Sí, bueno, son las doce: ¿por qué no andar en calzones por la casa? Si tengo cerrados los postigos, si el mate está agradable y, más que acompañar, refresca... Si aparte hace calor, sí, pero del suave, y las 40 Obras Fundamentales de los Divididos, sonando con toda su potencia, baña mi pielcita no sudada, joven, y yo tengo la nítida sensación un poquitín arisca de que esta música no me está enervando, no ahora al menos... Así, andar en calzones por la casa -y no es que ande, sino que estoy sentado en una de las sillas verde quintil, desvencijada y crujidora, frente a la compu- no está ni mal ni bien sino que es una especie de básico dato agradable del modo de conducirme, hoy, por mi ranchito.
Sí: me prendo un cigarrillo. Sí: la primera seca me asquea un poquito. Sí: dedo pulgar izquierdo, piel resentida de tanto gatillar el encendedor, leve dolor de piel agredida mal por el tabaco, la brasa, el cáncer posible. ¿Pero es que acepto el horror "descolado mueble viejo" a enfermarme de cáncer? Temerlo, verlo venir, sufrir cada vez que prendo un pucho... Alimentar con términos propios la profilaxis biologicista de odiar la muerte, esa Ilustrada...
Me acomodo la espalda. Por estos días leo la vieja Literal en edición facsimilar, y la verdad que es como un imán, algo de que no puedo levantar la vista: fascinación. Se destaca, en la nº 2, la nota de Oscar Del Barco; pero lo hace como el texto que difiere de un cabo al otro con el resto de los escritos de ese número. ¿Es que es más bien "literario"? Los otros hacen medio que otra cosa. Del Barco pone en juego una materia lingüístico-literaria mucho más rica, más variada, más refinada. Tiene su fuerza, pero tampoco le creemos tanto. No tan cross a la mandíbula como el resto. Releer.
Fumo, tomo mate. Suena Divididos bien al palo. Estoy en calzones y soy seriamente feliz, de algún modo. Criollitos (creo que eran chipacas) envejecen en una bolsita de plástico transparente, acá al lado del teclado. Compré dos Camel, anoche, porque pintó; en la estación no había Gitanes, y no quería llevar de nuevo Philip. La que atendía era pongamos que boliviana, petisita, y andaba como que sin muchas ganas de trabajar. Qué cosa, la estación: ahí es el único lugar en el que me asomo a los diarios (La Voz..., La mañana...). Los consumo de un saque, automático y desinteresado, como quien cumple con una ¿obligación?, ¿prolijidad? Como ver tele cuando hay un televisor encendido en donde estamos...
Ganas de que mi amorcito se conecte. Escribir para hacer tiempo. Disfrutar de hacerlo, también. Ganas de comer con ella, de matear con ella, de charlotear riendo con ella. Ganas de. Ganas.
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Micrófono abierto a las voces del alma de turno.