28 de diciembre de 2009

Al voleo

Salgo a fumar. Leo cuidadosamente las instrucciones de lo que se debe hacer en caso de incendio. El calor es sofocante. La superficie de la estación de servicio no reverbera todavía, pero falta poco. De pronto pienso en esas películas en las que un auto llega a una estación en pleno desierto de Arizona, a la siesta: todos sudados, todos malhumorados. Apago el cigarrillo con desdén y vuelvo a la 4.

Un chiquito juega a los tiros en la 3. No tendrá cuatro años. Toma una Mirinda y cliquea matando. Más allá, en la 1, un empleado de Oca, apoyado el mentón en una mano pensativa, navega absorto. La 2 no funciona. Está sin andar de hace días, sin ser reparada.

Calor, entonces. Nikita volvió anoche a casa. La habían encontrado los vecinos, y la tenían en la pieza. Llegué a casa, a eso de las tres, tres y media de la mañana, y la oí maullar. Me puse a llamarla, y fue entonces cuando los vecinos me la devolvieron. Se había escapado la otra noche, y no tengo idea de por dónde habrá andado. Debo haber dejado una silla cerca de una ventana abierta, y se fue a curiosear.

Nikita es mi nueva gata. Debe tener tres meses, y se la pasa hinchando las pelotas. Anoche, mientras dormía, se la agarró contra mi único cactus. Desparramó toda la tierrita, jugó con la maceta, con los cactus. No ordenó nada después.

Piedra Limada enfermó. El sábado tuvo comilona con parientes. Ayer amaneció con un tremendo dolor, como un ataque al hígado. Con mi vieja sospechamos que es la vesícula. Anoche lo estuve cuidando. Llegué al galpón, lo encontré echado en la cama, vestido. No toleró quitarse las zapatillas. Cuestión de orgullo (como preferir morirse vestido, listo para el cajón.) Era un anciano dolorido. Se entredormía y en sueños se quejaba de a ratos, lastimeramente. Dormía boca arriba, roncando levemente. ¿Irá al médico? Hace más de un año que tiene un dolor en una de sus rodillas, dolor que por momentos es intolerable, y no va al médico.

Aparte. El nenito que está acá al lado le comunica a los gritos al padre que jugará a un juego que a este último no le gusta. Seamos mayores de edad para asesinar.

27 de diciembre de 2009

Llegó Nikita (próximo post)

"¿Voy al baño y vuelvo?", le aviso a la que atiende, acá en la Estación de Agustín Garzón y San Jerónimo, mientras veo cómo ella termina de preparar dos hamburguesitas para un gordo tremendo de remera y pantalón negros, anchísimos. "Síii...", entona ella, sin desviar su mirada de las hamburguesas. Ya confía en mí: anoche vine, y estuve más de una hora navegando.

Salgo, meo brevemente, vuelvo. El gordo tremendo está subiéndose a un remis estacionado a la entrada del drugstore. (Nunca digo "drugstore", pero busqué la palabra precisa; el bar de la estación habría sido más natural.) Vuelvo y me siento a la 3, mi compu; y de mi remera verde con motivos bastante desdibujados ya de las figuras de Nazca se desprende un vaho a sudor vencido, sudor de dormir seis horas a la tarde, con el calor que hacía, de remera.

Tomo una coca. Al volver del baño vi la no muy densa pero sí apreciable nube de insectos que copaba los faros centrales de la estación. Está nublado, creo que desde ayer, y el calor navega y nada por debajo de las nubes, y nos pegotea las ropas, y hace que deseemos bañarnos una vez más con agua fría, que por minutos bastante caliente sale, cuando hay sol. (Menos de veinte pesos por el gas, esta vuelta.)

Calor, entonces. El barcito de la estación, tiene, sí, su aire acondicionado, y se lo recuerdo a la chica cuando hablamos del calor; pero ella me recalca lo que es estar trabajando con el horno a full. Cada uno, su pesar; "nadie está conforme con lo que le tocó", cantó Silvio.


(Silvio. Sus canciones, que me emocionaban. Por puro amor enceguecido. Escucharlo, ahora, como repasando un marco de lo que fue, un sitio sin nadie ahora. Silvio, con sus rimas y décimas, con su voz finita, con su épica certera y su lírica amorosa arrasadora, sigue componiendo. A una ex-novia mía su padre le dijo, en pleno cumpleaños, que Silvio se había suicidado. "Ya no podremos creer en nada más", algo así me decía la Cuqui, mientras me miraba con ojos vidriosos, vidriosos también por las cervezas. Pero era otoño.)

No hay música en el barcito. La cafetera sopla de continuo, y la iluminación, penetrante, me enfrenta a una pared pintada de una especie de rojo. La Navidad ha pasado quemándome la UCP de la computadora y trayéndome un "chanchito" (dícese del equipito musical accesible, de forma y tamaño característicos) en compensación. Antes de venir, salí al patiecito central, con una de las sillas verdes (cuyo respaldo está remendado con piolín), la mesa ratona de la Abuela Mecha, agua helada (en lo posible), un vaso y los implementos de fumar. Puse Argentino Ledesma en el chanchito y me puse a mirar la noche. Las últimas lluvias habían quemado el foquito de afuera, así que todo yacía en una suave oscuridad, "y el espíritu de Jehová se cernía sobre las aguas"...

Al rato salieron los vecinos. Se iban a lo de la madre de la Nelly, y partieron como llevados por algo. Ledesma cantaba "Fosforeras, fosforeras...", y yo me deprimía de a poco. Ya había leído demasiado Bayer, ya había releído el librito de Ceferino Lisboa, ya sólo quería estar conmigo y tener, por fin, un pensamiento vacío, transparente, quieto, en lo posible sin ecos. La melancolía de los tangos no me embargaba. Y pensé: "ya no escribo; ya quedó atrás la poesía".

Algo queda: bajo el calor agobiante, saber del panorama de insectos bajo el foco de la estación, como un enjambre inhumano cuyos caparazones brillan y que secretan breves jugos que pronto se secan. No mucho más.

8 de diciembre de 2009

Testigos

Prendí un cigarrillo, una colilla. Me puse un pantalón y abrí la puerta. Ahí estaba el Testigo, inmutable, sonriente. ¿Pasaba porque es el día de la Virgen? Le recibí el folleto. Despachó rápido y continuó con los otros departamentos de La Vecindad.

Iba mejor vestido que muchos de sus colegas locales. Camisa celeste, como a veces se los ve en las producciones fotográficas de sus publicaciones. Bien peinado, sonrisa neutra, todo un empresarito de las almas.

Leí un poco el folleto. Flor de diseños a los que apelan. Claridad expositiva, muy correcta diagramación. Color de fondo: papiro nuevo. Naranja arena desierto.

(Pero yo espero a que sea Vicky la que caiga. Con su falda, con sus caderas, con su pecho rebosante y toda su edad apenas maduradita. Para decirle, confesarle: "sí, dame tu cursito semanal, vení de nuevo, así te preparo mate, así me hablás de tu perrito entre Isaías y Hechos, así vuelvo a hacer que te sigo, así te me declaro".)

3 de diciembre de 2009

Floreros

Me desperté a las seis de la tarde. Catorce o dieciséis horas de sueño (no las conté) me dejaron hecho una sedita: mejor que el sexo. Tomé a las apuradas un poco de agua fría. Uno de los estribillos de la narradora, a la que le basta simplemente enunciarlo para generar complicidad, es "el agua helada del fumador". La dispone en una jarra de metal, que ocupa un lugar preponderante en su heladera y que me gustaría que fuera mía, petisa y gordita como es, parecida a la dueña. Hace un tiempo que no la veo a la narradora. ¿Tendrá alguna nueva muerte que contarme? Porque ella disfruta de las necrológicas, y ríe y llora al comentar las diversas historias, marcando el relato con muecas de ominosidad que ya no me incomodan y que ahora considero hábilmente engarzadas. Tal ya está pidiendo pista, tal otro partió a devolver el envase: la Muerte, al contrario de lo que nos hacen creer los suplementos literarios, es tema omnipresente de toda comadre de barrio que se precie.

En todo caso, estaba sin cigarrillos. Tomé dos lithiun y un olane XR con el estómago vacío y evité la suave arcada que al tiempito llegó. Partí a comprar puchos y luego, ya en casa, desayuné: habían quedado algunos criollos de anteayer que estuvo Tal Gabu, y mastiqué algunos pasándolos con más agua helada. Procedí a comenzar a atabacarme. Todo: frente el monitor insomne.

(Es curioso: el monitor generalmente es "insomne" en el caso de que nosotros lo estemos. Debe ser que ahora son las dos de la mañana pasadas, que afuera es de noche ya de hace rato, que lo único que se oye es el meditar de la heladera, siempre variado.)


Después de intentar retomar El ser y la nada (de algo hay que morir, narradora), me fui a lo de Piedra Limada. Encontré el portón abierto, por lo que toqué timbre y entré. Al frente estaban los inquilinos, como despulgándose (es una imagen; pero los creo bien capaces): pachorra elemental del matrimonio y el cuñado, haciendo las horas de la tardecita a la sombra del muro. Pasé al fondo. Piedra Limada estaba con un tipo de mameluco que pronto se fue, y ahí nos dimos los dos a nuestra conversación variopinta de todos los días: a quién has visto, qué sabés de, primero, para luego hablar desde el lenguaje: rimas eternas y estúpidas con las que nos divertimos, sexo y recuerdos entremezclados, pasar el tiempo de un modo dicharachero y contumaz. Nuevamente me olvidé de alcanzarle el tomito que tengo de Nicolás Olivari. Me pregunto qué pensará de ese poeta patético que se deleita redactando (porque los redacta) pobres versos a partir de pobres heces, pobres desechos, pobres cosas.

Por eso, por lo que en los viejos libros se llama "espíritu de contradicción", al llegar a casa, y luego de lastrarme cinco buenas empanadas árabes que me agencié en el nuevo delivery baratongo que han abierto en la otra cuadra -era la medianoche-, abrí Olivari y leí.

¡Por el can! ¡Qué pedazo de porquería! El ritmo de los versos de estos poemas me revuelve el estómago. Me molesta que rime y que, por rimar, el ritmo de muchos de sus versos se vaya al carajo.

Habitualmente cada verso de Olivari presenta unidad gramatical, pero a veces escribe CUALQUIERA sólo por mor de la rima. Qué le habrá visto Güiraldes, que en su momento lo respaldó. Es feísta mal, el guaso: ésa es mi definición. Díganme nomás que tengo que situarme en la época. No, gracias; no quiero contemporizar (sí, elijo ese verbo) con el poeta. No quiero ser parte de la estafa de la crítica.

Estoy siendo tajante quizá de más, pero me parece que Olivari es un choto que la crítica rescató porque hablaba de la mala vida. La prosopopeya de sus versos es empalagosa, y eso hace que se vuelva bien rápidamente viejo. Prefiero mil veces a Paula Jiménez -¿cómo no preferirla, si escribe bien?-, aunque me pregunto si ella también, con el correr del tiempo, caducará, precisamente por la temática. No hablo de todo ella: apenas la he leído, pero su "La mala vida" la tiene infinitamente más clara.

En fin, no voy a hablar más de él. Hablar con claridad y precisión de Olivari (o de cualquiera) implicaría estudiarlo, y yo no estoy en hacer estudios de nada ni de nadie. En fin, convengo en que es un libro para otros: para Piedra Limada, por ejemplo.

(Yo que pensaba estar escribiendo un post más o menos rescatable, y el recuerdo de ese guaso me empaña el texto, me lo embola).

Me levanté de la cama, dejando caer el libro a un lado (tenía las piernas levantadas, apoyadas en una mesa ratona un poco alta, porque me duelen), y me vine a la máquina. Y me encontré con un buen mail de Kuy, quien, vaya a saber desde dónde en Buenos Aires, me contesta a uno mío de ayer. Tuvo la delicadeza de enviarme, antes, un texto, parte de algo que está escribiendo. Lo comentamos, y me puse a pensar en lo imperdonable en cada quien: eso que repetimos ciegamente en lo que escribimos, eso que nos gusta volver a oír de nuestros propios labios, y que será (eso, no otra cosa) lo que finalmente llegue a los otros, si es que nuestros textos duran. Y que es imperdonable, con lo que se vuelve ítem apto para la memoria.

Me gustaría saber cómo se llama el insectito verde chiquito que se extasía y brinca en la pantalla del monitor, sin poder abandonarlo. Mejor que el sexo.

18 de noviembre de 2009

Howland

Llovió, lloverá, Inx. Me desperté transpirado, quirquincho blando la nuca; acá en Córdoba brama a lo lejos el trueno. Abro la ventana al patiecito central -está a oscuras-, y veo las lajas todas mojadas, y una suave lluvia, que sigue cayendo. La cañería de los vecinos borbotea sin pausas, el ventilador distribuye el aire fresco que entra por la ventana, y ningún auto pasa por la calle. Ahora la intensidad de la lluvia crece, no mucho, y los truenos lentos, que se desparraman a lo largo del cielo, de sus nubes, vuelven a hacerse sentir.

Soy provinciano. Recuerdo muchos campamentos en las sierras; algo que no se repetirá, no fácilmente: estoy pesando casi 95 kilos, y levantarme del suelo está cada vez más áspero. Tampoco es que me la pase ahí tirado, despatarrado, Inx, no; pero aún quiero ser joven, quiero sentarme en las paradas, o atarme con chetura (otros dirán: con prestancia) los cordones, y ya cuesta. Más allá de eso: qué daría por sentir, ahora mismo, el aroma de una noche serrana, llovida, sin luces de ciudad, cobijado en alguna tapera.


Prendo un pucho. Te cuento que esta tarde me agencié Oda, de Fabián Casas. No dejaban de nombrar a este tipo en Diario de poesía, así que me lo compré. Precio: 32 (pero el librero me lo bajó a 30; debe ser que le compré Godino, hace cosa de diez días). Lo leí un par de veces, y pienso revisarlo cada tanto, porque quedé encantado con lo que trae: escenas continuas de una ciudad que por momentos dejan entrever un cariño parco pero palpable por lo que nombra.

Quizá me engaño, pero eso me sorprendió: una mirada feliz. No conforme, sino como que plena, o sin falsetes. Algo que escasea en mis versos, en los que, por el contrario, priman la pena, el malestar, la incomodidad.

Lección: no arruinar las cosas más de lo que ya lo están. ¿Será así? En realidad, lo que digo es bastante cosa de viejo, y quizá no sea necesario, aunque sí sensato. Y lo sensato... De todos modos, por estos días y por otra parte, no hay fuerza, en mí, para escribir nada. Nada debe ser dicho, por más que me embole. ¿La gratuidad? Una cartita para vos, colada aquí, en la ilusión de que quizá merezca hacerte parte de estas cosas. Vos disponé.

25 de octubre de 2009

Al paso del tiempo nada

tienes un mejor lugar
quieres un mejor dormir
ya no tienes cuenta en el Sol


Mientras empiezo a escuchar el primer cd del doble de Spinetta y Los Socios, al frente el vecino y los amiguitos de siempre siguen el Boca-River de hoy. Vengo de leer algunos articulitos de una recopilación de Bayer, y nada me queda en la mente sino que la historia sigue siendo la misma de siempre. Sí: muchos datos, mucha precisión, mucha cita. Horror distribuido, el de la información, de un tono ecuánime que hace que el asunto empeore y al mismo tiempo se disfrace. Chico Buarque cantará siempre su canción-misiva.

Prendo un pucho. Recuerdo a Amigo: sus senos turgentes, su pelito corto, su voz chillona y suave a la vez, qué raro. Estuve en Buffis tres veces esta semana, y me colgué cada vez más. Resultado: nada pasará, cambiaré finalmente de bar, delirio de las mozas/Musas. Porque la cerveza es mejor así, en mesas de contemplar gente pasar, de fumar en mesitas al aire libre, de acomodarse al paso del tiempo nada, pasatismo tranquilo.

Mi amiga me confirmó que sus sospechas de que andaba sidótica las elaboró en un cuelgue de lectura en la red. Tendría, por las dudas, que hacerme un análisis, esperar el resultado, no volver a apasionarme en la cama. Fue una buena discusión: ella, contraatacando, y yo, dándome cuenta de su técnica, volvía a centrar la deriva de palabras enojadas e impotentes. Total, sería gracioso que por media noche de sexo drogón me encontrara siendo posmoderno total.

Termina una canción y escucho los gritos de al lado. Qué bueno no tener televisor. Aunque la primera Paula afirme que me quedé "fuera del sistema" (sic), sé que voy bien. Total, miro, cuando paso por lo de Piedra Limada, cada día más extrañado las emisiones, todo Tinelli, todo la fama de los 15 minutos y menos tiempo aún, todo la publicidad de lo que tenés que tener, llame yá. Total, las grandes cuestiones de la política y de la economía no se discuten por tele, y la cultura que por ahí pasan se clasifica en términos de entretenimiento.

Domingo sin escansión, pero es canción ("¿serás tú mi magnolia para siempre?"). Hace dos días se levantaron tremendas ráfagas de viento terroso. Yo estaba en la Alianza, y cuando, en la pausa, salí a fumar un pucho, vi en la calle pasar a gente que entrecerraba los ojos y se los refregaba, y a mí me tocó también.

La gente en la calle. En el centro camina muy rápido; en el barrio, paseándose. El centro es lugar de paso, de trabajo, de oficio. Sólo la noche trae otro andar: salen los chicos (salen las chicas), se visten para seducir, para calentar, para histeriquear, tienen su plata contada y saben lo que pueden y lo que no. Gran promesa vacía, la noche: y en ese vacío, en ese girar como mariposas hacia la luz, se condensa un sentido de todas estas épocas y sitios. Yirar de luz.

21 de octubre de 2009

Y en busca de qué

Chateamos con Franco sobre nada. Franco se aburre: nada le interesa. Por ahí se generan silencios, y me lo imagino sin imaginarme, él, un rato más, sólo un rato más, para llenar el vacío. ¿Es vacío? ¿O es una insoportable apatía -sus vacaciones- que ara libros, que ara silencios, que ara mates? Eso fue ayer; y es como si dijera, con el anglosajón, mañana será lo mismo.

Ayer le preguntaba a Marcos si conocía a Godowsky. Tengo un único track de él, de un cd de una revista de muestras de novedades -"de"-, gallega, ella, un estudio o lo que fuere, a partir de Chopin. Me fascina. Como sé que mi amigo es de escuchar música clásica (allá en Atenas, ahora, en un barrio que me dice que más o menos equivale a Nueva Córdoba), se lo comento, lo invito a buscar, a pispear a través de la red o en alguna góndola. A vuelta de mail, me envía un site sobre el compositor. Veo las fotos. Aire francés de esa época, el de su peinado, el de su vestimenta. Acá está fresco, estoy en calzoncillos.

Una amiga me asegura que es posible que tenga sida. Claro que es posible, amiga. Cuando le empiezo a preguntar, vía sms, si es que se lo dijo el doc -está haciéndose estudios-, o si simplemente se colgó con algo encontrado en internet -hipocondría, ven a mí-, se desentiende, no contesta. ¿Y por qué no cáncer, o la lepra, che?

Fumo. Marcos me ha dicho que haga de estas Anotaciones -las últimas, digo- algo más elaborado, más armado, narraciones completas. No está mal la idea, aunque por ahora vienen saliendo así. ¿Las verá desestructuradas, las encontrará desordenaditas? Justo cuando logro que estas Anotaciones sean verdaderas anotaciones...

Fumo. Del pasaje se siente un perro. Pasa una moto, no sé por dónde, y luego un auto silente, por acá por el frente del depto. Un vientito arrastra un toque una bolsa de nylon -¿o es la gata?- tirada en el suelo de hace días. Se esparce con precisión el humo que se desprende del pucho, luego se deshace, no lo vemos más. Canta un pajarito breves gorjeos, o son dos, que se comentan las cosas de la mañana. La duración.

19 de octubre de 2009

Donde, mira por dónde, empieza en Pepper y acaba en Rescher


Qué bueno que Art Pepper haya hecho música; tenía que encontrarlo, hace más de diez años, grabarlo de casualidad, y escucharlo, escucharlo... Vi la colección, casa paterna de la Cuqui, pila de discos burguesamente clasificada en mueblecitos 'ad hoc' y que no tenía mucha pinta de muy ser escuchada -no, al menos, regularmente-. ¿Sería la de la Blue Note, alma quiosquera que nos conforma? Lo pirateé en TDK, o en Sony, no me acuerdo -épocas, aquéllas, de duplicar así, equipos de música con su obligada doble cassettera, ya no se ven(den)-, y así fue como conocí "Las cuevas de Mario".

Humor inagotable, el de Pepper. Vida ejemplar: la eterna campera de cuero, el infaltable puchito, heroína por una década -y ya de grandecito-, la cárcel. Su rostro, pose, estampa tan particulares: bares y la noche, soledad y la desazón, y, con todo, un ironizar permanente en esa música. ¡Y "Lost Life"...!

(Aparte. Mi muy estimado vecino, el Diego -¿honor a Maradona?-, puesto se había, con los dos amiguitos de siempre, a jugar un fulbito en el patio común. Pelotazos en las rejas de mis dos ventanas, gritos, risas, prepeadas amistosas; y la pelota, al techo.)

Leo la Antología, fumo irregularmente. Todo el día con libros: terminé de leer el de Bayer sobre Di Giovanni, continué con el manual. Proceso curioso, el del Canadá francés, el de Quebec: en tanto primera minoría, allá (a confirmar), los francófonos (¿y qué habrán hecho los autóctonos?: nada de sus lenguas se dice, o por lo menos hasta ahora -la 101- no), si mal no entiendo cómo es la cosa al norte del Norte.

Por la mañana, fui a lo de Piedra Limada, a manguearle algunos pesos. Al vago últimamente se lo nota más feliz que de costumbre; quiero decir: menos chinchudo (¡uf!). Planea comprarse un auto último modelo, y así, por fin, viajar rumbo a Misiones. ¿Qué le llama de ese lugar? (No provincia, no ciudad: el sitio.) ¿Los parientes que quedan de la tía? ¿Alguna viuda? ¿El paisaje? ¿La soledad prometida, el alejarse de todo esto ya: de Córdoba y su malhadada hija, de todos nosotros? Amenaza, amenaza, el viejo y decrépito pero aún lozano Rey.

Un trío sin piano: saxo, bajo y bata. La cerveza, hoy, se porta. Caminé tipo siete, hasta las vías, ida y vuelta, media horita, como para empezar, de nuevo, a hacer el recomendado ejercicio, doc. Las pastillas, la cerveza, el qué, me tienen desventrado feo mal. Pero está agradable la vida. Hace días que no escucho la radio. Para mañana y pasado decían de que hiciéramos huelga, quiero decir, no usar bondis, lo propalaban... Iniciativa "ciudadana" que malicio, claro, digitada. Como sabe decir Rescher: cada quien lleva agua a su propio molino (en este caso: político). Pero no sé. Y qué buen termo, Pepper.

18 de octubre de 2009

Contramantra

Toda la tarde con la Anthologie de la littérature québéquoise, leyendo ociosamente redacciones accesibles, cuadros de síntesis, selecciones de textos "representativos" (pero, Tam!, cómo no lo van a ser, qué inquina cultural, tenías que ser un leído), y preguntas y ejercicios para los chicos del norte lejano, tierra que no conoceré, pongamos.

Tengo un llavero de metal de por allá, regalo de un tío, que me contaba cómo andaba interminablemente en tren, de oeste a este o al revés; y por qué Canadá, por qué eligió ese país para hacer turismo, y no hace tanto, qué curiosidad.

Tomo ya mi cerveza-nochecita, fumo mi Philip Morris, le doy, una vez más, a Perros locos. La Molas es tía del Azul, y me retrotraigo en el tiempo para recordar cuando me trató de borrachín, hace muchos años ya, en el Paseo, encuentro casual, y éramos de un mismo ambiente, difuso y personal. Cuando escuché el disco en lo del Ger, le decía que me parecía una voz un poco fría, un poco "sin alma", como sabe decir Tim. Gerardo me destacaba la producción, los musicazos. Claro: lo escuchábamos en su tortuguita, y pocos detalles podían ser percibidos. Pero me lo prestó, y ahora, en el equipito, le escucho cada vez más la fruición posible. Como una calidez tranquila. Porque, sí, la voz de la Molas avanza cuidando cada detalle en la melodía, matizando, ardiendo lentamente, en el rescoldo.

Noche de niñitos, anoche. Juro que vi bolichear, cuatro de la mañana, a una nenita de diez años, pintarrajeada y ataviada a lo flogger. Ya nos batíamos en retirada, con el Ger, ante tanto espectáculo. Pero vino, salvador, un culo hermoso, enfundado en un jean negro que bien lo resaltaba -¿cómo decía Spinetta?: ¿"tengo envidia de ese jean / que sujeta para sí"?-, a sentarse al lado de mi rostro. Por eso, por lo demás. Por la estética de la mirada que deambula cuerpos vestidos, contacto a la distancia, intactos, a distancia.

Aparece la primera Pau, hecha una furia, en el chat, luego de haber sido saludada hace por lo menos una hora. No puede concebir que entre en contacto con ella, que le ponga "hola". Discutimos, pone mayúsculas, se tara. Su día de la madre termina mal. Me deja adrenalina latiendo. Escucho a la Molas en una triste canción, nada resuelto. Daño que nos hacemos los humanos, regusto por ensañarse, nada de pena, pena, algo de pena, nada.

Tenía que ser así, tarde tormentosa; algún rayo que se descargó.

17 de octubre de 2009

Como que transparencia

Tranquilidad de sábado a las siete. A lo lejos, la "endiablada chillería de chiquillos" de Jiménez: ¿a qué juegan? Pasa un auto cansino, acelera al superar la cuesta. Se siente de a ratos un ave, gorjeo como lluviecita.

La Marce cae cuando justo se estaba yendo mi vieja. Viene con el djembito, viene con su flequillo elemental, viene trepando la cuesta, piensa en nada. Nos saludamos. Charlamos, cocinamos: está muerta de hambre. Si hasta se compró, en lo de Belén, $2,00 de aceituna, y la vaga subía por la vereda mascullando un carozo, que se quitó morosamente de la boca para saludar.

Y cocinamos: milanesas, ensalada Tejedor. Estamos chochos: no nos salió mala la comida, es mucha, la hicimos bastante rápido. Curtimos Coca y hasta tenemos miñón. Y viene la modorra: la vaga se me instala en Magnolia, yo me echo en la yacija, Ponge y puchos. Al ratito -venía sonando el de la Molas- me entreduermo: y ya tiene que estar el cuarteto de la vecina, al tope, atravesando todo. Pero me entreduermo y sueño con la realidad.

Cuando despierto, todavía la Mar está navegando. Cebo unos mates, logro, luego de insistir un poco, despegarla de la compu, al rato parte para el Paseo. Me quedo leyendo Ponge, no me echo (me volvería a dormir), ya voy por la 147. Nada, escribo: siento la brisa en la espalda, ventana que amo tanto tener abierta, el cuarteto caducó, la bellaquería y el ave se callaron ya. Momento de la tarde en que ésta (el sol) comienza a desprenderse de su función lumínica, calentriz; momento de sentir, es lógico, un aire más ameno.

Fumo. Días de nada pasar, de atento al texto, disfrutándolo. Días de las cosas sencillas, las que se quedan bien quietas, ahí: como mi cenicero vincular (por decirlo de algún modo), como el platito con la vela, apagada, del otro sábado, y espera. O como mis zapatos de Van Gogh, que uso sin cordones. Como que transparencia.

Mí poka krédito

Leve dolor tortícolis incipiente hay que relajarse. Día no tan largo. Tomamos con la Mar una cervecita en la peato de la Ayacucho, después de que yo saliera de la Alianza. Antes, nos arrimamos un ratito a la Plaza de la Intendencia, donde había un recital varias bandas. Tanto hacía que no escuchaba música en vivo. Los bronces (tres saxos y una trompeta) leían sus arreglos de sendos atriles con partituras que el viento tiraba (¿y los broches, queridos? Hasta Fogwill los usa). La minita que cantaba, rubia linda, lo hacía bastante bien. Un poco de gente joven.

Pero no. ¿Sentarse en el cemento del suelo, no tener nada para tomar? La Mar quería quedarse un rato, yo tironeaba hacia cualquier bar. Así que transamos en una cuadra de distancia del recital. La Quilmes estaba más que aceptable. Declinamos las aceitunas a $8,00. ¿Teníamos plata? "Un poco", los dos. Siempre, y sólo: "un poco"...

Agustín me encontró una Antología de la Literatura Quebequesa. Tiene onda de manual de secundario, con mapitas, esquemas, cuestionarios, fotito de cada escritor. Una edición de papel lindísimo, en colores, qué envidia que me da. Compra asegurada: siempre tener Lengua y Literatura cuando tenés 15 ó 16, siempre tener que adquirir un manual, tentarse con el nuevo, con el recién horneadito, recién ordeñadito. Los chicos canadienses, la literatura "nacional": otro pasado, la misma cosa a odiar.

Por otra parte, también saqué un librito de Francis Ponge, prosa irónica, benévola o piadosa (no es esto lo que quiero decir), clara, y algún que otro poema. Lo tengo pensado leer dos o tres veces, en este par de semanas que viene, y no esquivarle al diccionario. Qué mierda que el traductor de Mars attaks (¿se escribía así?) no esté a disposición para abrevar de la literatura universal.

Pero salí a las seis y media de casa, y en realidad tenía clase a las seis. Y ya me estoy tomando un remis trucho en lo de los proveedores de droga del barrio (según murmura el vecindario). ¡E ir por Lima, con la demora que, a esa hora, la cosa implica!: total, le estaba vedado al vago ir por la 27. Y, en el recreo, me voy a fumar un pucho y luego voy al bar, y me hacen lugar las chicas-que-estudian-el-francés. La de al lado, que resulta llamarse Carolina, toma mi Ponge y lo hojea, y luego la Antología. Me entero que estudia gastronomía, y algo dice de que no se puede leer poesía en otro idioma, con lo que seguramente quería significar que no se la puede traducir. ¿Está nerviosa? ¿Se tilda en la vida? Conversamos un rato, mientras tomo de mi coquita, y ya el profe -¿tanto nos demoramos?- nos arrea.

Escucho algo de los IKV de Chaco que ahora propala la Pobre Johnny. Tomo mi mate, ya bastante lavado, fumo un pucho nuevo. Agregué a la lista de blogs de La lección un par de cosas locales, que me llegaron vía mail.

Pensar. Este post no ha alcanzado hondura en ningún momento, y un poco añoro esa búsqueda. Noción propia de fondo aceptable: algo que los lectores no tan necesariamente perciben, y sobre todo cuando el estilo, escribir, es máquina: uno es uno, y los propios textos son, sabés, el mismo.

La temporada idiota, al decir de Éluard. La tortícolis se acentúa: a la derecha.

15 de octubre de 2009

Platita y sus demás

Cansado, no vacío, sí de palabras en la mente, no claridad febril sino como en piloto del hedón (que no del hedor), tomo mi cerveza de todas las nochecitas, noche ya, más de las once. Fumo mi merecido tabaco, y el humo se desprende dolidamente (volutas en evolución, en extinción), ya me saqué los zapatos y ahora estoy en medias -se rompieron las ojotas, ¡buaaa!-, siento en los pies el frío del piso, del aire, de la leve tensión de mis piernas, que no alcanzan a adquirir el grado absoluto de la     relajación. Felisa se afila las garritas en la biblioteca vieja, luego parte. La vecina pone reggaeton (excelente, repetiré por algunos años todavía, para bailar), la luz cansina de esta habitación me muestra mi rapada sobre el teclado, sombra que miro con párpados a media asta, dejar pasar el tiempo. Aspiro, exhalo tabaco, y me dirijo a un nuevo párrafo.

Marchaban los del PO reclamando contra el cospelazo, que, de $1,50, vaya a saber a cuánto subirá. Porque una cosa es cierta: es necesario, elemental, que aumente. La práctica habitual, las presiones habituales, los tironeos y aflojes típicos de algo que se reitera regularmente en Córdoba. Y ahí va la batucada, con sus redoblantes marcando el paso y el avance, los guasos de los morteros, con un pañuelo a lo forajidos de la protesta, las pancartas, los cartelones de tela y letra -rojo y negro, lo exige la etiqueta-, avance que es serenamente vigilado por la cana, protesta que ha tomado por la 27 de Abril, en el sentido de los autos, claro está, y que me dejó sin colectivo, por un rato, para el psicólogo. Los pelos largos, la ropa, la que te ofrecía el periódico institucional, cuadro querido, cuadro despreciado por los automovilistas, no sé si habrá habido roña. Pero, que aumenta, aumenta.

Así, me pongo a esperar el E5 para Urca, chetura de mi analista (de lo que le voy sabiendo, y a efectos de un pronto entendimiento prontuarial: Jacques Lacan, Oscar Masotta, Germán García), que logra mantenerse con $30,00 por sesión. En lo que a mí respecta, claro. Ya había pasado la manifestación, ya circulaban algunos coches, y la espera. Y nada: a taxicear, goloso el taxista con esos $15,00, rápido va. Pasamos al lado de un comerciante que tiene apretándole a un pendejo la garganta con una mano, bien fuerte, y apurándolo, y miramos, y salta el vago: "pero torcele el cogote", sin signos de admiración siquiera, formulando la aplicación de la ley más vox populi de los taxistas. Callo.

Y después estoy de nuevo en el centro, de remera y hace frío, y voy a visitarla a la Ari. De ella sólo observaré que odia a su heladera porque le afecta la tele-expectación.

Juegan al fútbol, afuera. Chicos. Tomo mi cerveza y fumo. Porque esto que practico ahora es no ponerme en sináptico, cosa que de hoy en más haré a sabiendas. Crezca mi panza más aún, cultive mi alcoholismo, mi tabaquismo, y a no morir.

De la lecture avant toute chose

Anoche no me dormía, anoche estaba activo. Me obligué a quedarme acostado en la cama, a no saltar de ella -todo lo que queda por hacer-, a pensar. En un momento de la tarde no era la nada: era el stress, la adrenalina, fluyendo a lo largo del día, del cuerpo, haciéndome chivar continua, secamente. Me desmayé en algún momento, después, y amanecí así: muy contracturado, cuello torcido, sangre en los mocos que hurgueteé como al pasar, costumbre de recién levantado y grogui todavía.

Tengo el viaje atrabiliario, hoy, como todos los jueves. Será la media hora de terapia a cambio de las dos horas y media de viaje. Que alguna vez me reciba, tal como lo hizo en dos o tres ocasiones, con un mate. Que me vuelva a prestar Aldo Oliva, poeta de libro gordo.

En un blog escucho hablar, prosa sensata, parsimoniosa, de alguien hasta ahora total desconocido por mí: Hubert Aquin, quebequés y escritor, aparte de otras cosas más bien llamativas. Consulto a Agustín a través de un mail y me quedo a la espera de saber si hay algo de Aquin en la Alianza. Ya tuve mi semana de revisar historias de la literatura francesa y enterarme de los nombres relevantes, los curiosos, los descorazonadores. Ahora, un perfecto desconocido: a ver si me sorprende, el guaso.

Subo una imagen del Aquin escribiendo, para ser prolijo, y me pregunto si no la pifié, si no es otro: sorpresas que te depara la búsqueda de imágenes en Google. Pero no: el que escribe tiene los mismos rasgos, la misma fisonomía, que el de la foto del blog que linkeé más arriba. Me fijo en el papel o lo que sea que decora la pared de fondo en la fotografía: onda mediados de siglo, onda casa de clase media de películas en blanco y negro: sí, es él.

(Esto de anoticiarme de nombres a leer a partir de libros de historia de la literatura de tal o cual país ya lo había hecho para hacer las tareas con los escritores de Argentina, de España, etcétera: los del castellano. También leí las historias de Borges en colaboración, más que nada porque eran literatura hecha y derecha. Lectura metódica, enciclopédica, que hago "perke me piache".)

Aparte. Romina arrugó ayer; supongo que se le imponía el fútbol. Cuando Palita ganó, acá en el barrio se elevó un multitudinario grito -como que borroso o lejano, mediado como estaba por paredes- de victoria, de alegría, de revancha. Ahí andaría Romina, pongámosle, participando de la fiesta nacional. Quedamos en que viene hoy, pero ya hoy, y justamente, me estoy quedando corto de platita. Qué molesto, ese pequeño detalle: tener que depender tanto de ella, la platita.

14 de octubre de 2009

Los malos libros

Fumo. Ocioso, me doy a modificar la apariencia de este blog. Y ahí pongo a Pampita, de cabecera, sustituyendo el viejo "Anotaciones-...". La veo ondular serenamente, no seria ni sabia, pero sabedora de lo que busca exponiéndose así, posando, ante la cámara discreta. La puerta del patiecito cruje un poco por la brisa: poco aceite tendrá, sometida, como lo está, por la lluvia, por las ordinarias inclemencias de siempre.

Fumo. Romina no llega todavía. Me prometió estar aquí a eso de las siete, para acomodar un poco el quilombo, para que le pague, diez pesos la hora. Es hermana de Juancito, que supo trabajar con Piedra Limada en la carpintería, y, petisa, tiene una hija de 10 años que tuvo a los 15. Exposición del barrio, me gustaría tener una camarita para poder captar este San Vicente que tan legendario me resulta a mí mismo y a muchos otros de La Docta.

Apago el cigarrillo. Estoy descalzo, negro patas chorreadas, y me preparé un nuevo mate en pava nueva también: ya supe devolverle a la vecina la suya, a la siesta, y la agarré, supongo, durmiendo; la cosa es que tardó un poco en atender, y la soñé ligera de ropas, vistiéndose rápido para atender al pesado de enfrente, pero muellemente acostada, antes, sobre la matrimonial.

La vecina no tendrá por ahora un nombre. La vecina es la vecina: aquella con la que comparto cierta complicidad, ante los ojos acontecidos de su pareja. Ladra la perrita en el patio común, la de ellos precisamente, la diminuta, la cariñosa por eso mismo, porque es su única arma ante nosotros, los grandotes, y allá a lo lejos, desde el pasaje, le responde brevemente otro. Por allá vendrá, si viene, Romina, a limpiar de noche (nadar de noche).


No vuelvo, aún, a fumar. Escribo despacioso y me acuerdo de Gabriel Miró, venerado por mí por años. El pastoso, el tremendamente inmóvil, calculo que un básico de la derecha tranquila del franquismo, la lentitud pueblerina de sus prosas me entretenía notablemente. Pensaba que hallaba en su prosa una maestría de la palabra justa, a tiempo, sosegada. Paisajes, humo dormido, personajes quietos, fue una época en la que sólo tenía acceso a libros gallegos clásicos, de un peso, los de los saldos, ésos de lenguaje inaferrable para nosotros. Y, así, se me hizo un léxico muy gárrulo, caramba.

Hace poco leí La colmena, y me volví a topar con todo ese vocabulario gallego, encerrado dentro de sus fronteras por la dictadura, penitente. No está de moda leer a españoles. Somos dos continentes en combate lingüístico, Argentina y España. Y Romina no llega.

Prendo un pucho. Aspiro, exhalo el humo. Escucho un auto (soñemos: una chata de las de antes) pasar por la Agustín Garzón, y lo supongo a Piedra Limada contemplando el partido. ¿Contra quién jugaba Maradona? Ladra la perritita, le contesta a lo lejos otro. Arcane 17, de Breton, es un poco moquero.

Bonanza

La vieja, pelo largo teñido de rojo oscuro, cara que es máscara, no tiene vuelto de 100; me quedo, así, sin cigarrillos. Me dice: "lo lamento", al tiempo que me da la espalda. Reboto de ese lugar de mala onda, y me voy caminando tranquilo: sabés que, para fumar, te metés en cualquier lado, fumes lo que fumes. Me encuentro con Piedra Limada quien, apoyado en la reja negra y mientras uno de los inquilinos pinta de azul cielito las paredes exteriores de la casa, espera a que se hagan las siete: a que haya partido. Converso brevemente con él, me voy. Por el camino me encuentro con la vecina, ligo dos puchos salvadores: hasta mañana, no volverá a fumar, me dice, me sonríe.

Tomo un mate más que lavado, lo estiro de hace como dos horas. El aire está fresco, la heladera zumba su eterna cañeriíta de vaya a saber qué fluido. Siento autos andar, no quiero leer, no tengo nada por hacer, hoy. Ocioso que se deja estar, los libros son la repetición de los libros.

Ayer me junté con Alemar, la simpatía serena personificada. Está contenta: tiene faso a más no poder. Piensa, "elle songe à" hacerse dealer, y descarta la cosa. En cualquier momento se queda sin laburo, y juntos volvemos a proyectar poner una rotisería, una pizzería, algo. Sentados en la explanada del Buen Pastor que da a las aguas danzantes, me acuesto de pronto sobre el cemento y miro el cielo: apenas nubes copitos, dos, tres, chiquitas, hacia el oeste, y atardece. Tomamos de un mismo Citric, se nos hace amiga una perrita negra, los jóvenes, esbeltos, se distienden. Somos dos gordos treintañeros en un mar apaisado de adolescentes. Después vamos a La Alameda, y le damos a las empanadas, mientras hablamos de dejar (yo) el cigarrillo, de meternos a un gimnasio.

Días de esparcir las palabras, aguadas, a más no poder. Días de caminar con la brisa, de sentirme entero, sin fisuras, sin desdoblamientos al hablar. Fumo el segundo cigarrillo; tendré que esperar media hora a que abra Belén: otra gorda. Días de no sufrir.

5 de octubre de 2009

Conc.

Piedra Limada, camisa de lujo, está apostado frente a su casa, apoyado en la reja, y la brisa le hace llevadera la espera, o así se lo ve, al menos. Me le acerco, desastroso y con una birra en la mano. Le sonrío abiertamente. Nos saludamos. Me dice que se va, que lo han invitado. Nunca revelará a dónde, en ese momento, digo, pero mañana me contará todo lo que haya que contar. Me voy a la verdulería: cerrado. No charlaré con la gordita simpaticona. Vuelvo, saludo al viejo, me vengo pa' las casas.

Y pongo Schönberg. Un concierto para piano, primero, y luego uno para violín. Y me digo: "crispado". Los acordes, su expresionismo. Acordes crispados por los intervalos que usa.

Anoche lo puse para dormir. Antes había estado escuchando un concierto triple de Beethoven. (Recalcarás que ando con los conciertos.) Librito de mi viejo, que no le pude chorear. La onda es echarse, y poner discos hasta olvidarse, dormirse. Y Schönberg: una cierta exasperación, continua, variada, expandida. Exasperación expandida hasta la exasperación, me digo, tontamente. Y, sin embargo, la cosa no durará más de 20 minutos.

Toso. Veo pasar un mosquito. Anoche releía la poesía completa de Horacio Castillo y aplastaba a pequeños cretinos, recién "nacidos" del agua, contra las páginas del libro. Terminé reventado por el esfuerzo: vaya a saber cuánto tiempo de lectura en voz alta, poniéndome las pilas. No desolación, sino fatiga, dolida, del cuerpo: cuello, espalda. Apenas si me dormí a las siete, y entredormí hasta las once. Pensé que quizá se me estuviera viniendo la mamúa de la euforia encima (adentro), pero no. Simplemente mal descansado.

Porque el enfermo que bien se teme no sabe cuándo es de verdad y cuándo falsa alarma. Tomo mi cerveza. Adagio. Leer Sollers hasta decir basta (el muy culiado [sic, por favor] se mandó más de 600 pp., en su Femmes), alternar con uno de los de Bayer que trae el Página, toquecitos de poesía, y los blogs, que es como un trabajo.

Por lo menos, no adolezco.

25 de septiembre de 2009

Amor tumor

Retortijón el ojo. Mandíbula batiente como persiana estampada contra los colofones finiquitados en desidia. Por qué contar, si nada pasa, si nunca pasará. Mate aspaviento de muchos oropeles desastrados o calenturienta en trance de agitar. Muñón y mingitorios que aducen escarabajos dorados al uso, colisión enteca la de traslucir estados, tipeo liso el signo de los vejámenes en cría, la mayor, la que se rescolda o gime bajo el aparato circulatorio de los estrépitos agitados. Qué otra actividad que la de escribir, la de decir, la de sostener: nada.

Cigarras de ocasión y ajuste de periplos, manoseaditos y el toisón, miniados crisantemos que por el estrecho o cruz llevan, miriápodos de la floresta, oxitracios cariacontecidos y volúmenes, mazos y mazos de reconcomer antenas, el "de" que no me permitís, marismas y bereberes disyuntor bakelita, el chancro, las estacas, el polímero deciso. Mate de espera que a nada llega: si no querés. Croquetas del desliz, bailo entre cuchillas de mazapán, riña y estafetitas de los expoliados, pasitos y el ordeñe, botellita de jerez que contra tus ojos macero, trompa y peripatéticos que se rebelan de tanto desdecir. Tus pecas, tu rostro tibio.

Ritma la recontra bata el ave que se aleja, caución herida, pasito Shrek que te pintara, la liza como jume, el idioma. Molido el muerto, regurgitada la oración, hubo desfalco. Apuestas luminosidad la poesía, la vaga le reclama por cuatro veces, insulto o paredón de occiso. Como que la colegiatura escracha, la muy maldita, donación de costas, circos entrecruzados como la nomenclatura de zaherir, y coima, el film. Pájaros, en fin, que desgranan a Mariposita, puperas y anteojeras, Non Palidece.

23 de septiembre de 2009

Vestigios inhallables, a no ser por la contumacia del memorar

La mordedura. La cantante de Portishead desafina como una perra que se relame (lo típico es: "en celo"). Romina ordena rápido, pasa el trapo, emprolija. De mi pieza ha escarbado toda cosa, la ha clasificado, tendió la cama. La gata curiosea, piedritas nuevas, brisita fresca que entra de la puerta abierta: no encerremos a nadie.

La mordedura. Cuerpos que se conocieron, cuerpos jóvenes aún; y se reían, palabras y sonrisas por lo bajo; y los gemidos, y el agua. Romina ya no encontrará huellas de nada, nada de qué, si todas las piezas de amarse son invisibles, evanescente el rastro.

Esta música me inunda, por más que, civilizado, la tenga a un volumen soportable para el otro. Puertas abiertas, música insidiosa, y el mate, que convido. Miércoles de ceniza, retomo mi desierto. Cuerpos que en un pozo se distendían: y así desaparecía el morbo, la contractura, y nada en la cabeza.

No hay que encerrar, no hay que retener. Mandato para los cuerpos que allá deambulan. Para que florezcan, o se retuerzan, en su ser. Soledad o masilla de los días. Pulcro espectáculo de la duración.

22 de septiembre de 2009

Lo que más me sulfura de Mara son sus borcegos cuando se pone en actriz o modelo griega

Repito el sandwich. De milanesa y, por fin, con algo de sal. La almacenera alterna -cuando estoy con ella, comiendo, tomando mi coquita de lugar- entre el silencio y la confianza charlosa; pero en ese limbo del rostro en otra. Yo quedo hablando un rato, me detengo: a destiempo. Está mucho más que gorda; ha sido el embarazo, me dice (no le pregunté), el del segundo, que la dejó así. Hablamos de comidas saladas, de cebollitas al vinagre, de picar con Tholem.

Acaba mi único disco de Tommy Flanagan, y vuelve el zumbido, crucero continuo, dulcemente obstinado, de mi pć. Fumo un buen cigarrillo, con el paladar, la lengua desastrados; quiero decir: saburrosos. Quiero decir una de esas palabras, o digo, consecutivamente, las dos, pero sé que hay otro término, el preciso, que no me saldrá y que es el que quedaría bien. Como se sabe, prefiero escribir al tanteo, no callar; cuando no callo.

Frío. Ayer, la primavera, acá en Córdoba, comenzó con un día bastante lindo. (Fuimos al Hugo del Carril con la Marce y vimos una película cuyo título, traducido, era al principio uno y al final otro. En italiano se llamaba algo así como Io non ho paura; en castellano, El silencio y El pozo. Película de lugares bellísimos -¡las añoranzas de la campiña 'it-talianna', nunca vivida, Horacio!-, llevadera, con un cierto 'tempo' de historia en marcha, cuyo final no terminó de agradarme, por más que el protagonista zafa.) Pero, después de que llegué a casa, a eso de las dos, las tres, se levantó una ventolina bastante fuerte, y chota, y molesta. Y hoy ya tengo que volver al bucito, y a la camperita más tarde.

Cosa que no me quitará la cerveza de las nueve y media. Aunque no sea a esa hora. Pero la que me acompaña en mis finales de día, sólo una, en el momento en que se-deja-de-ver-gente. Reclusión transitoria: horas de libros. Horas de, bah, ser uno mismo. Porque, préstese atención, "uno mismo" es cuando más nos queremos, o al menos cuando menos nos despreciamos. O no; pero nos despreciamos bien a conciencia, no esa cosa chota de pegar un respingo.

Aparte. Me encontré con una de las dos Paulas, la primera, el viernes. No me dio bola: se dedicó a evitarme charlando con quien yo iba. Dos minutos, tampoco tanto. Elevaba bastante una de sus cejas (gestito "cariacontecido"), no torcía su boca pero como que la ladeaba: "eh, qué hacen donde yo estoy", parecía pensar. La noche estaba más que linda, y decidí, al toque, que el asunto no tenía por qué afectarme demasiado.

Claro que, cuando retomé las huevadas con el Gabo, ese con quien yo iba, volví a recaer, facilismos de la compañía (algo había que decir, para salir del choque) en la rutina del fastidio, del despecho, del brindar contra. Nietzsche tiene dicho -"y a mí, ¿qué?", reclama el lector- que, aun cuando dejemos atrás algún que otro asunto desagradable, sus consecuencias (gloso: los amigotes y demás) nos alcanzan y nos vuelven a revolear al ocote la paz tan precariamente conseguida.

Cosa que yo no olvide: ese lunar que tienes, cielito lindo. Y que no está, y es otra, en el origen del culo, como quien viene de la espalda, durante la penumbra preferentemente.

20 de septiembre de 2009

Continuidad de los cuerpos

Ésta es la fiesta. La de la sala con la luz apagada. La de los cuerpos jóvenes, eróticos, exultantes. Ésta es la fiesta con el volumen al mango, y se fundió el equipo. La del cuarteto, la del reggaeton, la de más cuarteto. La de los chicos homosexualizándose en una risa magnífica, sentimiento de una: todo de plexo. La de las pocas chicas (hoy: porque hay baile). Vino con Pritty, fernet con Coca, y la cerveza. Y una piña colada.

Somos nosotros dos los que trajimos Quilmes. Al frente no gusta tanto. ¿Porque no pega? Dos torsos desnudos, el cuero cabelludo sudado, no paran desde hace cuatro horas. Yo me levanto de la silla y de a ratos bailo, y me transpiro, y encuentro el swing, sobre todo con el reggaeton, que me acaba de comprar. Ya sale la cadencia, el paso, y me re cago de risa, y amaré por siempre el presente continuo. Los chicos se gritan en medio del barullo, capotean a uno (era cumpleaños), la vecina baila manos arriba, sonriendo y mirándome, le respondo, cuatro metros mediante. Sonriendo yo también.

Gerardo se sorprende de eso: no hay homosexualidad latente, hay un tremendo machismo, un whitmanismo. (La amistad en para siempre en danza.) Palmaditas en el culo, abrazos hasta casi el beso, filmaciones de ocho minutos, riendo hasta la lágrima, y poses y poses y más poses: los cuerpos en la música, que es Pritty. En ese desconcierto todos están sentados de repente, se hablan a gritos. Tomo mi Quilmes, tomo mi fernet, y paso y va.

Cuerpos que saben moverse porque no piensan en moverse. Saltos, contorsiones, veinte mil pasitos. El viento-en-popa de nada que ocultar. Y entre ellos, yo, vecino viejo y panzón, y mi amigo, más viejo aún. Y pinta irnos, al cabo, nada de mala onda, todo bien nº 1.

Y parte uno que entra a trabajar en una hora, y la dueña de casa no quiere terminar de acostarse, por más que entre a las nueve. (Laburar domingos.) Ésta es la fiesta de la alegría permanente, y la de la marea de cuerpos que se estremecen sin torsión, sin quiste, sin alcancía.

Tomo mi mate de escuchar cómo, al frente, sigue el mambo. Más atenuado, ahora, pero porque la segunda mina, la mamasa culito de aquéllos, ya se fue, hace rato, en moto, con su hijo de seis años, dormido pumba bien. La calle todavía no despierta, se oye un tiro, estoy en medias. Discos desordenados acá, y allá fue mi equipito, sin garantías de que no lo fundan también.

Gerardo que, cansado, me lee alguito de poetas coreanos traducidos por un profe del Perú, y le gusta, por más que ande con el pecho oprimido. Andaba bajoneado pero al frente se le olvidó. Yo lo dejo partir, porque quiere llegar; no estar en su casa, sino llegar a ella. ¿Recalar? Me cruzo y pido un par de puchos. Ya la fiesta se aplastó. Dos desparramados (no hubo vómito), uno en la consola, y el que convida. O sea: el que cumplía años, reflexivo y con cara de cowboy.

18 de septiembre de 2009

Provisorio

Morcilla desacomodable: cae del asador, olisca, desintegrable estrépito, fuma derecho un lienzo o pasamanos, microbacia constatación encuadre, avanza 'papirosn' con su tumor fecal, cruzo la pierna endegollado, morisquetas atrabiliarias, irremediablemente poxipol, pesadilla desprendida o muérdago contra cuerdas o ring de engarce, jueguitos Robespierre (esto es: Rabelais), molusco envenenado y apronte de jumes, zumo pérfido, remeras que te encandilan y a poco menos de diez centavos, luchita boba, coma como los endecasílabos de Diente Picado, agite mandamás, fulcro y fiel o sentina y falleba, falacia edulcorada a veces, mingitorio y escaparates, marioneta que perfora témpanos, y la obsidiana de turno.

El mate, bastante lavado. La colilla todavía humea. Chúker: para qué te quise. Cansancio zona lumbar, acota. Pero es el cuello. No es que haya habido tensión, stress, nada de esas zarandajas. Cuerpo panzón, esmirriado. Poca apetencia por el ejercicio. Límites de la elegancia. Uñas: cortarlas en casa. Basura que se despiporra, lapicera fundida. Como caer en la ilegibilidad. Torsiones luego de cada pausa. Nada que contar.

Prendo un cigarrillo. Aspiro. Soplo lento, sibarita. Cansancio. Deposito el cigarrillo en el cenicero. El equilibrio justo. Fidelidad a ciertas cosas que la memoria todavía alberga: fumar, amar.

Pedí cinco árabes y una botellita de Quilmes. Daban Tinelli. El de la gorra militar, sabandija, callaba, hablaba a nadie, callaba. Odiaba a los ingleses y a los norteamericanos. Y a los Testigos, que son norteamericanos. Cómo pudo darles su dirección. Él, que es alemán. Se acercaba al de la barra, para reclamar, deciso y débil. "Ya te echamos anoche", le decían. "Quedate en el molde", le decían.

El centro, a las once. Casa. Cansancio. Mate. Remedios. Leer. La nada. Escribir. Esto. Algo hay acá que no lo tienen los libros. Reflejo de un cuerpo entero, cuando no se divide al hablar. Mampostería que se cae, que sigue cayéndose. Llaves.

Minujín como anteojos ahumados, gorrito y luego peluca, algo de enloquecer, cafishos que no me pagan, risa de Piedra Limada, risa tierna, verijización en lo importuno, cadencia tétrica y silbada de una teoría a cachos, la verdolaga de la textificación erudita, Pacto de Olivos, un zeugma un esperpento una cañita, menjunjes adocenados.

Me gustaría publicar lo ilegible bajo el título de Rico Potaje. Libro nutrido. Porque no es ilegible. Es potaje. (Marketing.) - El canoso saludaba desde el Fiat. Hecho pelota, celeste, no arranca. Lo miran y lo ven, todos los días. El motor. Subía, hoy, el canoso, la cuesta. Y a su lado, en el asiento del copiloto, el hijo mogólico. Que no saludó. Tenemos, tampoco es tan así, súbitas conversaciones. El almacén. Se hace 14 pajas por día, según declara.

Hoy escritura hoy.

15 de septiembre de 2009

Boceto autónomo

Por qué. No es que seamos todos frágiles, pero ella cae. Angustia como un camisón vaporoso, en pleno verano. Verla ahí, enfrente, sondear impotencia, que andaba muy lejana, ya. Algo generado a través de máquinas.

Leo Boccanera, pero es nada. Literatura es nada. Leo cualquier libro, y es nada. 177 pesos de distancia.

Como una telaraña. No la red, sino la otra. La que recoge sus cabellos, imagen de cuadro. Rostro atribulado al mango, turbulencia continua: las horas. Cómo puede entregarse, así, al dolor.

Goce es palabra de mierda. Adoquín en autopistas nuevas. La conmiseración.

5 de septiembre de 2009

Pero no vino

Me viene su nombre a la cabeza. Nombre de hidra, cabecita loca. Vengo de un día no tan largo (qué lindo amanecer a las tres de la tarde), que tuvo sus cositas. Pasó el alcohol, vinieron los mates: y la pausa de escuchar Ani DiFranco, de querer escribir. Pero se me viene su nombre: su eterno nombre, su repetido nombre, y el rostro ese.

Duerme en el sillón-baulera el Negro, y el humo azuloso (el azulenco de Daneri, si es que así era) de mi pucho parte del cenicero pirata y pasa por entre el monitor y mis ojos. Soy, claro está, de Unión San Vicente, pero ellos ni plata tienen para el merchandising. Y a caballo regalado no se le miran los dientes. Sobre todo porque es grandote, cabedor.

El Negro duerme o está por, y la heladera zumba a treinta centímetros de su cabeza. La habitación, a oscuras: sólo el monitor. Se compró, ¿cómo se dirá?, tizas pasteles; algo pintó en casa, y me lo va a dejar: primer cuadro para las paredes blancas. Eso sí: sin marco, sólo clavitos.

Pasa un auto a lo lejos. Por la Agustín Garzón, que hoy tenía todavía algún que otro charco. Ayer la esquina estaba inundada. Rostros de la calle. Y rostro de ella, que era el que iba a estar aquí, hoy. Los días, variopintos.

Pero ajustarse a la corriente. Ani DiFranco tira algo tristísimo, pero, hoy por hoy, vivo a lo seco: indiferente, ni serio, apenas sereno. Luna redonda, iridiscente: ni un beh para decirte.

2 de septiembre de 2009

Panorama con insectos

La siesta. Ha refrescado. Van dos días que el calor amaina. Hoy, un poco más que ayer. Trina de a ratos un pájaro. No pasan autos, o apenas. Las zapatillas verdes están bajo la mesa de la compu, quizá de hace una semana: llegué con los pies cansados, cuándo, y me las saqué, sin desanudarlas, y me quedé en medias: cosa que no recuerdo, cosa que sé.

Huesitos de pollo en el suelo: Felisa me los desprecia. Un poco de desorden, un poco de caos, y ya estoy en casa. El mate se ha lavado, y de a poco consigo terminar de despertarme; en algún momento de la noche parece que me saqué la remera, dormido: había estado transpirando. Desperté con una inmensa tortícolis, frío de estos días, y ni lavarme la cara.

Canta el pájaro un poco más seguido. ¿Será un gorrión? Al frente hay un baldío yuyesco; pero lo quemaron, no sea que las alimañas. Mi gata trae cosas, en el verano: un escarabajo rinoceronte, un alacrán. Caza bichos y los trae, saltando por la ventana, para comerlos acá.

Lo nuevo: una mosca, gorda, dando vueltas hace un rato.

Tapitas para diálisis. Chúker. Cuentas. Un paquete de salchichas, vacío. Varias etiquetas, vacías también, abolladas. Panorama que me cobija, en el que soy. Quizá lea Nicotra, para propiciar un poco más de alejamiento.

(Recibo un mail de un tal Javier Bluster. Asegura que su paciencia se ha agotado. Que todos en "la city" andan con la cara larga. Principalmente porque ganan poca plata. Porque van para pobres. Y que la culpa la tienen "los Kisner". Y que el viernes, a las ocho, cacerolazo y apagón. Y que "golpista o no golpista". Un particular...)

13 de agosto de 2009

Pero no llueve

Último pucho. Leo otra novela de Paule Constant, que me entretiene por setenta, ochenta páginas. En algún lugar corre, gotea el agua, y no logro juntar dos palabras para un poema. (Porque la escritura da sentido al que la escribe, mientras la escribe.) La gata se lame, ya de vuelta de hacer la chanchada nuestra de cada noche: sabia naturaleza. Retumba lenta y cadenciosamente mi heladera: marca de tiempo, Kontakte personal.

No hay nada abierto en San Vicente; a no ser la estación de servicio. Cómo lucran con los precios: los trasnochados, los trabajadores, los que saldrán, sábado por la noche, del baile, en busca de más, de hacerla durar más. Pero no tiembla San Vicente de pobreza (relación): las vecinas (y yo, y yo) nos demoramos conversando con la almacenera, y le deseamos mejores ganancias, o nos quejamos a dúo, mientras ella sube de a retacitos los precios. Precios de no saber, de no querer saber nada más que los buenos días.

Gotea el agua. Al parecer, el tanque de los vecinos tiene una pérdida, rebalsa. El patiecito de entrada, mañana, estará un poco intransitable; y no lo anunciarán por Mitre Córdoba. La buena temperatura de hoy tal vez continúe, las chicas empezarán de a poco a lucir sus prendas de sudar. No nos querremos un poco más (no hablo ahora con vos, amor; disculpá): nosotros, los habitantes del pozo. A lo sumo, nuevas viejas estafas saldrán a la luz, y dejaremos de comprarle al de la pollería.

El de la pollería; y su chico, un retrasado de cráneo estrecho, de eterna sonrisa, eterna baba. Gira hurgándose la nariz y te detiene, sin palabras, con una mano que se contrae. Hacen que te suelte, ya que se queda prendido, y vuelve a girar. Va siempre de polera.

26 de mayo de 2009

Des vermines!

Diáspora desacartonada, mi occipucio ralentizaba las comas de guardar, asido como andaba a la ventolina fraudulenta de los camalotes inmejorables que adolecían de isótopos vencidos. Mi batracio de ser, presa de agitaciones, regurgitaba inmune cada trajín que el Tío procurara de por entre los tablones de tonsura y Coca-Cola. (Cuando, más acá de las discrepancias, la suerte va, la yanta calcina fácil helechos o de la dentición de los sobacos magros. Más por lo general y el arrecife, verdinegros pecíolos especularán fiero, a semejanza de retenciones y reflejos.)

Y no era que mi dominó de chichises surtiera mejoría: dolida, mi quietud se aparecía por entre los cañaverales y calaveras como un muñeco estacionario de las ventiscas agradecidas. No era que la yacija y conseja de las viejas verrugas añorase el puente: la perra y sus adobes, inmaculados como la desazón, se estremecían por lo bajo. De todos modos, aunque el acta de espiante conminara a descerebrados alfeñiques a disponer de saldos y retazos cariacontecidos, mi cimitarra torpe se descomponía como la escolopendra del adiós en que no quise.

En ésa estábamos, La Cuarterona y yo. Azabaches y librerías, la viruta implacable, pagoda de la abuela, escanciaba mermas. El patiecito de enfrente, enfermizo y azulenco, vidrio de pie, conminaba a descorchar seguido, y la muy vaga, pelambre y espinacas por lo bajo, desmerecía apuntes trabados, mientras que yo deshilachaba los broches de perderse al fondo. Tranquilos como una foto, franceses en eso de reconcomer la espátula contra las cacerolas, taimada caminó.

Entonces, redepente, el vicio. Surtía su comisura una mala púa de azufre, y las azucenas de ocasión esponsoreaban calamitosos oxitracios la banda en disco, mientras que Bach -insulto y desgarrón-, rojizo como un bache, percutía peladuras y mancuernas, y repetía a quien quisiese timarlo que la congoja insostenible en alma es derechura a puerto de babucha en pie.

Quizás haya desplante en mi cornamenta, y tenga que sugerir que La Cuarterona, rabo de cúmulus nimbus que lejos azafranara el muelle, moliendas en mi malla, escanciaba en ese momento un puerro. Entonces, moneda, sopor y liviandad, el vicio, tenor de los arrieros, chupacabras y vuelta a dentición de los soñados, desentumeció de una el picaporte, nervado como una pollera.

La muy vaga escupió contra el viento de los osobucos galanos, y mi mate, materia fermentada en añosos algarrobos contra lumbago y fiebre, tomó de las itas la mansedumbre y se fue como una escarapela meada por detrás.

Circunfleja, La Cuarterona me regardeaba el fiambre, y yo tosí. Calidad de ventosa contra mejilla pustulácea y macilenta, Bach volvió de un saque, y comimos mucho.

9 de mayo de 2009

Micronesia de las constataciones

Monedas y dromedarios, rígidos mausoleos que alumbran, pulcro tu neceser, varada la distancia; y eucaliptus. Monedas o la suculenta molienda de otras fuentes, monedas de la ríspida deshidratación, tibio reparo. Ínsitos crisantemos que nadie varará, ínsitos vislumbres al través de tu frontera henchida, migraña y feldespato. Arrimos a un no ser de patas chuecas, monedas y escapularios -vencidos, resistentes-, colosa, duermevela.

Cada vez que de tu semblante enhiesto se desprenden oropéndolas de ocasión, eslavos amancebados mediante la resolana, miríadas encarnadas de nada que ver, nada que palpitar, nada a que asistir. Oropéndolas como las habladurías y rejunte de desplantes, última mishiadura -la frase incauta-, molécula capaz que se desdice contra los acantilados del quién; y el quién que caminó, y que condujo a las itas hacia una doble escansión bituminosa, magulladuras e insípidos cristales, arde la mano.

Máxima estornuda, Máxima se sorbe los mocos, Máxima sonríe a la cámara desdentada. Sudor de espalda o cuenco, miniaturas y desgaje de la alcancía, pasamanerías y escalpelos que hallamos al desgaire, libros como el plástico que no terminamos de hundir entre las sienes, armas de un filo menoscabado que dejamos desvencijarse en la acordada extensión de la pereza, una risotada es como un ángel, un gemido es como la pared contra la cual dormimos, otro bostezo es como la disección gastada de las penas sobre el coral de la madrugada. Y no concederemos el esparto.

Así, desaforados y obtusos, pasan los monos de la adivinación en andas, y pasan los almaceneros de la sonrisa desvaída, y también pasan las alondras que nada quieren de nosotros. Como una vigilia de la condición suntuaria de los alces, tememos relinchando. Como un quiste oxidado y arrastrado a través de las galerías al uso, tememos el sopor de la indecisión en Luna, rapto veloz.

Porque ante cada colosa que decapita, nos inclinamos como los malintencionados de antaño, y somos la garita infiel y seca en la que yace el albino, y a partir de nuestra manoseada conducta concluimos penosamente que somos el olvido de lo que sucederá. Torres: aroma, y detención.

25 de abril de 2009

Callada caminó

Como la piedra que callaba, como la borra que tornaba al silencio, los lisiados caminan a compás y escupen insectos y calaveritas, dentición o almendras que al ludibrio asisten, inmiscuida paciencia o conformación de Escamandros, pecíolos nervados desde la ventana sofrenaban potros, incómodo dromedario y colapsada región de abetos, díscolo inconducente que a la tortura exorcizó del mal, llaga persiste.

Idos como contusos, idólatras y mancebías de ocasión, encarcelado rescoldo que a la hora de la caricia miente, oxímoros en el Estado de fluyente música, la marejada protosensible es como un arrefice de estaño, y las alcanforadas lechugas, caídas, como en parto, coadyuvan, menjunje solicitador, a la testamentaria refriega que los índigos proclaman, cariátide inconducente que todas las noches refresca a albinos, noche de mercedarias, noche de esfinges, noche que atiende al por mayor y que, difusa, forma colágenos estultos y degollaciones.

Fungir mediante el vientre lo que no llegó, o la pesada piedra que al arribo escuálida asoma, vientre galáctico, límite indiscernible que a dos brazos menoscaba, medida suntuaria y funeral, lazo de paredones, inmejorable estación de adioses, "callada caminó". Tomo mi mate a sorbos de jeringa, se desentiende el occipucio y parte, más quebradas, dolida la mañana, ferruginosa, mi espalda es osamenta que, regurgitada por la desviación, colapsa entre antorchas, adocenada suma.

Y lo que fue en el piso, vela arrumaco, mantel de ligamentos y circuito base a modo de colchas, es nada más que sombra de otro velo, velo suntuario y mentolada azucena, conmiserativo dosaje. Porque pese al azul de que obteníamos, liza mediante, pocos e inmisericordes pliegues, rotura de gramática, ardimos para la siega y fuimos morsa de desvelo. Placer deglutido.

8 de febrero de 2009

Jején dormido

Leo, y no recuerdo nada. Vacío, laguna retrospectiva. Sólo me queda la sensación general de lo que leí: la sensación-prosa, la -verso (bah: la poesía se relee, y eso ayuda al panorama -curiosa expresión-). Cuando retomo una novela, me sitúo inmediatamente en el contexto; pero, cerrado el libro, olvido todo, por lo general de un modo inmediato.

Puede que sea como escuchar cualquier canción en inglés: no sabés de qué habla, y después sólo lográs acordarte de esa música cuando la volvés a escuchar, y, entonces sí, recién ahí podés ir tarareándola mentalmente mientras suena.

Es una manera de ocupar el tiempo. Ponerse, por caso, a pensar cosas mientras se lee -pero esto se da, no se busca-. Así, me doy a dos discursos: el del texto en cuestión, y el de mi disparatar interior, que se ofusca -me sucede, en serio- por los mismos nimios motivos de siempre, o se entretiene directamente con pelotudeces al toque.

Por ejemplo, Un barbare en Asie, de Michaux. Uno podría hacerse de 20.000 anécdotas de viaje francófono, costumbres variopintas de los hindúes o los chinos, perrito de Li Po, y se pone a especular con algo así como: "pero qué observación que se pasa de sagaz; me gustaría acordarme de ella, para comentarla, al menos" (la frase, que no sucede, es un instante, un flash, en medio del leer). Y, al párrafo, no queda ni la idea misma de acordarse.

Cuando era joven (joven: diecinueve años) era tan máquina de leer como ahora: pero con memoria. Y andaba como Sancho: en vez de refranes, citas. Y la reunión se amenizaba, y cada tanto podía pasar por "el príncipe de la fiesta" (¿Oteriño?, aunque descontextualizado).

Treinta y cinco: la triste edad de los que, aparte las taras propias de cada cuerpo, ya la pifian previsiblemente, y mal.

27 de enero de 2009

Más que moroso, relajado

Llueve. Y nuevamente. Por fin refresca, en Córdoba. Descompuesto mal que anduve -diarrea furibunda, dolor de panza-, creo que por el tremendo calorísimo de hace un par de días, escucho un disco sencillote, cruzado yo de piernas, ventilador que quedó prendido; y la gata, en la silla buena, soñando, que no conmigo.

Terminé de leer El viaje del elefante, terminé de releer En un vasto dominio. Semana, la anterior, en que sólo dormí, pesada bolsa de papas cuyas coyunturas, exhaustas, se dolían de mi mero permanecer depositado sobre el jergón, semana en que tomaba un libro y se me cerraban los ojos, y me depositaba. Semana de nada hacer, después de andar campamenteando (sic!) el otro finde, río de toscas, San Antonio. Tomo mi mate obligado, escucho ahora a Bizet con dos que se reprochan típicos despechos amorosos, siento la lluvia y algún que otro auto pasando sobre el asfalto que más se moja, morosamente ella, me vuelvo a cruzar de piernas, para el otro lado ahora.

Me tengo prometido Genette para dentro de un rato: para cuando termine de escribir -corregir, quizás- esto. ¡Qué manera más cansadora de darle vueltas a la perfección buscada de decir cómo es la cosa! Y sé que con esta clase de libros -fotocopias: mi caso- la cosa no es hojearlos, marchanta destemplada, sino desmenuzarlos, rumiarlos, para luego despreciarlos, hablar irónicamente de ellos y hacer chistes fáciles, complicidad de entendidos.

En todo caso Séneca: Los siete libros de la sabiduría, que algo avancé, yá. Por fin leeré De la brevedad de la vida, el cual, si mal no recuerdo, Quevedo amaba; mejor dicho: expoliaba profusamente. ¿Quevedo, Petrarca, quién? Séneca se le pasa ordenándole la vida a los amigotes en frases más que romanas -digo: la traducción-, y se luce para la posteridad cuatro o cinco veces por página. En un momento habla de los que adornan sus paredes con libros, y el "desastre" es que en esa época no había imprenta: lujo, derroche.

Y ahora, qué. Salir a comprar un buen yogur, tomar las obligadas pastillas del estar bien, del ir andando normal, y recordar el sueño de anoche. Ni pienso que se desgaje la vida.

19 de enero de 2009

Otra que Next

Mirás tu esgrima: viento que a nada conduce, ligazón, cera, melatonina ahíta ya de su sabor, y más crujías. Mirás tu nervadura: o de los replandores contra las cariátides no conquistadas, la típica refriega: y mineral y escapulario de la caparazón, dique contenedor de dineros, insípida voraz y maratón en que, indigno el siervo, migrañas acontecen contra cualquier paredón de la cerrazón olores.

Tomás tu dentición, raro revés, tomás colegiaturas para el pique, pasan bólidos como cornos desproporcionados que, eruto primaveral, licuado, la venta y el manteo logran para los libros. Indigno comején sin albos delantales, el pisapapeles verde cruje como la medida de lo que, raíz del equilibrio, indaga masturbando. Silbos o silvas, maniatado reflejo, reflector de la distancia en la que, niño o su disco compacto para vitrinas, la mesnada, vívida y por demás percanta, se hastiaba, lenta y sin esperas, y tañer.

Consuetudinario tejemaneje, pinitos y pimpollos apaciguaban retazos, ingratitud la guerra que, distante, mañana puede hincar manoplas en trance de tu polímero desantiguado, archivo o venosidad improbable. Renuevo de las confiterías, salchichón para el escarnio, gula ofendida de toda su terminología yesquera, wolframios de la sal o videotecas basiliscoides, Qusarat dará en desanudarse, los médanos de la dejadez achiras.

Entonces, molinete penal o ziguráts como percances, cristologías esculpidas entre los tenedores o: de los condensadores y disipadores del morbo, riza mañana el queso, la oligofrénica cerrazón es X., pelotón o finadas frases.

Tomás, en un así, la llave de la pinacoteca, hipa el cogollo, me meso la carnadura pélvica, reviente de la madrépora contra el pez, - aquel albur, el pergeñar. Arriba, el muelle.

15 de enero de 2009

Mala noticia para un buen comienzo...

Se me genera el automático. Pero no tanto. Un jugo. Chiste idiota, que duplican y más duplican. Todo: para vender más, para ganar más, para gastar y acumular: mundo de guitas. - Fumo. Tomo un Baggio Pronto, $3,75. - Amor atemperado con los años, sexo explícito de los padres, pensado, imaginario. - Hablan en la 104.1 de besitos en la boca, para sentir y vá hacia otra noticia.

Hablaron de un demente mal -lo llamaron "psicótico"- con arsenal en la casa, carta-bomba. Siento el terror, imaginario también, pero ya de y en el pasado, cuando dijeron de cuando -cuando de cuando- la cana anti "temblor" cayó al edificio y desarmó el mambo... Sin calificativos, ahora, no puedo.

Así que: sufro las noticias porteñas. Escucho las noticias porteñas. Como estar en otro lugar. Como habitar un Córdoba escuchando normas y realidades de una ciudad otra. ¿Para escribir? 'Attends'...

12 de enero de 2009

Musa Alfarera

Tomo mi mate. Con limón, ahora. Escucho la radio (stóp). No me crujo el morbo. Parientes, todo el almuerzo, tan pesado, tanto Palladium de tu mente, pesado, dificultosa digestión. Tomo mi mate, entonces, no corto la (stóp), más de 900 muertos, ahora, allá. - Y se me escribe que, en Venezuela, y en tantas partes más, las muertes cotidianizadas abultan la deuda social de los muchachos para consigo mismos.

Intento acomodarme la espalda, chau Sokol. - Pienso en la Amiga, pienso en la pausa y la pauta que leen lo que escribo, que chequean lo que escribo, Jaula para ardillas. Cansancio y lasitud, pienso y no pienso, discute Zlotowiazda con (stóp), la gata, la Felisa, ¿anda por ahí? - Se habla de tele, se interrumpe la escriturancia, flamean secos los trapitos contra el Sol, pasa la hora de la indigesta.

El vago se defiende, el periodista ahora escucha, me suena el (stóp), me reacomodo la espalda, anoche...

Anoche estuve con la Amiga, la dulce y la salada, la tersa, la a veces transparente, pero la siempre a la que me refiero dulcemente ante ella. - Bellísima en sus modos, risa del rostro que despega, me meo con la Quinta, parte el periodista.

Así, siempre el así, ganas de pasar al baño, mi mate con limón. Así, alivio, siempre alivio, esta vejiga, y voy pensando en un título, uno más, para la entrada. Escribir como escribir, tiempo que se despega de su (stóp), me rasco la me rasco de pasar el tiempo en Soledad Sobradora.

(Porque estas distancias, stóp, stóp, mi mate con limón no me acompaña, lo tomo como un ejercer y un ejercicio de distancias.) (Que nó lejanías, parecer.)

Sólo dame tu amor

Oigo llover. Centrado, descentrado. Fumo mi segundo cigarrillo -un Next, ahora, de una etiqueta de 10- del despertarme. - Lluvia pareja y gruesa, que refresca mansamente la ciudad: asfalto y hormigón y ladrillos, todo recalentándose mal, ayer. Una amiga que cumplía años me llamaba para que nos juntásemos. Iba de ojotas, yo, y mal me raspé el pulgar del pie izquierdo. -¡Todos esos dedos otros tienen su nombre, y aún no los sabés!-.

Pero no me lastimé. Fumo mi Next desgaste, pienso en el próximo mate, cuerpo que va a la pava, pava que busca fuego, fuego reciente. - Y, puesta yá la pava, agrego un link al título, termino mi pitar de duele mi pulmotor izquierdo, castigos teledirigidos, vacío el bocho. Y tengo que vaciar el mate, conductismo del arroz, - no arriesgar el cuerpo, bate el psicoanalista. ¿Por qué no? ¿En qué no? Me siento el morbo, ¡oh, Giselle!

Tapitas de la sal, mirón y espiante, tubérculo y baraturas que radioso agenciaré, miremos hacia Miramar, toso, una vela. Me pregunto por qué el párrafo anterior está sin subrayar las diversas palabras que no conocés, che Diccionario. U otrx le dice al vago: "ahora sí, ahora no", como ese chiste del guiño gallego. - Me decontracturo a la fuerza la espalda, la nó que correctura, actúa Diosa Tecnología, doy el énter.

Así, con el recupere de la me no correctura, escribo "espiante", tu percanta. Pongo la 88 9, escucho música de por acá, el llamado "rock nacional", que en realidad sería algo así como "rock argentino", cabezas. Llora Pobre Johnny, chiste barato tras chiste barato. - Baila tu que baila, ya empiezo a demandar, tomo mi mate nuevo, empezó música.

La música mediocre de la no correctura. Corta el impulso, corta la demandancia, baila un arroz, me pregunto poor. - Y me desmadro.

10 de enero de 2009

Un mantra cordobés

Escucho, pues, la radio, y ejercito un nuevo tono: nuevo para lo que venía siendo, viejo ya para los lectores de antes. Saludo así a la cita tradicional en Argentina, por mor del arrastre que no se fugitiva ahora. Quiere jugar la gata, y tiene nombre; y se resbala, al frenar, garritas que no alcanzan para las baldosas, las clásicas también para muchos pisos.

Ciro de Los Piojos canta, grabación mediante -quiero, claro, suponer-, y me contengo de pasar al baño. Se oyen silbidos y grititos acá cerca, y pienso en el futuro próximo: no el modo verbal -otros idiomas-, sino aquello a lo que dicho modo hace referencia.

¿Predeciré una mosca al vuelo, acariciaré a la gata? Me dedico a lo segundo, respiro de recordar las fotos de Giselle recientemente vistas -paso de la pistolita, Giselle; me quedo con tu piel mucho más que blanca, y menos-, me acomodo el morbo, me contraigo, y sigo.

Prosa de nada decir, prosa de mi teclamen, recuerdo que mañana a las ocho de la tarde -aquí es la tarde- he de prender una vela, Franja de Gaza. - La gata guía mi mano con sus garritas delanteras, y se prepara, pongamos, para la noche. Contengo todavía el pasar al baño, y pienso un título. La mente, en blanco. Nada que hacer: hoy, solo.

Trole a la esquina.-

Ésta es la agenda, el morbo, afrenta a Sprite: salirse de la compostura, insatisfecho, quejoso serio, admonitor -no otro Quevedo, pero me gusta-. Ésta es la data que te pasan Los Redondos: jugás de bueno y te vas sacando diversas rifas, premio al esbelto y al lustroso.

Me crujo el morbo, entonces, y acontezco: me quejaré cuando me venga en gana, necesario Para La Libertad -PLL- hacerlo. Otrxs y otritxs ganarán sus puestos Güíner de halcón o azores no asombradas yá por esa Luna que escancia su palor redondo y fresco, luminoso, bituminoso, aldaba de algodón helado y dulce bién, ahorro porotos para el desguace.

Que se viene La Inflación, no sé si galopante. Moza de la Urquiza, yá la monjita -aunque era Heinecken- estaba a $6,75 - lo mismo que la Quilmes, paso paso, pasito a pasex viene el desmadre: cuestión de no echar bocados.

Maestros muy Los Piojos, ésa era la armónica de las melodías duraderas y de cancheror, resopla continua una guitarra. - Así, todo tu así, escucho la 88.9 fm, parece que hay un grupo que se llama o llamó Los Calzones: desconozco. Y ese desconozco, sentido en ABC y en un chetoli ricachón weboide minus, me dá la señal de corte de mi texto, a menos que Los Redondos me batan un buen despiante de acariciar, aparece la vagueli, tómole una teta y la palmoteo, aplausos a la foca del querer, vá en una, y vá.

Y me des solazo de aumentar, cribar la estafa, dejar una teclita al menos para lo cierto, cantan La Blanca, los puchonguis, tengo todavía mi matesoli con Andresito, continúa.

Pero me amargo.

Y vá el escancie.

Y ganarás por morbo, oh Azucena.

La ira de Aguirre

Prosita contumaz, no sabe, deambuló en cegándose en mi arenero ya nó meado, fumo un CJ, toma la paciencia, hojeéle yó sus desguaces recontra desenchufados, lavativa para la grafical, Maitena de escritorio para la platita. Es lo que ya busca, déjala ejercer el su "mediocre" que te enrostró al embole.

Nada de nada, no la echaré, ni terrible ni escalpelado, y capaz que venga, ni qué en arrastre, sino para concederme una gracia otra de la no corrección, dejemos la prosa periodística nota dominical Bajo custodia, mi querida, nada sabes, nada sabés de libros. 1.-

Y pongo el monetario y los deondros, cultivo helecho el bronco de lo que se viene, cultivo espátulas de descomposición, que nó por vermes, que ya nó por esporas, sino la risa o calor izquierda adelante equipo Silvinoli que conduce.

Dureza más de la romana, esguace el quirle, Rambo barato al fondo, guitarra que te cruza como una de la veloz, bajo merodeador de un ámbito apenas salaz y chirle, anotá: Lope de Vega. 2.-

Así, sabés 'cribir pero todavía nó en tu cribar, Eratóstenes de la tu "mediocre" esfera de adenoides que dirimirás al acostarte, recomiendo putas.

Perfume viene de fuera, de dende fuera, de lo carato. Cruzo ya mi mulata derecha sobre el sinusoidal diestro, y más perfume, y cuántas de tu acidez, carácter morbo (y que no moro) de: "Conocida". :-D

200

Jeremías, gordito no cabrón y más que bueno, fotógrafo del espiante adocenado noche Keops, tengo hambre, ahora, de salir a por un entero, un sandwich, las pastillas. Un Anónimo que se presenta como Powell abusa sencillo de metodologías de la admiración. No le respondo en clave. Me pongo a colegir quién pueda (ffyh) ser. Sospecho, arrejunto datas, señalo, impertérrito, paso el melindre. Por qué, será lo que el guasoli se plantee.

Cruzado yo de piernas, sé que estoy leyendo El viaje del elefante, del tan grande como mayor Saramago. Lectura afable, advisora y dulce, a esta altura. Libros que calman, que ubican y vuelven a centrar en "algo", libros del lenguaje de avanzar revisando. Fumo un CJ, continúa l'hambroli, tecleo inane. - "Varillas de afeitar, crema de ordeñe", anoto, contumaz del verso.

Ese reverso: el cruce, y todo tu aroma, J. ¿Serás Betsaida nuevamente rediviva, serás esa mirada, serás nueva? Hagamos de nuestra narración algo agradable, no por lo duradero, sino por la felicidad al alcance de este "collige, virgo, rosae". El éxtasis: con una velita, con música de la tuya. Y vá.

9 de enero de 2009

Diccionario de Mozilla Firefox

Attends!: la gata, el roller y las visitas almacenadas en almácigos o piélagos de componer, composición de afrenta no solapada, el entero de La Martona ya no escande, escucho suones, torcidos los deditos o contra contractuantes, arado de la gata que entra y música, sonidos y sonares, ademán carato, chilla la mosca, el vuelo, el fin, aquella pócima de escancie o dento-nervadura, anotación pa'l retoque, vi algunas fotos, morbizó algunas fotos más, dolor en vientre esputo esporas.

(Ya de todo probaste, Amigo, y viste una Luz más, y aseveraste. Y cosa tuya es, cristiano adecentado, y lo ejerces, con dureza romana. Déjame, en cambio, disfrutar de mieles, y de drogas legales, y de escuchar, y... ¡Epa! Prognosis oratoria, eso quería ejercer. Profecías autocumplidas. ¿No es mi severidad la mejor? -Comparativa, agrego.-)

Toso pero no me desmadro. Calzoncillo de adoquines, vuelo desvirtuado, gata que pasa, la todavía gris o trance, ¿preñada una vez más? Me cacharé.

Afinación y dolo, Mansilla en el desguace, gata que funge el lame de su vientre calor sedoso mal.

Así, para decirlo, exhalo. Todo mi cigarrillo es lento, y amanece. Curvilíneo de su cansancio en cuelgue.

7 de enero de 2009

haldemo

suena una moto, un auto, afuera, parla Zloto, tomo mate, fumo; y pongo el puntasílabas, nombra a Nicole la chica, crujo el cuello, apenas suena, ahora. - Astérix el galante de petisos, Calzados para suelas de andar, escribo ciego, el lector ágrafo va diluyéndose, perdía su mirada el Tim, sabe palabras, decía Ham: "agh!", paroxistizado, las máquinas tragaperras, "qué pena de muchacho", batía Kiko Veneno, bueno y loquex el cantautor, me rasco, suena llave allá en la entrada.

duerme la gata, la Felisa, descansada de qué, no doy el énter todavía, vacila adrenalina mi pechito, mi brazo izquierdo, operación actual: adenoides/amígdalas/otrita-cosa. me suena el top, le suena a muchos, estamos en, haldemo, la vagancia, la petulancia, la reverberancia, reverb!, me erutito un dato, y otro, tomé pastillas, dopadex ayer, y qué pasaba, ahora sólo quédanme dos clopixol, por hoy, y sigue el morbo.

5 de enero de 2009

Quesillos, esa curva, bulón de alcance

Esto porteño, morbo, me voy decontramareando, La Noticia Del Frente (LNDF), sabés que las imágenes, las voces, todo aceptado, y ves inmune, el mundo no te toca; pero: pasa la fiebre, te sensibilizás, terror en voces, sereno el Arcipreste ya no señala, tengo que deletrear toda esta bajada continua de mass-media, violencia de la atroz y la sistemática, la más importante, calorón en la Capi, qué tu agujero, Gaia, qué tu superficie localizando, qué de los satélites que telecomandan, y "Gracias por fumar", eso que Unheimlich de escena o consigna del después, "los celulares", digo, los teléfonos móviles, todos: masajeados gozosamente por los taps a la manopla de sentido, de la comunicación, unas cadenas, otras cadenas, mareo voluptuoso, dura la cosa a lo esquizo, esquizoanálisis delirante de la "Rumbos" posible, facticidad de alcance, baja la línea, los EUA timorratean un tiempo no universal, localizado, el morbo.

Tipeo el deconsciente, palabra a las dos voces alternantes, que no combate, necesidad de palabra propia, necesidad no de responder sino de... - Mi mate es Andrecito, todavía, los del '70 nombres, se ven los Falcon deambulando de acá para allá en la neo-seguridad de la Sociedad Actuante, respiro un poco, me budizo o zeniceo, me acuaringajeo el tap tap de mi viejo amigo, ya va por los 40, en qué andará, primeras notas antes de su desarrollo, eruto un leve, diseño las comparsas con pasito, esa armenia de la simpática, la arquitecta, noticia para la de Croacia, la doblemente transplantada, "¡gracias, incucai!", foto que no veré, "que no quiero verla", fotografiar no sé cuántos niños adiós asesinados, cómo escribo lo cual, me canso el morbo, lo tapeo, lo tapeo, Secretaria de Comunicaciones hackeada, ¿un humorista?, las noticias, libro mi hermano, poor flowers!

(...)

Toso, degallo, trago, que no esputo, porque: el pediatra familiar decía: "¡escupa!", no salto al primer año, salto a la visita, las aceitunas y el Usted, música, el descanso de dicho bombardeo, pero: de palabras continuas, dijo Mafalda: primero fue la ametralladora y luego la máquina de escribir, me acuerdo un Nietzsche que narraron, le regalaron una maquinola hacia el final, McLuhan y lo de Gutenberg, pues embarcarse, Kurupí, el continuum.

Público/Privado. Como si el Estado ni la Iglesia tuvieran en cuenta ese detalle conceptual Moderno. En fin.

3 de enero de 2009

Teclamen

la portuño higarcia, melanex que come en préstamo de partida, masca mayonesas y la sala, mate de revenge, colijo voz lenta, - me desayuno el rostro, dejo el pucho, - y hasta cuántos más irán y qué serán, pasan señoras, camina la mujer de nuevo y rejuvenil peinado, mate altura, cariños y una voz que se pierde en la atención, muerte joven por incomprensión y borre, - mira Felisa, M. M. saluda, - comentan suavemente y despidiendo, mucha familia, escribo, miro el mate, niñez perdida en esa escuela en la que a Swat o cosa así desdecíamos en jugando, frontera este del terrenor de tierras secas, cascotitos de los bulones que se desmigajaban, - ..., - cariños por lo dulce, noticias de lo crudo la violencia el rapto de la platita que querés, - descanso escribo, tomo mi mate, escribo, crona suelta, muchos y muchos datos que se le tiran, declaraciones, desmenuzaciones, apuntes por lo alto, quedará, ¿se miente?, diseño de verdad de la contemporánea, frena un auto, espero, melancolía de lo que no está, ahora, acá, la falta, la serena, -

escribo diccionarios del desgaste, la muy hecha a la Muerte del deseo, comenta el de la voz, hablan de un autor que escribió libros, Suecia, Noruega, Finlandia, ¿es lo policial de la construcción de ciudades del futuro, las alimentan?, - esa voz es de mujer, un poco joven, que parece, no se sabe, escrib(e/o), veo mi monitor de alcance ausculta ciego, tomo mi Enero, me desencolumno, morbo dicho en emplasto, salud o cauces.

si viene lo que digo, diré palabras que serán ritmas del qué, qué de lo que hay, del far ago & long away, anyway de mi descanso corpuscular o latido inminente, como Intifada, como Proceso, como las piñas violentas del reviente cuerpos, la masacre, otros holocaustos, que ya parece ser que son la práctica de limpiaje de sobrepoblación La Mala Onda Re Mal Mal, pienso en plurales.

escribo por decir un texto de no rejunte, poné Teclamen, maneja las personas del verbo (qué lindo, ese libro), - hay accidentes, se hacen pelota, que zafen, piñas y más piñas, dispersa, Rallies y Rallies de la plata y la fotito con el minón de turno, ahí vá, CJ, caso o moralejas chuecas de tu signar.

entonces, en tecleo de tu pausa, te inmuta el duro, te inmuta el ciclamen, te vacila el pecho de la respiración insomnio pesadilla, esa vigilia, contramargen o plenitud en Un Terror, aplaude el disco, - pongo volumen.

y sigue la madeja de la presente trepanación sin gomas, minones de todita la expoliación que prosigue, para qué las neo Colonias si no es para perfumar con aguas sanas el sobaco contaminadex d' Europa Europa, ponele pimientos, tomates, chocolates, choclos, papas de tantos colores, ese maíz o panza.

y sigue mi gatita en querer maullaje, 'ro, - saluda mina, flashito de su luce que dibuja, paso el volumen.

y digo que me desencuaderno de Mi Cuaderna Roja o Vientre Ex Pupo beso de tu mil y mil. Y ya nos vemos, a contraluz, engarces.

2 de enero de 2009

Recuperación de alcance

Me pongo nuevamente en morbo en hacia, pacificación que soplita, escucho a Fabricio, "Todos en la madrugada", y busco relax o risa, me busco decontracturar, carita acontecida de tu paseo, Tam!, por parajes de mareo y caos afuera, yá, me desmareo, bajo a la tierra del now-here, pongamos el guión, anotaciones, manda mensajito Hipólito, El Vigilador, pasan mensajes, 104.1 fm, escribo para no borrar, para anotar, para escribir (anoto: teleología), vá el escribir, va la descargancia, bombita allá en la Gaza, grafía dolorosa, lo último eran más de 400 de un saque, 2000 heridos, sabé si los hospitales abastan, continúo escribiendo, música Larralde.

Supongo que el fin de este Quilombou será mi releerme, seguir pistas, darme cuenta, bajar un cambio nuevamente, la lentura necesaria, el ascelere de los porteños, y púseme en sentirlos, una vuelta que estuve allá, ¡tremenda altura la de las construcciones bien verticales, y cuadras, cuadras, ciudad de muy extendersa, La Cabeza!

Anoto y desanoto, el onda es jazz, los de la clásica tocan tal cual, si la pifian rebobinan, el que improvisa corrige sobre la marcha, che, Prendero, ¿tu inglés, tu yanqui?, ..., no recuerdo, ¿el tapping?, no, que nó, ¿todo tu walking?, las Seattleanas caminas de tu Red Nobleza Neck, ya matearás, cultiva el morbo.

Y en la conciencia incólume de mi lenguaje variopinto, Marita, ¿por qué lo de Vampiro?, espero Aparición, Timoteo Aparicio le digo al culto, pongamos deliré esa situación de concentración hotelera, - tomo mi mate, mate maldito y rico, si voy allá.

Escribo mi des-poseso, escribo el "¡juira, Dionis(i)os!", me des-embrujo el ala, mastico petulancias de mi lenguaje de desvariar rutinario, busco rutina, Pampita's Calendario cumpleaños, "hoy comienza el 2 d'enero", los textos de escribirlos y decir en qué The Morsa, me acuerdo vago.

"Vagor, palor, flaqor"... - Fabricio pega un gritín suavesongui, escribo y desescribo en desde cuando la continuidad de la labor-terapia de'oficio. Espero líneas de distancia, pienso en paciencia, pienso en buen trato y en terminar afuera de amanecer pa'l desayuno, y "Día a día", y nada más, Instante lento.

Cultivo de actitud que viene Crisis, lastima el pejerrey...

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Mundo, no sólo yo, asustado. Acá no va tan choto ni sangriento, pero... - Le quieren levantar el ánimo a un Gustavo. - Castellano. - ... - Me canso. No pongo mi retórico "Así," - me canso. No concluyo. Y el para qué... :(

Viernes 02/01/2009, 04:46 hs.