19 de septiembre de 2007

La música de la RFI suena demasiado distinta de la que habitualmente pasan en Córdoba; no puedo menos que prestarle atención. Aunque más no sea porque pasan mucha música en francés, y, en lo que voy de escucharla, dos o tres en inglés -pero no las conocidas-. Siempre tuvo mala fama el rock francés. Será que estamos demasiado habituados a lo que nos propalan.

El cýber hoy está calmo. Le vendo un cigarrillo al que atiende -se lo quise regalar, se opuso, no insistí-. A mi lado un gordo juega al básquet; el juego tiene figuras de basquebolistas atléticos, altos, pelados, negros. Al otro lado un chiquito de anteojos y pelo que se le para juega a otra cosa, que no veo. La siesta en Coronel Olmedo triunfa con su desidia, su pasar el tiempo, su falta de mate -acá-.

Canta ahora un tipo que probablemente sea africano, y tiene mucha onda. El suelo del cýber está algo sucio. Pasan cada tanto autos y motos. Recién vi una que era un engendro con cruza de bici. En el volante llevaba el tanquecito de nafta. Los chicos estaban reunidos alrededor suyo, y un chico teñido con un poco de rubio la aceleraba clavando el freno, haciendo patinar la rueda trasera.

No se conecta Mara. Hace varios días que no chateo con ella, y extraño un poco su tono desenfadado y cortante de sus 20 añitos intelectualosos. Anda de tía. Se va a divertir en grande.

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