Salgo a fumar. Leo cuidadosamente las instrucciones de lo que se debe hacer en caso de incendio. El calor es sofocante. La superficie de la estación de servicio no reverbera todavía, pero falta poco. De pronto pienso en esas películas en las que un auto llega a una estación en pleno desierto de Arizona, a la siesta: todos sudados, todos malhumorados. Apago el cigarrillo con desdén y vuelvo a la 4.
Un chiquito juega a los tiros en la 3. No tendrá cuatro años. Toma una Mirinda y cliquea matando. Más allá, en la 1, un empleado de Oca, apoyado el mentón en una mano pensativa, navega absorto. La 2 no funciona. Está sin andar de hace días, sin ser reparada.
Calor, entonces. Nikita volvió anoche a casa. La habían encontrado los vecinos, y la tenían en la pieza. Llegué a casa, a eso de las tres, tres y media de la mañana, y la oí maullar. Me puse a llamarla, y fue entonces cuando los vecinos me la devolvieron. Se había escapado la otra noche, y no tengo idea de por dónde habrá andado. Debo haber dejado una silla cerca de una ventana abierta, y se fue a curiosear.
Nikita es mi nueva gata. Debe tener tres meses, y se la pasa hinchando las pelotas. Anoche, mientras dormía, se la agarró contra mi único cactus. Desparramó toda la tierrita, jugó con la maceta, con los cactus. No ordenó nada después.
Piedra Limada enfermó. El sábado tuvo comilona con parientes. Ayer amaneció con un tremendo dolor, como un ataque al hígado. Con mi vieja sospechamos que es la vesícula. Anoche lo estuve cuidando. Llegué al galpón, lo encontré echado en la cama, vestido. No toleró quitarse las zapatillas. Cuestión de orgullo (como preferir morirse vestido, listo para el cajón.) Era un anciano dolorido. Se entredormía y en sueños se quejaba de a ratos, lastimeramente. Dormía boca arriba, roncando levemente. ¿Irá al médico? Hace más de un año que tiene un dolor en una de sus rodillas, dolor que por momentos es intolerable, y no va al médico.
Aparte. El nenito que está acá al lado le comunica a los gritos al padre que jugará a un juego que a este último no le gusta. Seamos mayores de edad para asesinar.
Brillante su texto, Pablito. Me gusta mucho el ritmo y lo límpido de las imágenes (cuestiones que muchas veces vi como oscurecidas en textos suyos). Me gustaría ver un texto suyo de estas características, pero más largo. A lo mejor lo puede ir construyendo así, al voleo, de a poco, con paciencia y saliva (el elefante se cogió a la hormiga). Un abrazo y prometo volver a entrar a tamarit, me gustó el primer viaje...
ResponderBorrar¿Germania? Si es usted, acabo de publicar otro textito de ésos, límpidos y asequibles para el hijo de todo vecino, como a usted le agradan.
ResponderBorrarLe mando un gran abrazo, y sigo tomando mi coquita.