6 de diciembre de 2007

Sin corregir

El chico me viene a las cinco, esto es, en hora y media. El chico tiene que creer que nuestros verbos tienen que ver con el "tú" y con el "vosotros". El chico tiene que relacionarse con insoportables leyendas patriotiles donde se habla del campo, de los animales, de gente exagerada que al llorar origina un río, cuando en otra materia, geografía, le hablan del ciclo del agua. El chico tiene 12 ó 13 años, y lo preparo para que dé su coloquio de Lengua el lunes que viene, una deuda que le quedó con el fastidioso, al fin y al cabo, Primer Año.

Leo su carpeta. No puedo creer que se le dicten cosas que tienen un tono tan horrible, y que crean que él las podrá estudiar con deleite. Ya fue Horacio con su "dulce et utile". No he ido a la casa del chico, así que no vi si tienen la posible biblioteca al lado de la alacena de dulces estacionados, esa nueva interpretación de lo horaciano que hacía un gallego al filo del '900.

Me leyó (les leyó) un par de novelitas infantiles, de detectives. Borges se copaba con el inglés de los libros de su padre, probablemente desde edad muy temprana. Hoy se intenta ser progresista diciéndoles a los párvulos que una historieta también es narrativa, pero la cosa se concentra en mitos y leyendas.

Y disfruté tanto cuando, hablando de mitos (cosmogonía, origen de los dioses, nacimiento del hombre, héroes), el chico de pronto me pregunta: "¿usted es católico?". ¡Qué intensidad! El chico estaba en su etapa escéptica, y pronto comenzarían a darse las lentas, morosas definiciones, y quizá el chico se dijera: "estoy rodeado de conformistas, de apagados, de incoherentes"; y sufriera por sus profundos, claves pensamientos metafísicos. Y me maravillé de mi propio paso por el tiempo, y de haber quemado etapas, y de haber dicho: "esto no es blanco; esto es violeta; y punto".

Fuera del peso de la pregunta fundamental, veía al chico debatirse frente al diablo, pequeño Cristo en el desierto.

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