Llovió. Mediodía en San Vicente, preparo unos mates. Suena una alarma de juguete, la cortan al toque. Ya está estando la pava: eruto un poquito del gas rico de una Paso de Los Toros pomelo, me preparo para preparar el mate.
Llovió. Canta lejos un gorrión, y las gatas comen ahora su alimentito balanceado de hoy. Las gatas: Nikita recién estaba jugando con el señalador de no sé qué libro, y la Felisa callaría, ceñuda y descreída. Gatas que tienen amplias libertades, las dejo ser, las dejo buscar. Pongo Angel Song, disco perfecto, y escucho a mis mascotas mascar. Pasa despaciosamente un auto por la calle, y luego otro.
El jueves escuché a una amiga y su quinteto de cuerdas, junto con un pianista. Hacía rato que no escuchaba música así, de cámara y a la vez nueva, y los ojos se me humedecían por la emoción (hacía rato que...). No había mucha gente, pero el público se mostró cálido, cariñoso. La Remidola, se llamaba el conjunto, y el pianista, Gerardo Di Giusto. Qué música excelente que hay por ahí, perdida; y seguimos propalando bazofias.
Releo, ya tercera vez, el Quijote. Estoy con eso de hace semanas ya, y leo, a veces un capítulo, a veces, 40 pp. Estas semanas ando poco lector, muy escucha discos, bien vagoneta. Lo mejor es la cerveza bien helada, y sentir pasar el tiempo, cadente, cadencioso. Hablábamos con una profe de francés, anoche, y entre cerveza y cerveza me contaba del incayuyo y de la indolencia sabia de los comechingones. Estar echado, sentir pasar el tiempo, no pensar: mi teoría de la duración tiene que ver con cosas muy sencillas, lentas de conseguir, de lograr paladear.
Leí hace poco en Neorrabioso unas palabras de Borges. Dice algo que otros han dicho ya: no complicarse con arcaísmos, con vocablos desusados. Esa cuestión me ha quedado picando varios días, sobre todo porque en muchos poemas pongo cualquiera, con tal de que suene bien. Como si todo fuera el sonido, en los poemas ágrafos, y la rigurosidad y equilibrio en la construcción sintáctica. Como querer alcanzar otra escritura.
Tiempo que pasa, tiempo que disfruto. Me escribe Gastón, desde el otro lado del Atlántico, en un cordobés lindo por lo básico. La trompeta de Kenny Wheeler rumia los acordes de "Kind Folk", Dave Holland hace un buen walk, irregular, y la guitarra de Bill Frisell es tan agradable, con el timbre que ha elegido, que siento que el mediodía se completa. Fumo, claro; me rasco. Pasa otro auto sobre el asfalto mojado. Leeré.
Si me pidiesen una síntesis de tu entrada escribiría, sin ambages, "una soporífera serenidad".
ResponderBorrarSaludos, Pablo (iba a escribir Pablito y entonces recordé...)
Parece que invito a ser llamado Pablito, cosa que no deja de reventarme; como que tengo cara u onda de.
ResponderBorrarPachorra, echadez: términos que me agradan.
Beso, señorita.