Como que para escribir hay que sentirse un poco triste. O vacío. Leo unos pocos poemas de Nicotra en la Fénix nº 12, luego de mis buenas horas de rebuscar en la biblioteca cosa potable, y me golpea su gélida belleza, seca, exactísima. Y no puedo seguir leyendo, y me vengo acá, a anotar algo. "Palidez, luto de rostro", escribí hace muchos años -era la primera euforia- para referirme, quizá, a tal estado.
Ronca Tal Gabu. Una moto acelera en la cuesta. Corre el reloj, lento, su goteo. Estos días estoy leyendo El Quijote de a pedacitos, y me río mucho, y me sorprende la vitalidad, vivacidad de su prosa: los diálogos, las acciones. También ando con una biografía, Marcel Duchamp, pero su lectura me coarta la escritura: el desgraciado conoce todos mis trucos; como que me ve venir de memoria. Vuelvo a leer poesía, me doy a la búsqueda infinita, al éxtasis por la palabra, y me topo, belleza, con el vacío. Y, como si ahora tuviera que rechazar lo de los otros, necesito hacer lo mío, decirlo, volver a forjarlo, a lograr la justeza, precisión que quiero para mis cositas; lo de lo bien dicho, bah. Y me vengo a escribir.
(Me acuerdo de Fulgi -ya de no ser, acaso-, y me pregunto por qué carajo tiene que saltar el rayo, el que desgarra, entre los que se atraen demasiado. Revés del magnetismo verbal, queda la fórmula, el tono, del otro: "como diría Fulgi", me encuentro diciendo a veces. La odio, la amo: Marcial rige como loco. Abismo súbito, partición de un mundo, que tan artificio dialogado fue, en dos mitades, y aquí yo con mi reino, y su presencia en el espejo.)
Me meso el peinadito. Me estoy dejando crecer el pelo. Me cansé del "afeitate, y vienen". Seré un hirsuto, un "guaso alpargatudo", al decir de Cognigni. Ando a vueltas, como quien diría, con el asunto de empezar a traducir algo, escucho muchas músicas, diversas, placenteras, y, en fin, vivo como si todo el tiempo del mundo me perteneciera. Admito, sin más: "sí, Kirchner se cagó muriendo", y asisto al efecto que dicho deceso ha causado en el País. Le pongo una cuerda nueva a la guitarra y canto Juan Panadero, desafinando sentidamente, y me relamo por anticipado con los criollitos con Tholem de cuando amanezca.
El tiempo es fácil, la gente sufre y se hace pelota, y yo, que no soy gente sino un mero cero a la izquierda que sólo espera el momento de darse a la escritura (¡una vez más, una vez más!), vuelvo al vacío inicial y pienso en el asunto de la estasis bloomiana y en por qué soy de ponerme tan a gusto con la vida, con este tonto estar, los últimos tiempos. Un amigo se pone serio con lo del fusilado, pero, cuando yo le cuento lo de un agusanado, convierte rápida y fácilmente su asco y horror en chiste cínico, risotada brutal. La calle se desmorona de contranoticias, se levanta como puede y sigue andando. Pero de qué no podremos reír todavía, tiraba Nietzsche. El intelectual formado (¡cuadros, cuadros!) pronunciará "Auschwitz", y con eso creerá haberlo dicho todo, sabios cordobeses. Pero Tal Gabu ronca despacito, y yo necesito cerrar este texto, cosa que aún no se da.
Contranoticia: el no tópico: eso que no cuenta, eso que rescatamos de entre los intersticios de lo cotidiano, eso que se comparte entre pocos y habita en lo íntimo, en lo que se desmenuza a puertas cerradas, simple terrón de vida. Me encanta decir: "no tengo tele" cuando alguien me pregunta si vi el último 678, o si vi el último Capusotto, o si vi el último porondanga. Tal Gabu duerme bajo la colcha que me tejió Venenito: ronquidos suaves, espaciados, tiene en su sillita de luz un vaso de agua, el reloj, un cenicero, Freud, el documento, un 2, un encendedor. Los Parisiennes ya se los choreé. ¿Qué hay, aparte de eso, ahora, en el mundo, sino una habitación nocturna, un marcar de reloj, alguien que escribe, alguien que duerme? ¿Qué mayor placer que el de poner pura cara de acontecido y escuchar, haciéndose el sorprendido, las noticias de los teleadictos, y darse contra burradas y valoraciones como garrotazos?
Contranoticia: un agusanado. Un guaso muy de la calle, muy hecho bosta, que se ligó un coscorrón verdaderamente fulero en la cabeza, y las moscas hicieron lo suyo. Un guaso que, si por él era, no iba a hacerse ver, y lo tuvieron que llevar a la fuerza al Misericordia. Y lo dejaron ahí, cosa de que no se la agarrasen con el que lo llevó: paquete hospitalario. Así, millones de contranoticias. Qué mierda me importa Cristina, la verdad. Qué mierda me importa someterme una hora todos los días a la tele, sólo para "saber" noticias.
Y vuelve la indignación, cosa contra la que en vano, al menos hoy, me advierte Nietzsche. Y mira tú por dónde, Nicotra me saca esto del pecho. Pedazo de vomitito.
PS: Alejandro Nicotra todavía no está wikipediado.
Es curioso que cada vez que leo este blog siento como si pudiera respirar el aire que puebla las habitaciones de tu casa, o sentir la penumbra entre los dedos o, ¡aún más! asfixiarme de melancolía. Convertís tu cotidianeidad en un espacio mágico, en un paisaje literario y, aún sin conocer tus noches, es como si cualquiera que se diera a la lectura de tus palabras pudiera sentir que te ha visto escribir, leer de a ratos el Quijote, escuchar música varias o saborear el quesito Tholem...
ResponderBorrarSaludos!
Es bastante salvífico estar logrando algo de lo que decís al menos con un lector (con una lectora; ¡y qué lectora!). Gracias. Acá ahora hago anotaciones, pero si leés más abajo, verás que intenté hacer otras cosas también, siempre en prosa. Estaría bueno pensar estas anotaciones como acuarelas: se trabaja rápido sobre una sensación pasajera, un rescate de un mínimo momento...
ResponderBorrarTambién tengo el blog de poemas, Caro, no sé si lo viste: http://lalecciodepiano.blogspot.com/ Hasta hace poco me pensaba exclusivamente como poeta, y estas prosas medio como que las menoscababa. Pero alguna gente (Lav entre ellos) han dicho disfrutar más de las prosas que de los versos, cosa que me deja pensando.
Bueno, señorita, voy a ver si usted publicó algo nuevo. Gran beso desde Córdoba.
hola, Tamari!
ResponderBorrarLo del manco pegó, porque parece escrito a caballo este texto, uno de madera, tipo mecedor, por Sancho, claro, aculturizado en cordobedismo, si tal cosa existe, en todo caso le quedó bien; mirá: si algo de su fuelle te tocó, el poeta que contás debe ser buenísimo, de la bondad buena, vomitiva espectral, porque si algo hay aquí de allí, y contribuyó a esta página, ¡arriba!
encantador, eso.
saludos!
Alejandro Nicotra es un gran poeta cordobés, e. r., una garantía de belleza. Cualquier cosa googlealo y pispeá un poquito. Pero lo mío, nada que ver con lo que leí de él ese día (esa noche, creo). Cervantes, en cambio, es la larga risa de todos estos años, por jugar con lo que se dice.
ResponderBorrarAbrazo cordobés,
Tamarit.-