29 de julio de 2008

"No hay canción que no te nombre."

"¡Abra la tapita, la tapita de la vereda!" Preparo el almuerzo a las fastuosas cuatro y media de la tarde. Fumo mi fiel CJ (fiel menos cuando me olvido de reabastecerme: mirá vos) y gargajeo todavía un poco, al toser. Dejo pasar a Felisa adentro y me cruzo, sentado nuevamente ante Magnolia, de piernas. Pienso en ponerme un pulovercito: la brisa pertinaz aunque suave mueve levemente, de a ratos, las cortinas corridas, y el sol luce allá arriba, algo de costeleta quizá, presagiando mayores calores venideros.

Cómo disfruto el calor; el imbancable incluso. Hacía mucho que no me enfermaba, pero el frío, para mí, implica la influenza. Tirado en la cama, presa de un cuerpo padeciente, me pongo, cuando estoy engripado, a percibir las horas, y escucho mucha música, y me siento pesado -interiormente, digo; mi rostro guarda cierto rictus vagaroso, que acentúa dicho pesar-. Todo se recalca, y uno sabe que sólo cabe esperar, sin nada ahí.

Me pongo, pues, el pulóver. Me estoy divirtiendo mucho con Molloy en francés. Sé que Beckett escribió en inglés y en francés -no indistintamente, claro-, pero no sé en qué idioma fue redactada esta novela. Frases simples, breves, transparentes: lo que desorienta es la misma desorientación de Molloy, su mirada, su andar, su férrea lógica discursiva.

Fuimos a ver anoche Looking Glass con un buen amigo. Disfruté mucho de ver a un artista laborioso, metido en sus proyectos. A la salida, mientras nos íbamos, escuchaba de refilón a un chico que comentaba lo visto; criticaba la obra, y creo que a la persona también. (Lo percibía en un flash: cierto tonito, cierta gravedad.) Me pregunté qué tipo de profundidad tenía su crítica. Al parecer, no la había visto receptivamente, y eso, por lo general, deriva en mala leche: porque el documental se proyectó entero, y él no se fue. ¿Espíritu reactivo; anda en etapa de crecimiento?

Fumo, ya comí. Corregiré, leeré, partiré a francés. La tarde está lenta, y disfruto de esta soledad de ahora mismo: ninguna urgencia.

26 de julio de 2008

The Tandooris y una fan

La chica bailaba a los saltitos frenéticos, entrecerrando los ojos y sonriendo suavemente. Pelo corto, petisa, lucía un cárdigan como que azul grisáceo, y agitaba mucho la cabecita. Era la que más se destacaba, anoche, a mis ojos.

Habíamos ido con un amigo a escuchar a unos tal The Tandooris, y, si bien el concierto habrá durado 40 minutos, mi amigo se las picó a los 10. El grupo, que hacía algo así como música surf, no estaba mal. Tenían un tempo ondulante, a veces bajaban casi imperceptiblemente el pulso después de la estrofa o del estribillo; al rato recuperaban al menos parte de la velocidad inicial. El sonido de las dos guitarras y el bajo era como una plastilina hedionda o varios chicles apelmazados y mascados al mismo tiempo de hacía horas.

La piba bailaba frenética, entrecerrando los ojos, jovencita. Corte garçon y cárdigan. Música en vivo.

24 de julio de 2008

Sintetizado alfanje

Tos pertinaz, le decía a alguien; tos de seguir fumando, a pesar de haber salido hace poco de una gripe, y de fumar un pucho cada 20 minutos. Pulmones que se duelen, al toser, a veces me ahogo, y si la tos llega a lo último siento una ligera arcada. Tos de ser cuerpo envejecido; sin que lo dicho signifique que me arrepienta, no.

Escucho jazz. Temas grabados entre 1943 y 1948: los V-Disc, esos viejos discos de 78 rpm, ahora en cd. Fuerzas Armadas de un país haciendo, por una vez, música linda. Y hoy cae Menéndez. Tomo mi amargo, no pienso en nada en particular. Los de Akahatá parecen ser chiquilines reivindicando a dos o tres monstruos sagrados, demasiado venerados -¿conocerán a otros escritores, aparte?-; me caen simpáticos: yo, que también tuve 20, hace un tiempo.

Día agradable, en Córdoba. Ligera brisa, sí, pero el solcito, que imperó a lo largo de la jornada. Y me hice de un celular, yo, que los odiaba. Y espero a que me llamen. Y lo pongo a cargar. Primero Felisa, ahora este otro muchachito: la soledad.

Me acomodo la espalda, la crujo. Nada maravilloso escribo. Órgano con pedal de volumen. Releí una Antolojía poética de Juan Ramón Jiménez y me puse a pensar cómo sería eso de vivir toda una vida en estado de creación poética. Demasiado vulnerable, te volvería: algo hay que ceder, algo hay que devolverle al mundo. ¿Qué podría revelar una buena biografía de ese poeta? ¿Que tenía depositadas un millón de pesetas en Suiza? ¿Habrá muerto de un pinchazo, también él? Poemas agradables y con palabras muy sencillas, muy comunes.

Prendo otro pucho. Sol que comienza a ponerse, el humo del cigarrillo se quiere disimular entre la sombrita inmaculada. Toso una vez más, carraspeo, gargajeo infructuosamente. Y hoy cae Menéndez.

21 de julio de 2008

Ya está basta, yá

Felisa husmea la bolsa de basura que todavía no saqué a la vereda; luego "toma" una tapita de Sprite y se pone a jugar con ella. Yo comienzo a fumar despaciosa, cautelosamente -luego de la furiosa gripe que me mantuvo en ascuas toseriles-, y escucho Aloha, divirtiéndome mucho con las letras.

Almodóvar, se lee por ahí, gusta de este grupo de músicos catalanes. Grupo extraño, Le Diablo Mariachi, cuya voz principal canta en francés letras cómicas y sulfuraditas. Los vi en YouTube, y el tipo gusta de cantar poniendo entre su garganta y el micrófono un altavoz muy Clarín.

Nublado, en Córdoba. Brisita pertinaz pero no aleve. Por suerte mañana retomo las clases. Me harté del hastío. No pesaroso, claro, pero secante. Ni siquiera un buen libro de Stanislaw Lem que comencé a hojear salvó las papas. Menos que menos los Escritos 1 de Lacan, que tengo que devolver a su esotérico dueño.

Mate lavado, impaciencia de que todo comience de nuevo. Salir a caminar, claro. Ver cuerpos en movimiento, alternar con otras voces.

Me pica el bagre

Maravillosa Marisa Monte: escucho un disco suyo que me enamora dulcemente. Recuerdo un documental con la obra de Carlinhos Brown, esa escuelita de música en un barrio marginal de no sé dónde, y en un momento cantaba con ella. Feo peinado llevaba entonces: ricitos negros; pero qué voz.

Lo de los ricitos me hace acordarme de Noche y día, esa novela de Virginia Woolf en la que había una prima del campo, muy siglo XIX aunque ya era el XX, cuyo peinado me lo imagino así, con esos ojos.

Ayer salí a por libros. Compré Rocamora, de Alejo Carbonell, que devoré con aplicación y gusto. Poemas tranqui, de aliento sencillo, de a ratitos de una épica accesible. Libro vendido a choreros $15, por los más choros todavía de Rubén. No entiendo por qué tan caro, si ni tapa buena tiene el libro: no más de 110 gr. En fin: el precio, a criterio de buen ladrón.

Me fui a la Mediateca y saqué Beckett y Breton. El francés de Molloy es muuuy accesible: lo recomiendo.

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"Una pausa de mil compases"... Bellísimas canciones. Qué de naderías se pueden anotar. Me acuerdo de una mujer que gustaba de Chico Buarque, y parece que también de mí. No pudo ser, porque no pudo ser. Pero su belleza salvaje, su cuerpo eléctrico y lento -Whitman y el cuerpo eléctrico-, su estilo inagotable de mujer que se sabía potentemente bella, al menos para mi deseo.

"Dicen que fue llorando, sonriendo, cantando"... Explota el rostro o borbotón contenido de lágrimas de felicidad, de esa emotividad artístico-popular, y me prometo cosas para las próximas horas; enaltecido vislumbre. Estado apto para escribir bien, al menos en mi caso; o escribir cosas que amo escribir. Lo verdadero.

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Algo le falta a este post. Algo como sustancia. ¿Un poco de la melaza de Dune? Me esperan fideos de anoche, me espera esperar, me espera ir a francés, a las siete y media, y esperar. Releo por estos días el seminario de Lacan sobre Poe, y esta vuelta no me parece tan pelotudo, tan soberbio. En Córdoba hace frío, y de a ratitos se levanta una muy ligera brisa, que pronto se va. Tengo las cortinas corridas, y las celosías -"Preso ventanilla"-, y no pienso bañarme, hoy. Tengo mis discos, tengo mis libros, tengo mi internet; sal le falta a todo esto: una pechugonita que bien aspecte las horas. Y que no llega.

20 de julio de 2008

Huesito al sol

Nunca me convenció demasiado la ópera italiana. Vulgar, grotesca, demagógica: eso se me representaba inmediatamente al oírla. Me pongo a prueba, y escucho, ahora, L'Elisir d'Amore. Lo que más lamento es no estar viéndola, representada, digo.

Esto era el cine; esto eran las gradas, las tribunas populares. Dicen. Melodías que se caen de directas, preguntas, respuestas y contrapartes a intervalos regulares. Poder insobornable de la música simpatética: llega de plexo, no precisa de intermediario, se impone por medio de un sensualismo feroz y dulce ("ésta es mi feroz canción...").

¿Habré tenido demasiado Bach, cuando estudiaba? Mi profesor decía idolatrar a Beethoven, y me preguntó a quién veneraba yo. Y le dije -por cumplir; por decir algo- que a Schubert. Simpático Schubert, simpático jovenzuelo de francachelas, de muerte prematura. Ni Bach ni Paganini: Schubert.

Así, esos alegres italianos me resultan sospechosos. Sospechosos de vitalidad (pletóricos de salud), al parecer. Alegría que rebosa, plena, dichosa. Carácter de cada música, que bien comprendo. No importa que no sea cantada: cada música tiene su 'elan', su aire, su argumento, e inmediatamente hace sentir en nosotros lo que es. Problema de cuando nos aburrimos: la hemos cosificado mal.

Solución de continuidad: no está taaan mal esto que estoy oyendo. Una vez eslabonado el problema, se quita la cadena. Escarceos contra diversas sombras.

Comentarios a las cuatro de la mañana

Franco, en el chat, me cuenta de un jazz peruano que escuchó en Buenos Aires, todo a raíz de que yo le comenté de un jazz como que catalán, compact que acompaña a una revistita del género, de procedencia peninsular. El primer tema del mismo, jazz flamenco, un trío (saxo, bajo, batería), y los músicos sobregrabaron palmas: muy ajustadas, prestas, veloces.

Cuánto dura la música nueva. La oís varias veces, y funciona, sólo hasta el momento en que la mente empieza a andar; y tapás entonces el sonido con pensamiento, y te hastiás, y le echás la culpa al disco. Máquina deseante perfecta para propiciar el consumismo cultural.

Suena el tic-tac del reloj, atrás, sobre la mesa de comer y de leer. Deambula con otro 'tempo' que el de la música. La falta de foquito en el ambiente, la luz insomne del monitor, que ilumina fantasmagóricamente un escaso alrededor, todas las cosas del depto: no es que acá aguante, tan mal no la veo a la cosa. Valoración de lo propio: no es un sitio súper ordenado, por lo que ¿algo falla?

(Ganas de largar de nuevo: de estar leyendo de vuelta. De llegar a entender: palabras, giros, ideas. De convencer, y de caer en la cuenta, avergonzado. De andar, en fin, por el ágora.)

19 de julio de 2008

Clip que sobrevive

Instalada la gripe, triunfante de mi cuerpo, la influenza. Apenas puedo escuchar música -que percibo de un modo muy nítido, diáfano-, cada pequeño esfuerzo me lleva a retorcerme en el nudo de la tos, corcoveo seco y sonoro que me doblega. Tengo una sola temperatura justa, y cuando aminora vuelve la tentación -toser: colapsar-, vuelve el trabajoso cuidado de recuperarse.

No puedo ni tener ni un libro entre las manos: lo cual no es incómodo, tampoco. Así, las horas, esparcidas en nada poder hacer, en esperar; y la música, pura, colmada de dichas: secreta reunión.

18 de julio de 2008

Acaba la semana: y estoy solo

"Justo a la hora que en España se asesinaba a Federico", escucho en Silvio. Tomo mi mate de la constancia, sabroso ahora en la gripe, y sigo a Felisa con la mirada: inquieta, seria, concentrada, inicia carreras súbitas y más bien breves, luego se aleja, disimulando, cheta.

Poco para comentar: que padezco tontamente, de a dos, de a tres horas, llevado por los chuchos leves, mejorando, después de haber visto al médico, con fe en el restablecimiento, como es de prescribirse en estos casos.

Poco para comentar: no tengo fuerzas para leer, se me debilita el cuerpo, tengo que parar seguido. Escucho mucha música. The deception of the thrush: ejercicios de ascética musical, demostraciones de fuerza. Old friends, new friends: hay algo en él que no me termina de convencer. No es que sea como de laboratorio, pero la belleza de sus composiciones tiene cierto toque gélido (la coronaria de Giannuzzi). Y así otros discos.

Los mates de estos días están tan buenos. Para empezar: no me asquean. La tos no es flemera, el moco es transparente: cepa que llegó para ejercer en mí. Por lo pronto, Silvio sigue tratando de la fascinación y otras cuestiones. Todo lo hemos sabido de siempre; son las extravagancias lo que nos aleja del mejor color. Todo era así, antaño, y, sorprendido, veo que, de todos modos, no se malgastó del todo el tiempo.

Boceto piola

Percudido, tambaleante, enteco, camino un poco -muy poco- por las calles de la República, para comprar tabaco, para ver gente. Pero no está en su casa el pariente, y tengo, convalesciente, que retroceder sobre mis pasos y enjaularme de nuevo. Ni ganas de leer ni de poner música. Me sé débil, necesito cobija.

Vuelven, así, los años de los bocetos; aunque esta vuelta no será necesaria tanta corrección. Se me soltó la mano, y trazo, mal que mal, cómo decirlo, estados. Ítems de estados, movimientos retóricos: y no me prometo, hoy, nada genial.

Esgrima de la alcancía, quizá (y yo, con esta gripe). Demora de lo bueno. Tendría que generalizar algo, pero me falta cualquier conclusión. Quizás en esto consista la renovación de un estilo.

17 de julio de 2008

Cuerpito tibio

"Siempre es noticia una historia de besos y desengaños." No puede tener tanto swing esa canción.

Fumo tranquilo. El de enfrente me pidió de calentar la pava. Le pregunto: "¿primer hervor, o la dejo hervir?". "¡No le hace!", me contestó, "¡es para desayuno!". Seguido al pie de la letra el tema, me desentendí de la muchacha.

Cuando me quise acordar, ya hervía. Salgo a avisarle, y justo estaba viniendo. Agradece, saluda a Felisa, "arisquita, ¿eh?", y me pregunta si la baño. Luciente, la vería. Le digo que es cuestión nomás de alimentarla y, apenas le notás el pelo choto, al veterinario.

Toso. Sigo engripado, enfermedad que agradezco: me sacó de la fiebre. Mi amigo de Barcelona, el músico, el sonidista, ¿en qué andará? Chacas y cuecas que hacíamos: quena y guitarra, y toda la parafernalia de sus equipos de audio. Pero desentonábamos. Difícil formar un grupo que ajuste.

Tranquila, la mañana. Nada de Giannuzzi: intenté leerlo, le dije "sí"; pero no es ése el libro que me vendría bien, ahora.

Me acuerdo de una película con Harvey K. Un policía corrupto y drogón. Recuerdo lo que le dice, pongamos, la amante, cuando se están drogando: "porque lo que buscamos es satisfacer nuestro deseo". O nuestro placer, buscar nuestra satisfacción, ya no recuerdo. En todo caso: algo así.

16 de julio de 2008

Escueto informe

Siete pasadas. Los héroes del silencio: noches de cerveza en que deseo. Siete y veinte, y ando engripado, y muy tosiento; pero mejoro: padecimiento que suplantó al delirio.

Inmundo, sin bañarme, cada tanto toso; y fumo sin tragar, tomo otro mate, qué linda música. Mayor sentido al estar; cuestiono, pues, "la duración", falta de expectativas. Ciro Alegría me trae un título, y bien podría citar mi frase célebre. Días en que el pasado tiene aroma, todo se construye, y reímos del sacrificio (cf. La genealogía de la moral). Pero uno es choto: volverá a querer nuevamente ese pasito chueco, y muy Quevedo encima, la espiral.

Mate que se lava, tendría que bañarme. Maldito termotanque, se me apaga solo; y tengo que pispearlo regularmente. Sé que la cosa pasa por arreglarlo; y lo demoro.

Así, cumplo en informar que la cosa, maguer la gripe, mejora. Más noticias, en cualquier "instante".

15 de julio de 2008

Azadón retrospectivo

Saco placer del tecleo parsimonioso, observo. ¿Fenomenología continua? Me fumo un pucho: las tres pasadas; y Puck habló de ligar escritura a programación. Cadenas de Markoff: pequeñas plusvalías del estilo: concepto rítmico.

Porque eso era lo que era interesante de ver en mi escritura: atisbos de programación estructurada para el trazado, para la revisión: lo que mejor funcione. Pero en La Voz se descartó por completo mencionar esa "apabullante" posibilidad de interpretación del propio trabajo (¿qué habrán pensado?), cuando la nota.

En fin, las camarillas. El tema es que rondan las mil nociones de lo cierto (¿lo qué?: la Poesía), y el poder siempre se ejerce, partida doble. En todo caso, método: veamos qué es potable y qué corroe... Stop.

(Infinitivos de Juarroz: plan a adoptar. Tono 'medonho', zumbido de Magnolia. Afuera, un sol estable; pasa un auto; zíngaras del viento. Las maquinitas, a que también se refiriera Gelman, no se pueden cansar de pergeñar.)

Cansado, el algoritmo. Fumo paciente, y toso. Escribas sin espíritu salaz, operarios de la fatiga (porque: "trabajás, te cansás, ¿qué ganás?"), me acuerdo, de repente, de Doña Bárbara, y, cooler/zureo, me doy de bruces en tener que releerla: para saber.

14 de julio de 2008

Anotación sencilla

Pobre Johnny sonando. Música de sonar redondo, chicle.

¿Habrá guerra? ¿Algún fusilamiento? Voz de los medios: "de ahora en más, esto es lo que sucede: impersonal". Así, si el hedonismo prima, me pongo rock nacional continuo; si quiero creer que estoy en la realidad real, pongo noticias (continuas, también).

"Ahora vienen por el agua y las riquezas minerales", me decía uno, esta tarde. Le calculaba tres años al asunto; la flota ya estaría en el Caribe. Mientras el tipo hablaba, me preguntaba por sus fuentes; y muy poco acotaba, yo: dándole la razón.

Así, vivo entre libros. Y eso es lo que sale. Y fumo lentamente, y me resisto. Un poco más de vida: otro más, amigo, me contaba de muñecos, y de que la obra podía repetirse. Y de eso de ser poeta, esto es, escritor marginal, en Córdoba. Como que la cadena comercial que va de la escritura a la edición a la compra del libro fallaba en algún lado, y por cuántos motivos. Cosa de ser económico.

Vida entre libros. Charlar amablemente con el almacenero de la vuelta sobre por qué tiene su Rosamonte más barata; y sobre por qué no está tan cara tal pasta fresca en comparación con otras.

En fin: por ahora tengo internet en casa (la querida computadora), y publico. Aparte de escribir en cuadernitos. Una tarea, mucha lectura, y el tiempo. Sigo escuchando Pobre Johnny: sonar redondo del post.

13 de julio de 2008

Sudoku

Fumo, ya muy despierto. La pava se está calentando, y me va a gustar cebar con Durazno sangrando como telón rojo. Dos menos diez de la mañana: pienso, entre otras cosas, en "la hiperfetación de la lógica", que tanto abunda, y chotamente además, en Filo; tengo ganas de no retomar, una vez más, la carrera, segundo cuatrimestre.

¿Jugar, pujando, a la razón? "La voluntad de saber" puede darse en distintos círculos, que no son, claro, concéntricos. La Verdad papa, la indiscutible: buscarla en alguna religión afín a lo de uno. Para eso, más vale seguir con los ejercicios de prosa, y seducir y poseer por áhi a los diversos recién llegados. Prolijidad y desatino: publicar todo.

Ahora que, eso de los infinitivos, me revienta sobremanera lo de Juarroz. Su formulismo geometrizante, su gusto por el desconcierto sistemático -pongamos: la superación-, el juego abusivo de los opuestos, e incluir el tercero: me cae mal. Quizá relea algún día los dos tomazos -aunque de a un libro por vez-, como hago con el resto de los poetas en castellano que tengo -más o menos al azar; más o menos buscando; en el peor de los casos, y son varios: por rutina-. Quizá pase el tiempo y se me vire el gusto: a veces pasa.

Por ahora, el Evangelio según Mateo. Listita Bloom, qué vachaché. Encima, encuentro en ese texto todo el mambo Nietzsche, frases enteras calcadas, claro que con la misreading (¿?) por efectuar. Es al pedo: somos juguetes de nuestras propias lecturas tenaces. Sí: la poesía, en ese sentido y cuando puede, renueva el lenguaje; pero, y sobre todo hoy, es muy chiquita, muy marginal, la pobre.

Porque es más estimulante ("la voluntad de poder") medirse con los grandes libros: "por sus frutos los conocerán" (se ve: diversos sentidos para la frase). ¿Quién era, los formalistas o quiénes, los de la "desautomatización" (pedazo de palabreja)? Conocimiento de causa, que probablemente no pasa por la cautela, aunque sí por la constancia.

No puedo escribir ficciones. Algunas hice; pero intentar pergeñar un mundo sin referente inmediato, hoy por hoy, me saca. Taller en el que el profe me tiraba ideas, y yo devolvía cuentos bien formados. Por eso Bardamu es bueno.

Y la gracia no consiste en sorprender, decía Borges. Trabajar la prosita, el poema, lo de entre manos, pero ajustando. Pongamos que era Onetti, con respecto a La vida breve y al estudio de otro, el que decía: "nueva vuelta de tuerca: nos vamos acercando".

9 de julio de 2008

Agustín Garzón, entre Bernardo de Irigoyen y Carlos Tejedor

Dos bananas al hilo: leve dolor de panza o presión en el vientre, y escribir. No es la mejor forma de hacer la digestión, sentado. El pucho, para la fruta, además, no ayuda tanto; es para el asado que es bueno. Pieza/pocilga, me alumbra ahora la luz de la cocina: acá, en el comedor, la luz no funciona de hace meses. Eruto -según el DRAE, mejor es "eructar" que "erutar"-, y pienso en algún disco, que no pondré. Miércoles como domingo, todo está muerto, y no hay dónde comprar cigarrillos. Además, no tengo guita: la que me quedaba la invertí en un par de sándwiches, porque no tengo ganas de cocinar -ni de bañarme-.

Estuve leyendo estos días una pequeña antología de Cernuda. No vale la pena comentar nada, pero me sentí mucho menos solo. Pero no es que nos acompañe un libro: cuando está bueno, asistimos a él. Lógico: el libro vale más que nosotros. Para los lectores, para quienes saben que hay ahí algo mejor que el vago ruido de los días. Porque todo está completo, bien seleccionado, en los poemas.

Me tiemblan ligeramente las manos. El Lithiun, o el Olane, o el Valnar XR, o el Clopixol. O todos juntos, interactuando. La consecuencia no deseada. Pero es mejor así: no me hago problema por que se me caotice el lenguaje -a la hora de escribir, digo-, porque aparte salen cosas lindas -ese es mi gusto-; sino la vida, la mirada, la relación. Este leve temblor en las manos me da cierta pátina de viejo, que no se condice con mis pocas canas, con mi sonrisa fácil, estentórea. Vale la pena tolerarlo, vale la pena no andar herido.

Prendo un pucho. Nada de música, entonces. Sombra en el comedor, el monitor insomne, al frente, y ya pasó el dolorcito de panza; y tengo verduras, aquí, como para salir de las pastas de siempre. No es un mal lugar, la verdulería: cajones inclinados, paredes apenas húmedas, y el gordo que te atiende, que se lo come todo, cuyo hijo, también obeso, ama la sopa materna.

3 de julio de 2008

Ripios, y la bondad

El nuevo de Spinetta, resarciré torcido, aguas y consejas, noche como el ateo, el pulcro. Me fumo el hábito o canción, desatendido resplandor que bien calza con la prolija. Pero no hay hambre, tomo la coca de desnudo, vendo tu vientre, exhausto por tomadurías de pelo tristes. Como que aclara, y de corrido, ejerce el diapasón/teclamen, vocabulario al pie.

Se afana en consentir la percha, la gutapercha de la nervadura odiosa, derecho como Ginebra a la balanza, personal, consulta con la regresión, y evalúa los costos netos y redondos de las fritangas, churro de la impropiedad. Comparsa, fantoche que elabora en ristras, rotación/aljibe que se desmadra, los que abandonan.

Toso como la plebe, escudriño la joya carcomida de los que se arrastraron en pos del qué de su nadie, me acumulo en años sobrecrecidos, no extirpados, no roídos, no melancólicos de "no importa cuál" Jamaica. Esparce harinas de saber octogenario, se solaza con la vegetación forzada -ese lazo-, desentumece la sombra/hoguera, a respirar.

Su para qué se advierte y se divierte en la estación de la otra cuadra, la estancia de galpones de herramientas, los estantes pecaminosos de ocultarás tu siembra, todo el Emporio. Diademas compañeras de su rima, su Su y su SuSE, perdida cantilena que acordarás entre esquinas llamadas hembras, pedazo de recuerdo, pasan los pasos, se resienten los cuerpos en verdad, y tanto os digo, chic, y tanto murmurio como dardo que el marlo funge.

Me rasco las encías con rastrillos/puerros, y la pared es blanca, y tanto adorno es sólo de los nombres, nomenclaturas e hidromiel, pienso en la yerba. Bobinas malhumoradas, desplantes como poblaciones, se retrotrae al Agro, lenguaje como parrilla de un toc-toc que alumbrará, la música y las cuentas del incienso, ronronea, muy parapetado en ellas. Su mucho jazz, los muérdagos y Marion, titiriteros con frío y, de su arroz, el alce: chopo desencadenado contra los cristales del peine.

Todo su más es lenta. Guardarropía en busca. Fumata pascaliana, versos como lo más conocido de la ceguera. Arrope frío, y el entimema, que se declara, y ventiscas almibaradas. Cita, pues, que es de oficio, y alfanje que se me hundió en Peer Gynt.

1 de julio de 2008

¿Qué era, la melancolía?

El mate se ha lavado y es la siesta. Y me comí lo que quedaba de los fideos de anoche, y estoy satisfecho. Más allá de eso, leí, y escucho música, y tengo clases, más tarde. Y no tengo ninguna ambición en la vida más allá de la de leer y escribir. De continuar con esto.

Bob Wilber y Kenny Davern se divirtieron a lo loco, en esa grabación en vivo que ahora escucho. Un jazz bien tradicional, pongamos que muy New Orleans. Guitarra, bajo, batería, y saxo y clarinete. Y un swing eterno, que avanza y no se cansa.

Pasa un auto, allá en la calle, y al rato otro. De calzoncillos y ojotas, mi pelo está hecho un asco. Todo duro, todo pelambre. Grasa y humo, y las lagañas en los ojos, que me voy limpiando, fuertemente, morosamente. Desperezarme me lleva un buen rato. Cenicero repleto, lo limpio, y siento a Felisa, que me acaricia la pantorrilla, muy sutil con su cola enhiesta.

Tal para cual: eso aprendemos a ser, con las mascotas. Me prendo un pucho y fumo. El tiempo es divagar.