: las gatas me vienen cagando de hace días abajo de la mesada de la cocina, y no limpio. Apenas me doy cuenta del olor, pero mi vieja, que acaba de irse, lo hizo porque no toleraba mucho que digamos "el aire malsano" de mi depto. No puedo decirle nada: ella nunca aceptó mascotas adentro de su casa, y de ahí vengo, ahí me crié, por lo que me doy cuenta por las que pasa cuando está por estos lares. ¿Pero limpiar? ¡Si hay que leer tanto, si hay que escribir, si hay que hacer tantas cosas que son mucho más importantes que levantar la mierda de mis mascotas! 

Ayer me fui al centro a por libros. Me hice del último de la colección de la Highsmith que está sacando la Ñ ($19,90), y me compré Carrera ($10,00) y Bustriazo Ortiz ($25,00). Me gustó mucho más este último, la verdad. No digo que Carrera sea figurita repetida ya, pero, al lado de Bustriazo Ortiz, se me hizo más bien, en la comparación,  un "deslavazado", un demasiado "suavecito" posmo bah. Al de la Highsmith lo acumulé, lo adosé a los demás que tengo de ella, ahí en un estante de la biblioteca. No es que me cope mucho su prosa (que encima está traducida a un castellano neutro bastante soso), pero algunas de sus historias y sobre todo los personajes están más que bien, son llamativos, atractivos incluso. 

(En El Espejo -que es donde me agencio principalmente la poesía que compro- me llevé una sorpresita: habían puesto Claves y armaduras entre los libros  de la sección del género. Libro que nació muerto, muy malparido, esperemos que ahora encuentre uno o dos lectores del ramo que se interesen por él.)

A propósito de estar escuchando Información celeste. El otro día, cuando me tomé el E al centro, me encontré con una amiga. Nos sentamos juntos, y al toque nos pusimos a charlar de cualquier cosa. No sé por qué se mencionó (¿fui yo el que lo hizo?) a la Fabi. Mi amiga le tiró mierda de arriba abajo: "qué se hace la rockerita", etcétera. Yo la dejé regodearse a sus anchas en esa su crítica virulenta del momento, pero me quedé pensando en los que hablan desde el estereotipo, desde el 'vox populi'. A cada punto que ella tiraba yo pensaba "para mi coleto" que no era así, porque no era lo que efectivamente experimentaba como oyente habitual de la cantante. Como eso de decir que la Cantilo no compone las canciones que canta, por ejemplo, cosa que cree y propala a cuatro vientos un guitarrista amigo mío, cosa que -tuve que googlear, "falsar" la información- no es cierta. Leyendas y posicionamientos urbanos, en fin. 

Prendo un pucho. Comienzo el segundo mate del día. Marcelo "me obligó a llevar", ayer, una CBSé con yuyos. La verdad, no es tan asquerosa. ¿Apóstata de la Cruz de Malta? ¿Converso de necesidad y urgencia? A lo lejos, por la Agustín Garzón, se oye una sirena. Voces en la vereda, que pasan. Retomaré Bagatelles pour un massacre, comenzaré Locus solus (ya leí el prefacio de-no-sé-quién), me iré, quizá, con un libro a la cama. Siesta para retozar, siesta para chivatear serenamente en casa.

22 de febrero de 2011

Ignoto Braxton

Saxo que más bien improvisa por lo bajo, sin demasiado volumen, creciendo, desarrollando la cosa muuuy lentamente, pasándole a la percu (¿o acá "quién manda"?) pautas de cuándo subir, cuándo bajar, comandos, instrucciones de vuelo, Veiravé. Pista única, de 1:01:44 hs., el cuarto disco, "Invention 8207 PM", género "jazz", me informa el Rythmbox.

Me llevan y me traen, estos sonidos, digo -frases de a ratos interrumpidas y vueltas luego a enfocar, relacionando-; asisto a un sumergirse lento, costoso, en-pos-de-no-sé-qué, sonoridades "no convencionales", aun cuando quizás haya mucho de pautado, de estipulado, cosa que ignoro, de última, no charlé con ninguno de los dos músicos, su mundo.

El (cuádruple) disco se llama Old dogs, y lo acercó Ignoto Transversal, a estas alturas imprescindible e inevitable proveedor de los disquitos más copados de la zona, incurable melómano a cuyo altarcito seguiré contribuyendo, difusión. Anoche nos descolgamos chateando hasta las quichicientas, y todo a lo largo del día de hoy he estado desplegando este universo sonoro -y hay hasta emociones "trabajadas" por estos dos músicos, no se crean- de un disco múltiple, disfrutando, y básicamente asistiendo a él, primera escucha.

No, Ignoto estimado: Anthony Braxton no es indigesto; la pifian los que ello dicen. Lo que pasa es que él, en estas cosas al menos, no está haciendo precisamente un standard. Laboratorio experimental: así lo veo. Por ahí le estén investigando el isótopo más inquieto al jazz de inicios del XXI -propiciando, ¿por qué no?, tales estudios tan trascendentales con una sobredosis ritual o bien bien química, y forzando así los límites habituales del Arte mediante las percepciones otras; o mediante alguna otra dieta o ascesis, como un buen combo de vegetarianismo y yoga; o alguna especie de misticismo, en fin, alcanzado luego de décadas de esfuerzo-; por ahí lo estén aislando, digo, y amarroquen los herederos, de algún u otro modo, cuando todos pasemos a ser neobonobos y la única música valedera sea el free jazz. Por ahí no.

20 de febrero de 2011

Dos pasitos para atrás, uno para delante

Leo un poco más de Bagatelles pour un massacre, de Céline, en el pdf pirata que me bajé desde el link que facilitó Bardamu en Mínimas. Comienzo a darme cuenta de que el proyecto de traducción que he encarado de este panfleto (fragmentitos del cual se vienen publicando en mi recientemente inaugurado blog de traducciones del francés) me está medio que superando. Bien veo ahora, luego de unos pocos días de laburar en el proyecto, que me falta método de trabajo, de conocimiento (histórico y teórico en general) del contexto y ambiente en general en que se publicó por primera vez el libro (es decir, 1937), de la Francia de la preguerra, digamos; de cuál era el "estado" de la literatura francesa de la época, por caso; cosas como ésta (o el saber básicamente en qué grado se daba el antisemitismo o el probelicismo en Francia en esos años: si lo de Céline fue un intento aislado o si tuvo repercusión por había quiénes receptaran positivamente estas ideas) hacen que este trabajo no sea lo más fructífero posible.

Me dirán: "bueno, es positivo que por lo menos haya un primer acercamiento, por más provisorio que sea, a lo que está proponiendo Céline con su panfleto (proponer: calumniar, desacreditar "al enemigo" odiado, y fustigar, enardecer "al amigo" demasiado inactivo, básicamente), algo que permita que el que no lee francés pueda enterarse al menos de qué se trata, por más que lo que se le presente sea un esbozo, incluso torpe, basto, en estado bruto".

El problema, pienso ahora, es que, si inicialmente hubiera tenido en cuenta que lo que interesa sobre todo (en lo "coyuntural") son las ideas, el qué de este y los otros panfletos de Céline, y no tanto el cómo (su lenguaje, la forma verbal), habría encarado esta tarea de traducción -autoimpuesta e interesantísima por lo demás- de otro modo.

Está bien: fui demasiado al matiz, a la frase, al giro coloquial, y encima empecé desde el primer párrafo del panfleto, en vez de elegir secciones "picantes", "candentes", en lo que hace al interés de nosotros, lectores y/o intelectuales argentinos del 2011 (en relación, digo, a la decisión del gobierno francés de anular la celebración su en país del 50º aniversario del fallecimiento de Céline, y al debate y reflexión que dicha decisión generó).

Intentaré equilibrar las cosas: elegiré fragmentos "significativos", cuyo contexto y marco dentro del original comentaré acá en Anotaciones-... Queda, entonces, una primera partecita ya hecha que me da el tono general, cierta pauta de trabajo (sobre todo en lo que hace a ir "diseñándole" a Céline cierta manera de hablar, cierto tono -emotivo, pasional- de voz, en mi castellano -argentino, cordobés-), y que de paso me ha dado cierta noción básica, al traducir dicha partecita, de qué se trata esto de verter un texto cualquiera de un lenguaje a otro un texto, cuáles son mis limitaciones, mis circunstanciales carencias, qué tope conviene que me imponga.

A los ponchazos, "vislumbro" hoy, se hace el traductor: tal como el escritor, la habilidad (y posterior chispa, que puede que no se alcance nunca) la da la insistencia, la práctica, el buscarle la vuelta, el hacer muchísimas traducciones hasta que, gradualmente, costosamente, se llega al oficio. Hoy por hoy, imagino el asunto así. Encima, no soy, ni mucho menos, traductor titulado, y encima estas cositas que he hecho son mis primeros palotes en el terreno. Veremos cómo (si) sigue.

19 de febrero de 2011

O del asombro

"no terminará nunca es infinita es esta riqueza abandonada"
(Edgar Bayley) 

Me está gustando mucho El Cuarteto De Nos, sus letras. Me bajé Bipolar y Raro, creo que de Taringa, y ahora estoy escuchando, una vez más, el primero. Van a ser las cinco de la tarde. "Santa, mi madre", dicen o se sospecha que hay que decir: me trajo, gloria, si las hay, de la cocina criolla, pastel de carne. Mi estómago se retorcía de placer: medio que me atraganté con la bendita porción, a la vez que soñaba ya con la próxima vez que me trajera de nuevo esa delicia.

El verano comienza a despedirse. Otolio nota que vuelven a cantar las aves. ¿Pero dónde está Otolio? ¿En la República Checa? ¿En España? ¿Dónde es ese pespunte de calor, de renacer? Cosas como ésas hay que percibir. Está bien, hace a la esencia de la poesía. Pero sobre todo, hace al darse cuenta de que la vida tiene también de eso: de disfrutar de cosas chiquitas, de no olvidarlo, de no olvidarse. Como la brisa más bien fresca que me llega de la ventana, atrás, y que me indica eso: que el verano, una vez más, tiene que partir.

(Rutinas que llevan a achicar, a achinar la mirada. El diario trajín y sus dolores, su dureza, su crueldad incluso: partes también de la cosa. A veces hay que hacer todo un periplo para volver a lo valedero: "vuelven a mí las cosas esenciales" (viejo y querido verso de García Lorca). Periplos o rodeos como que a ciegas, que consisten muchas veces en andar como un zombie, en automático.)

Leía hace poco un poeta llamado Claudio Rodríguez, unos pocos poemas suyos. "Qué asombro y qué disfrute, qué palabras rozagantes, nacidas de una experiencia bien plena...", pensaba, al leerlo. Un nombrar colmado de percepción, de experiencia sensible, bien palpable. Eso me llevó a pensar en mis propios poemas, en sus típicos estados de ánimo, en sus dos o tres tonos preponderantes; y me decía: "mis poemas: insignificantes, tristes, apagados, resignados y chiquitos; u otros, que se desaforan en el sinsentido, en una verbosidad que se pretende descoloque...".

Pero cada uno de los que nos dedicamos a escribir bien que tenemos mucho de particular, de biográfico, de propio. Podemos admirar y asombrarnos ante otra voz, ante voces que hablan desde otros mambos. Generalmente no es el nuestro; o no es el mismo por el que estamos pasando nosotros a la hora de haberlos leído. Y eso a veces conduce básicamente a estar muy solo, muy aislado, hasta alienado (verse así, sentir que se está ahí), como escritor. Me ha pasado: leer por rutina, por "obligación", por ocupar el tiempo, por querer olvidarme del tiempo, de las cosas, del mundo más allá de la puerta, más allá del libro...

En todo caso, por estos días intento atender a lo que late en los escritos de lo que voy leyendo: quién o qué es, qué voz "propia", qué alguien particular está hablando, el tono. No pasa por "respetarla" sino oírla un poco mejor, un atender a lo que de personal (lo que de última de rico, de valioso) tiene. Desde qué momento de su propia experiencia (padecimiento, asombro, aburrimiento, hastío, distanciamiento, apasionamiento, bronca, recelo, vacilar, admiración) está hablando. Cada 'pathos' particular.

18 de febrero de 2011

Ahora tengo un blog más, muchachos

Bueno: estoy, por una vez en meses, entusiasmado. Es por lo que comentaba en el post anterior: Bardamu facilitó los textos (en francés) de esos panfletos de Céline de los que mucha gente ha hablado y que, quizá, no tantos han leído. Y hacía falta un traductor. Y me presté: inauguré Traduciendo franchutes, un nuevo blog mío, que ya tiene unas muy modestas tres entradas (este post mismo funcionaría al modo de los nunca bien ponderados "A mis inicios": como traductor) y en el que quiero ir poniendo traducciones mías del francés. No sólo de Céline, ojo. Pero por ahora él.

Proyecto largamente acariciado, casi que metódicamente postergado, traducir. Estoy por terminar el cursado de francés que brinda la Alianza Francesa acá en Córdoba, y de hace tres o quizá cuatro años que vengo sacando cosas de su Mediateca y leyendo, mal que mal; y a veces no entiendo un joraca y luego, poco a poco, le voy encontrando la vuelta, hasta el punto de haber establecido en mi rutina diaria un training de lectura en francés. Todo, básicamente, para leer esa literatura; pero también en vistas a traducir poesía, "el ideal".

La idea que se me hacía era que tenía que seguir leyendo. La naturaleza de la literatura hace que, por ejemplo, la poesía en otro idioma tenga otras mil sutilezas y "secretos" que no figuran entre los de la poesía en castellano. Como a aquellos de los que estoy anoticiado más o menos en mi idioma les había agarrado un poco la mano mediante leer lo más que pudiera, tozudamente, empecinadamente, imagínense cuando me di cuenta que la literatura francófona en su conjunto, y la poesía en especial, eran como un territorio con otras plantas, con otras bestias, hasta con otras piedras y ríos.

Así que venía postergando el traducir.

Pero con este asunto de Céline medio como que me sentí hasta urgido. Yo, viejo lector de Nietzsche, que había (glosándolo) contemplado largamente la faz de ese monstruo hasta que el mismo monstruo empezó a urgar, él también, en mis entrañas (y claro, lo mandé al ocote, nada quise saber, por mucho tiempo, del loquito), yo conocía esas explosiones, esos odios, esos paroxismos exacerbados: mucho los había "aprendido" en el alemán, mucho "me tocaba" eso. Y ponerme ahora a leer Céline, y percibir las mismas oscuridades, los mismos paroxismos, el mismo desatarse para el carajo, bueno: ahora estaba tranquilo, ahora sabía que eso es desenfreno mal; que es, básicamente, un desatado, delirante querer hacer daño, algo imperdonable.

Ahora, digo, puedo mirarlo con frialdad. No, no es "frialdad" la palabra. Ahora, digamos, puedo leer a Céline con los pies en la tierra. Escucho ese delirio y sé que está falseando, caricaturizando mal, deformando y mintiendo; que la imagen del mundo que Céline nos propone no es la más ajustada a la realidad ni mucho menos, y que, tomada al pie de la letra, creída, vivida, es nefasta.

¿Pero cómo "tapar" un libro? Está bien: simplemente se ha decidido no reeditarlo. Pero la ignorancia, el desconocimiento, el hablar por hablar, el creer que Céline es un Cuco o un Monstruo de la Crueldad, sin leer, sin analizar, sin desmenuzar sus argumentos (que, personalmente, puedo decir que son más bien risibles, en el fondo), no sé si dicha posibilidad es preferible. En todo caso, iré ofreciendo a los lectores (no prometo el libro entero: hago estas cosas desde el entusiasmo), por pequeñas entregas, fragmentos de un pdf al parecer pirata. No digo que cumpla con un deber, exactamente. Pero la difusión de este material (absurdo, despreciable, risible) me parece mejor que su ocultamiento, que su negación.

16 de febrero de 2011

Un asunto de estos días

Bardamu ha facilitado, en Mínimas, cuatro links de donde se pueden descargar los panfletos antisemitas de Luis-Ferdinand Céline. De estos escritos (libros, de última) se ha discutido mucho en los últimos días en los suplementos literarios (la causa: los 50 años de la muerte del escritor, y la decisión por parte del gobierno francés de no celebrar nada, debido a las protestas de grupos que afirman que se hubieran sentido afectados, agredidos, de haberse instituido dicha celebración), aunque me da la impresión, y a Bardamu también, de que pocos los han leído, al menos por estos lares -periodistas, lectores en general-. Luego de cruzar un par de comentarios, me puse a leer Bagatelles pour un massacre, evaluando si lo traducía, algunas partes al menos. Pensé, motivado, en abrir un nuevo blog, uno de traducciones del francés, no sólo de Céline, que en lo futuro iría albergando cositas extraídas de lo que fuera leyendo.

Bueno: ya leí 37 páginas de un pdf con un total de 220. Y la cosa me genera emociones un poco cruditas, algo que me cuesta procesar. Quiero decir: me abruma por momentos ese delirio paranoico -¿y si entrara en su lógica?-, me causa gracia, otras, el tono, entre pueril y patético, absurdo, del antisemitismo de Céline y de sus ideas en general (habla de arios y de judíos; detesta la democracia; critica fuertemente el comunismo ruso; cree, en fin, que hay una conspiración universal), me pregunto, en fin, si vale la pena traducirlo. El lenguaje de Céline hace estallar los significados y las pasiones, precisamente porque no es un lenguaje por el lenguaje mismo. Eso, que invita a rechazarlo, también atrae en tanto lectura, atrapa, como una araña de crueldad.

Bueno sería, me digo entonces, poner a disposición de los eventuales lectores el motivo de la comidilla de los suplementos culturales, lo que, de última, generó el revuelo, aquello que, sugieren los periodistas pero sin que lo podamos evaluar nosotros mismos, es "algo muy malo", "algo indeseable", "algo totalmente repudiable": algo que básicamente no ha sido leído. Digo: si Alianza publica, entre otras cosas de Nietzsche, El Anticristo y lo tenemos a mano para leerlo, analizarlo, criticarlo y hasta para mandarlo a la mierda, no veo qué mal puedan hacer estos textos más que intentar proponernos una versión delirante de un antisemitismo grotesco del que bien podemos reírnos. Céline odiaba un Cuco Universal y Siniestro: su paranoia no tiene por qué ser la nuestra.

10 de febrero de 2011

A partir de Salinas


a Carolina Robles 

Tres de la mañana. Escucho Codebook, disco de Rudresh Mahanthappa. Un saxo desenfrenado, explorador, un poco frenético (pero sabe calmarse), que ahora da paso al piano. Jazz, claro, del -supongo- contemporáneo, uno de tantos discos que ofrece, laudable difusión, el blog Toy enojau. El que lo mantiene, si no me equivoco, es de la Patagonia. De algún lugar de la Patagonia, inmensa porción de la Argentina, reducida a palabra.

Hoy mandé carta a Bariloche. ("S. C. de Bariloche", rezaba la dirección postal que me pasaron.) Me costó $2,00. Si le hacía "seguimiento por internet", el costo subía a más o menos $13,00. Dolorosa diferencia. La carta fue escrita a máquina, de un saque: dos páginas, anverso y reverso, para "las chicuelas", en las que les contaba pavadas, naderías, cosas de un tío que, créanlo, se había puesto sensiblero. La recibirán -quizás- a mediados de la semana que viene; puede que no respondan, aunque seguro se ufanarán, ante sus amiguitos de la escuela, de haber recibido carta de Córdoba.

Lo que me impulsó a escribirles fue el haber estado leyendo anteayer el primero de los cinco ensayos agrupados en El defensor, de Pedro Salinas. Prosista de asombroso vuelo, de él sólo había leído, hasta ahora, las poesías. El ensayo del que hablo es una apología de la misiva personal, la de cuando el tiempo (dice Salinas, contra el siglo XX) no apremiaba. Estos cinco ensayos, que defienden cosas referidas al idioma y a la literatura en general, fueron publicados por primera vez en 1948, si no se equivoca mi retentiva. Son una creo que duradera lección de manejo ejemplar del español y de sensibilidad y humildad admirables en el planteo de los problemas de que se ocupa el libro.

Fumo. Hará media hora que terminé de leerlo. Son las tres y media de la mañana. La temperatura, los últimos dos días, bajó, no mucho pero sí significativamente. Ahora mismo tengo puesta una remera, cosa que hubiera sido insólita en mí hace tan sólo un mes, por más que siga con la costumbre y disfrute de andar descalzo por la casa. Una brisa chiquita me llega de la puerta, que está a mis espaldas, abierta, hasta nuevo aviso -otoño, vendrás-, a la noche. Apenas si pasan autos por la Agustín Garzón, y las gatas dormitan. Silencio para la música.

Silencio... Por eso prefiero la noche, para hacer mis cosas, digo. Dieguito últimamente espera el sueño con un devedé de El Chavo. Antes, la tele: el noticiero, los programas de chimentos. Pero lo peor es cuando le caen los amigos: al cuarteto, sabe o cree saber, hay que escucharlo al mango, esto es, a todo lo que dé el equipo (y tiene, me cago en Dios, uno bien potente). Así, el bajo hace vibrar los vidrios de mi ventana, hay que escuchar, sí o sí, letras melosas o arrepentidas, y uno apuesta por la esperanza de que la cosa no degenere en juntada hasta las seis de la mañana.

Fumo. Pienso en algunas cosas que leí en Salinas. Él usa la palabra "espiritu"; dice, por ejemplo, "las cosas del espíritu". En 1948 el empobrecimiento de la vida cotidiana, la de la ciudad moderna, ya se veía venir, y la de Salinas es una lanza rota en pro de detenerse a pensar, a mirarse uno mismo, ver cómo está viviendo, hacia dónde (casi que desesperadamente) corre y se desboca. Hoy estamos al cabo de ese movimiento que asustaba al ensayista o, al menos, si la cosa puede llegar a agravarse aún más, la misma ya se profundizó con arrolladora masividad. No tener yo tele es, por caso, algo que anonada (el verbo, créanme, está aplicado correctamente) a muchos que de ello se enteran. "¡Cómo hacés! Yo no podría..." ¿Para qué? ¿Para repasar Los Simpson todas las tardes, rito desganado?

Celoso cultivo de la soledad: la noche me permite abstraerme en el libro, en la melodía, en la escritura. Dice Salinas, en el 1948 en que publicó esos cinco ensayos tan llevaderos, que la gente alegaba no tener tiempo para la lectura, más, no tener tiempo, así, a secas. Me quedo pensando en cómo es la cosa ahora. No quiero hablar de los que trabajan 12 horas o más: son una parte de la sociedad, importante como todas, pero parte al fin, y la dicha sociedad es mucho más variada de lo que nos propone la mirada acusadora de los reivindicadores pareciera que sólo de lo que los hace disfrutar de enardecerse, como dice uno de los heterónimos de Pessoa, no recuerdo cuál. (No obstante, el argumento, la imagen, se me presentaron a la mente, y no puedo dejar de dar cuenta de ello; de no ocultarle al lector, digo, los variados y a veces rimbombantes fantasmas de mi -Dios, tendré que escribir esa maldita palabra- "imaginario".)

Pero ¿es necesario intentar pensar (¡y en pos, encima, de la posterior acción!) en por qué no se lee lo suficiente? (¿Y cuánto habría que leer, para empezar?) Más valdría -es, con menos humos, lo que a mí me sale hacer en estos casos- ir rescatando casos puntuales, ejemplos, historias de que me haya ido enterando. Para volver a lo de arriba: Dieguito, mi vecino.

Creo que no hay un solo libro en su casa. Creo que le resulta demasiado duro, hasta doloroso, por lo que tiene de esfuerzo muy poco habitual, leer. Habla a como salga, y se avergüenza de su incultura: porque están los que son como él, los amigos, con los que habla con desenfado, alegre, distendido, y está la gente "importante", la otra, ante la que baja la cabeza y se atonta ("disculpe"...).

Con respecto a los libros, entre él y yo se abre un abismo enorme: el que abarca los respectivos tiempos de vida. Da la idea de que por siempre andaremos por vías paralelas, sin demasiados lazos de entendimiento entre nosotros que digamos; o, más bien, que lo que podemos compartir se reducirá casi que indefectiblemente al intercambio banal, efímero.

Nadie puede decir qué es lo mejor, así, en sí, o para todos. Mientras leía Salinas pensaba: "¡cuánta razón tiene el guaso, y qué claridad con que defendía sus ideas...; y qué valiosas que se me hacen...!". Pero la realidad arredra. La realidad es una sociedad que obliga a la mayoría a embrutecerse y a perderse su dignidad por el culo, sólo porque los negocios tienen que seguir funcionando, generando la mayor cantidad de guita posible, y esquilmando, por eso mismo, la vida misma de dicha mayoría. Estos días estuve leyendo algunos suplementos y revistitas culturales, y la sensación permanente que tenía era que los redactores evitaban cuidadosamente la crítica fundamental (aparte de que lo suyo no tenía mucho de crítica que digamos): la que tiene que hablar teniendo en cuenta el paupérrimo sobrevivir de la mayoría, que queda así apartada de libros, de discos, pinturas, etcétera.

Dirán que de fondo, y muy torpemente delineada, y reductora, subyace una mirada marxista a la cuestión. Pero no sé si es privativo de la teoría marxista el ponerse a pensar que si mi vecino no lee libros es porque, de algún modo, le dieron cero oportunidad y preparación para apreciarlos.

No quiero tener última palabra en esto. Son cosas que llevan tiempo, pensarlas, digo. Vuelvo a acordarme de las minorías lectoras de que hablaba Salinas. El siglo XX se llevó por delante muchas cosas, unas buenas, otras malas, y algunas que ni fu ni fa. Elias hubiera hablado de los efectos no deseados propios del desarrollo de las civilizaciones, efectos que, por otra parte, se han dado desde siempre y que, por lo que parece, son inevitables. Yo, que escribo, pienso que me he dejado muchas cosas afuera en este más que precario análisis. ¿Cuántos, me pregunto para cerrar, serían capaces, en la vorágine que es internet, de ponerse a dialogar con esta entrada (dialogar con un texto: leerlo con perspicacia)? No digo los lectores habituales de blogs, y menos aún los bloggers de oficio. Pienso en toda la gente "neoanalfabeta" (término de, nuevamente, Salinas) que pasa horas y horas navegando, y que en cuanto ve prosa larga sale corriendo, cliquea. 'Quaeritur', diría Nietzsche.