20 de abril de 2008

tarea para Laviga: poner un 10


[INTRO: sol, solsib fa; -sol, solsib, fa...]
Discriminaba cada efigie a consultar, y parapetado en tan pobre decisión, que convirtió, deseo, toda ruptura en árbol –salitas o la enzima–; el ripio, por su parte, permaneció medio que contrito, como que acontecido, casi que en espera de una manzana oracular. Andamios.
¿Cómo es que desenfundó –recuerdo prácticamente válido– así, al toque? Rapto, lazo tácito de la comadreja, su piedra fue su ruedo, su collar un repiqueteo tenaz –jabatos y la sal: ésos, los ósculos–, y premeditación de soluciones, y olmos de un adiós en el que consternarse, subsidiario.
Porque, después de mi signo/caída, compuso, demente, un ángel. Ángel de todo cumpleaños roto, y tirachinas e impaciencia en que decirse; ese motivo frutal: su fauna o Terra Nostra. Y después, claro, la comadreja, y una guarida rica en yacimientos: saliva que oxitracios bien rechazan: porque la destetaron: o como clavijero o como dentadura, y el tiempo habrá de poseer nomás.
Quizá –pero ningún quizá es boya–, como una diadema impúber, "mi huero bocado" corcoveó –cada pieza de su sello, una sombra o cassette que el dije conmemora–, y era, bien que sabiéndolo al mucho rato, sólo sopor de últimas chanchadas, hiel ínsita en yacijas que desentorchadas crujen, quedó eliminada Argentina, y partió. Melaza estacionaria: para poder prever.
Así, pues, es la Pizarra para Acopiadores de Antaños, y eso que cobija zíngaras/gatos: ritmo y estorbo, y los arenales de una prognosis ancha, persignada. Como que mendigar oxida; y como que mi oxidado se me encabritó de nuevo: vigía y aguacero.

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