2 de septiembre de 2011

Las horas regladas


"Destrucción y melancolía." (Alberto Moravia, El conformista.) 

Fumo. Escucho el segundo de los dos cedés de Lieder und  Kantaten im Exil, de Hans Eisler. El mate, lavado; una coca de litro y cuarto destrozada ahí en el suelo; y no limpio el enchastre (no es un experimento a lo Duchamp tampoco).

Los últimos dos o tres días han sido de concentración, de profundización silenciosa en algo sin mayor significado. Leve tristeza que no quiere reconocerse como tal; leves seriedad, pasividad, callar. No aburrimiento, sino como la experiencia de algo que comienza, de algo que termina, de algo, al parecer, distinto a lo anterior. Un como pocas ganas de escribir en los blogs, un escuchar mucha música, un anotar mucho cosas confusas y pálidas en el Diario. Cosas que, en el fondo, no dicen nada: porque no tienen nada ya: en su interior. 

Leo la Anthologie... de La Pléiade, releo Más allá del bien y del mal, termino "I Samuel" de ese libro, La Biblia, leo la Antología temática de Girri según Pezzoni. Leo, dejo de leer: y las horas se suceden como módulos que van cayendo sin más en un pasado o pozo ciego; y el mate las regula y marca, metódico. Duermo de a ratos, como sin mucho hambre que digamos, fumo con total regularidad. Voy de cuerpo, meo, me baño cada dos o tres días. Y no salgo de casa, y desconozco el sol y el aire límpido. Taciturno, indiferente.

Sí: no hay nada que decir. Me meso el pelo con cierta suavidad, pienso en cortármelo a la 3, veo la sombra de mi cabeza en la pared, acá a la izquierda. Es necesario matar la imaginación: la dañina, la que me juega en contra. No completar tendenciosamente la figura, no completarla en absoluto, dejar abierto el sentido, no leer de más: a los otros, a todo aquel con quien hable, a quien recuerde, y menos a todos aquellos (y son muchos) a los que enfrento 'in effigie'. Así, el monstruo mental, lo noto, baja la guardia, se aquieta, agota menos: y trato de dejarlo atrás, de diluirlo. Quizás, también, llegue a escribir cada vez menos: cada vez menos efusiva,  menos dolidamente. ('Percé', musito: como una mariposa a la que ya cazaron, y es exhibida en un rincón de la sala; y el que nos la muestra no hace mucho alarde del asunto por lo demás.)

Pienso en el Gabo. Pienso en su caer en depresión, en su aislarse, encerrarse, por períodos. -- Qué tremenda variedad de gente que hay, aquí en el mundo, digo. Y hay tantos grupos, afinidades... Con el Gabo nos entendemos, y mucho (pienso), pero para afuera esa amistad será algo totalmente anodino, quizá también despreciable, y hasta ominoso. Y así con cada grupo, cada afinidad. Y todos amontonados, amuchados --por caso, en Córdoba--: anexados, dispuestos y repartidos en "casas", habitáculos varios. 

Fumo. Apago el cigarrillo. Carraspeo. Piedra Limada terminó la biblioteca. Queda traerla. Le llevó algo así como un año hacerla. Dónde la pondré; qué nuevas mariposas contendrá. Futuro igual y liso, futuro de libros. Y no pienso en detenerme, y muy probablemente pase desapercibido para el resto, digo, el mundo, y espero que me importe cada vez menos el mostrarme débil, desaconsejable, fútil. La vida se ha lavado y yo no tengo la culpa.

2 comentarios:

  1. Pablo:

    amigo, su vida es eso: suya... esto dicho no obsta comentarle (con el mero interés de enterarle) apenas: sepa que algunos [al igual que la sombra proyectada de su melena] compartimos estos sus momentos con placer... gratificados...

    "unque" usted no me vea/mire paso casi a diario.

    dejo abrazo y me voy sin hacer bochinche, gambeteamdo al aspaviento.

    se vemo.-

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  2. Agradecidísimo yo, amigo Ignoto. No ver gente, no -cmo decimos con la Sil- "departir gratamente" cada tanto, mata. Nos vemos.

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Micrófono abierto a las voces del alma de turno.