¿De cuándo esta quietud? Esta tranquilidad, serenidad, sosiego. Escucho Philip Glass y pienso en lo que fue haber estado en pareja. Y en que ese ayuntamiento no pudo remontar la última pelea: cero palabras, gesto inane. Me meso suavemente el pelo, acabo el pucho. Allá afuera alguien barría, y luego alguien salió del complejito, el mío. Y yo que me desperté a las cuatro de la tarde de ayer me siento ahora pacificado, suave, en plena seriedad creativa.
Releí, hace un rato, Aventuras sigilosas. No me cuadró, como hubiera dicho la Pau. Hay algo en Lezama Lima que, hoy por hoy, me genera cierto fastidio. Ese ritmo tan poco rítmico, tan ir eslabonando, enlazando elementos, concatenando acciones. El vocabulario sí que me gustó; más, maticemos, que el de Enemigo rumor. El de este último es demasiado dulzón, demasiado "poético", aguachirle. El del primero es mucho más variado, más interesante. Pero esas frases inconclusas, el no usar, tan terminantemente, verbos tan de repente...
Me huelo las manos. Estaba aprentando, no muy fuerte, una en otra, codos apoyados al borde de la mesa, y posé en ellas los labios, la nariz; y aspiré. Gestos que repetimos hasta el infinito, hasta la muerte, porque nos movemos de memoria; y nuestra anatomía, tan poco cambiante. Música y poemas que repasamos, queriendo saber qué otro lugar ocupan en nuestras vidas. Y alguien barre, y alguien parte para el laburo, y Philip Glass ahonda un piano.
Me acomodo la espalda. Las últimas semanas la vaga como que se resiente de mi sólo leer, de mi sólo -cada tanto; cuando hay una frase- escribir. Me llevó dos días leer la Ñ: chatarra cultural prácticamente, preferí tomar cerveza, charlar con el Kelly de sus ventas, boxearlo al Sergito, visitar a Piedra Limada, oírle los discos. Dos días como dos soplidos: así de breves. Pero tuve mis buenas cinco horas de lectura, y escuché a Rivero, y me levanto a escribir, porque no me duermo. Chela Buela me mira desde la foto; me fascinan sus manos, sus dedos flacos, viejos, sarmentosos. Me sigo acomodando la espalda, aunque ya no cruja mucho que digamos: cuerpo flotante, cadáver natural, de pronto sueño: "dame tu 'djinn'".
En fin, fumo. Me pregunto por qué hay tan pocas historias que sienta que tenga que contar. Contar, por otro lado, esta quietud bien que permite serla, prolongarla. Cero angustia: suena el reloj, al fondo. Pongo más Glass, busco un cierre para este texto, me meso una vez más el pelo. Queda buscar vocabulario de Bauchau, comenzar la traducción. Goteo de melaza (Dune), sé que el agotamiento podría abrir caminos; pero corregiré la entrada -no mucho: hasta que, leyendo todo de un tirón, no cambie nada-, me acostaré en la pieza, comenzará el pensamiento. Y nada de dormir, lo sé, lo sé, y tanto.
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Micrófono abierto a las voces del alma de turno.