Hoy lo vi al Ger. Estaba sin Azul, cosa que se notó. Yo había tenido turno con la psiquiatra, y me dieron ganas de charlar con alguien. Ya antes le había escrito a Guido, pero andaba de reunión, y arreglamos para mañana a la nochecita. Viajé en un R1 sin tanta gente (eran las ocho), y de atolondrado me bajé una parada antes. Iba oyendo la Pobre Johnny; pronto estuve tocando el timbre de su casa, en el Pje. Villegas.
Cuando volví, preferí tomarme dos colectivos en vez del 600, y llegué a San Vicente pasadas las once. Recuerdo que comí algo, frío, que me había dejado mi vieja en un táper, y que me dormí tipo dos escuchando Iiro Rantala. Hará una hora desperté, y me fui a la estación. Compré Gitanes, tomé una fantita. Volví pensando en nada en particular, por la Agustín Garzón vacía; tenía ganas de escribir.
Y llego acá y no hay nada. Me preparo un mate, abro la ventana a la noche, pero no sale nada demasiado qué. Una leve seriedad acompaña este teclear en silencio. Una leve seriedad, un rostro taciturno, una respiración fatigosa: decididamente, fumo demasiado.
Fumo. Pasan algunos autos, de a poco, acá a media cuadra. La ciudad comienza con su jornada; allá ellos. Hoy miércoles firmo contrato con Ediciones Del Copista para sacar un libro. Mi tercer libro. Cosas de La lección de piano, seleccionadas y ordenadas con ayuda y buenos consejos de Pablo Anadón. Tengo que poner mucha plata (para la que suelo manejar, digo), y los próximos meses van a tener que ser de nada de taxi, nada de cerveza afuera, muy muy poco de libros. Y ver qué pasa.
Uno un poco no sabe qué es mejor. Mantener estos blogs que hago implica, más allá de escribir, el pagarle a Fibertel una platita mensual, que no es mucha tampoco. Los blogs en sí no son muy visitados que digamos, pero existen. Existen y acumulan cosas. Con el tiempo, uno revisa lo que ha hecho, y percibe evoluciones, cambios, movimiento. Se ven llevados en la dirección de las meras ganas, del capricho circunstancial, y ese modo de darme a conocer, bueno, me cuadra. Otra cosa sería que hiciera, qué sé yo, mercadotecnia de los sitios, y que los propalara y los difundiera adrede mal, y fuera mi propio exitoso empresario de lo que escribo. Cosa que no me saldría ni a palos, nunca, de proponérmelo incluso en serio. Digo: no me veo en ésa.
Sacar un libro tiene algo de parate. De detenerse y evaluar. De proponer cierta forma, cierta selección, establecer un mojón. No es que vaya a escribir distinto después de que el susodicho salga. No necesariamente. Pero bueno: queda el 2011 como el año en que publiqué de nuevo.
Como tener un proyecto. Algo diferente. Chateaba, ayer, con la Cantarero (una mina), y ésta me decía que, para ella, la cultura en Córdoba es bastante mediocre. Que hay mucho afán de figuración en una ciudad donde somos pocos y nos conocemos demasiado. Y jugamos a las tribus culturosas mal, y nos tiramos mierda entre nosotros; como una especie de farándula vernácula que sólo busca llamar la atención, y a como sea, muy tilingamente; y somos sólo cuatro pelagatos, y tres no tienen desde dónde escribir pero jetonean mucho. (Sonreirás, muchacha, porque quedé como el cuarto: los malos, por definición, siempre son los otros.) Como el pueblito ese (y son muchos) donde morían cuatro romanos y cinco cartagineses o, lo que es lo mismo, dos punks y tres heavys; y nadie más en ese pueblo le daba bola a la música, y menos a esos raritos, a esos descarriados; y apenas si atendía a lo del Chaqueño Palavecino, que Mario Pereira propalará por siempre para todo el país.
Por lo general, no soy de asomarme. Estoy acá en San Vicente todo el tiempo, con Felisa y los librejos. De vez en cuando tengo la dicha de escribir. Cae el Gabo por épocas (ahora viene resucitando), y yo me escapo, los findes, a lo del Ger o a lo de Guido. Los lunes cruzo la ciudad: me voy al Cerro a terapia, y aprovecho el viaje para pasar por la Médiathèque para sacar cosas que me duran una, dos semanitas.
Quiero decir: no voy a presentaciones, espectáculos, etc.: a la discreta parafernalia cultural de entrecasa que nos propone esta por otra parte indiferente ciudad. Prefiero irme a Propiedad Privada a tomar una cerveza y sentir ahí cerca el Paseo Sobremonte. Charlar, callar, ver pasar las piernas más hermosas del mundo (salute, Tim), volver en silencio, prometiéndome un mate. Ahora el jueves y el viernes, es verdad, participo en el encuentro "Qué importa la poesía" ahí en el Cabildo, pero es algo totalmente excepcional. Huraño y eremita, maduro las cosas en la soledad, batallo contra los enemigos internos. ("Yo sólo busco la paz interior", decía un pongamos que conserje, en La peste, y Rieux --¿se llamaba así?-- asentía.)
Sé por qué cuento estas cosas. En todo caso, ésta es una de mis voces. La de mostrarme un poco, sin querer necesariamente hacer literatura, sin presentar un personaje demasiado notable. Al contrario: veo que me estoy describiendo como alguien más bien anodino. Más allá de que me encante el rescate que Bardamu viene haciendo de Beckett, no quiero ni soñar en jugar a ser un personaje de novela. Sólo es un preguntarme un poco las cosas, un bucear un poquito, un divagar, también. Un fumar un pucho más, un tomar mate, un escuchar Tutu, y escribir.
(Lo que sí: escribir. Lo que sí: poder escribir. Pienso, apenas escribo esas frases, que volverá el silencio, un poco vacío, no necesariamente angustiante, probablemente más hondo que el que muestran esta y muchas otras entradas de Anotaciones-... Y me quedo pensando en la ascesis, una vez más. En no hablar de más. En ser otro, de última, ideal, elevado, quizá sublime. Uno es uno, lo que significa muchos, y no siempre tenemos el tino necesario para ser mejores. Pero algo hicimos.)
Felicitaciones por el libro, Tam! No digo más, aunque da para mucho, porque no tengo yo tampoco la regla en la mano. Pero es lindo, sí, mirar a veces por atrás de la cortina. Y fijate que cuando se corre un poquito, uno se despoja de sus impostaciones y queda, no digo desnudo, pero sí chupando mate en una cocina oscura toda revestida de azulejos celestes.
ResponderBorrarSaludos!
¿Tomar mates dónde? Misteriosa imagen, che. Veremos cómo te hago llegar el libro, oja. Estamos hablando de acá a dos meses al menos, sólo para que esté hecho físicamente. Gran abrazo.
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