11 de diciembre de 2007

Monedita con Mickey

Los auriculares, sobre la mesa de mi máquina en el cýber. La música ambiental (A la porra. Y gangrena.) , que va de un pop noventoso a un techno idiota, saltos de un .mp3 a otro, indiscriminadamente y siempre con el pobre mal gusto del chico del local. Y los otros chicos, los pibes, deportivos porque van (y no) a jugar tennis a las canchas de acá cerca y se escapan (y sí) a conectarse con cualquier enchufe hembra que les permita internet.

Apunto, así, una situación ya manida en este sitio y pienso qué jugo pueda sacarle. El jugo, claro, pasará por cómo continúe este texto. ¿Condiciones de producción? Quito la idea de pseudoteorizar aquí, porque no me da el cuero ni siquiera para eso, y siento la brisa mecánica que del ventilador de pared me llega, para relajarme.

El ventilador gira lentamente. La brisa artificial acaricia, parcial, mi oreja y sien izquierda, llega, de repente es un plano pleno, se detiene ahí un rato para después girar, otra vez, a lo imperceptible, y vuelve a pasar. Marca Gatti, marca cuya casa de distribución he visto, hace muchos años ya, esperando el 74, entre besos y papas calientes, en una esquina de Córdoba, cerca de la medianoche, gente esperando, impasible, el fin de la jornada laboral, que no acaba ni siquiera cuando se toma el colectivo, sino que tiene que esperar, para cumplirse, el después de la cena, el después del lavar los platos, el breve y periódico después.

Ignoro el destino ulterior de esa esquina. Me acostumbro a este "límpido" reducto. Sé que la siesta, acá, no es aburrida, sé que al menos el ventilador sigue en pie, y sé que el tiempo pasa. Me pregunto cómo será el otoño en este barrio.

3 comentarios:

Micrófono abierto a las voces del alma de turno.