7 de diciembre de 2011

El Envarado y La Mejoradora De Mates (nº 3)


"porque sí porque sí porque zas!" (Jorge Guillén; pero no tal cual.) 

Ahora está durmiendo. En unos quince minutos serán las ocho. Como ella duerme, tecleo despacito, suavemente, sin golpetear. Estoy en su departamento y dormí unas dos o tres horas, y después, tipo seis y media, desperté y decidí no seguir durmiendo. Y bajé a comprar puchos, cuidando de no hacer ruido al  abrir la puerta, al volver, al ratito, a entrar. Y me cebé unos mates y estuve "trabajando" un rato en el Google Reader; y noté, mirando hacia más allá de la ventana de este quinto piso y por cómo empezaban a pasar cada vez más seguido los autos, cómo el Centro largaba con una nueva jornada. Y fui feliz. 

Salimos, anoche -serían ya ¿las dos?- y nos fuimos caminando "velocidad crucero" a la La Alameda, a cualquier parte. La Peatonal estaba hermosa y, cuando lo vi a Tatú, me dije para mi coleto: "no sólo para mí pasó el tiempo". Y en un momento le dije (a ella, no a Tatú) algo así como que qué visión debía tener ese tipo acerca de la vida, la verdad; porque contemplaba cada noche, porque miró todas las noches desde hace años, desde la barra, llenarse, florecer, irse vaciando las mesas de ese ¿bolichón?, charlotear la gente joven, romperse cuerdas de guitarras cada tanto, pasar, como en Le bal, la vida. Cada tanto, le decía (a ella, no a Tatú), habrá sacado alguna pequeña conclusión, habrá elaborado alguna pequeña verdad sobre las cosas y el mundo: sobre la realidad.

Ella había comprado elefantes. Costosos elefantes que la adornaban y de que gustará  volverse a poner: feliz -me juego a decir- ella también. Estaba más que hermosa, y cuando supe que se había puesto guapa para mí, cuando lo supe -digo: no porque me lo dijera explícitamente, sino porque me di cuenta, porque caí en la cuenta-, bueno, nada, cómo explicarlo: ya no me importaron más los básicamente diez años de soledad, de ascesis, de sacrificio, de odio, de hondísimos hastíos y melancolías fuleras, de tantas otras cosas; digo: fue como un borrarse sin más de tantas cosas, así, realmente porque sí: porque alguien, en este mundo, me quería. Y fue un soplo la vida, un soplo que me rozó la frente y la limpió de pesar. Algo así. 

En fin: que cambie la escritura. Vencida la ilusión, queda el estilo, diría mi analista. No sé qué pasará, con respecto a tantas cosas. No sé en el fondo nada a ciencia cierta. Lo que sí sé es que he "crecido": como una marioneta que venía padeciendo mal por la vergüenza quizá pueril y que un buen día le salió moverse diferente: con un poquitín más de gracia al menos. Si de eso se trata "crecer", está copado. 

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