11 de septiembre de 2008

Hebenon

Soñé con la loba romana en forma de ayudante alumna que aumentaba, nariz mediante, a nuestro bebé. "¡Qué asco!", decía otra. Puedo seguir estudiando.

Tomo unos mates de lagrimear de recién amanecido, me acuerdo de mi gata gris, que todavía está en el techo, y pienso que sólo el hambre la obligará a bajar; pienso también que entonces comerá con su parsimonia característica, que beberá sin tregua, y que saldrá de nuevo a darle a los muchachos. Así, hasta la extenuación, que nunca alcanza, la muy guacha. Eso es la vida según ella, según Tobi, según la mayoría de nosotros. Tumbas selladas.

"Forma toootal sin sentido de sí". Me siento juvenilmente tranquilo. Miro las cortinas/mantel, las veo acariciar el aire. El aire, que está fresco. Pulóver verde de las agujas de mi madre, me cruzo de piernas. Haré algo Güiraldes: miro las llaves, al pasar. Luego agrego: caíanseme con cierta regularidad, hasta que logré quebrar una de ellas. Y esa broncínea superficie, ese color que la bañaba, entonces vi cuán apariencia era, cuánto fachada, qué pedacín de chota promesa. Y eso pasó hace días.

Así, llaves, bueno, pero que abran. Manojo yerto, te aludía: sólo para mi prosa. Difícil, esta vida de apreciar, empecinado mal, lo particular/fantasma. Fumo gustoso, dolor muy leve en la garganta, las pastillas algo la transforman, me muerdo el labio en gozo de lo que suena, "mientras yo te busco te busco", músicas que el alma ritman y conducen. (El alma es cosa mía, no persona: ahora lo veo.)

Con respecto a la noción de unidad: no estoy en ésa, ahora. De última sale, pero ¿para qué quererla respetar? Me rasco la médula espinal y las mamarias, peluche la entrepierna, sé que mi pelo es corto, siento que alguien se higieniza allá atrás. ¿Julio Requena, en un rato? No. Quizá acabar con Leopardi. Tomitos de la incandescencia o vermes, por más que aburridamente lo sepamos.

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Meandro, digo, Escamandro, mitones, sarpullido feroz, pizza sin patas. Cojo mi liendre, exulto, zalemas como la vencida, rasco la pauta contra los innúmeros, convoco visos o su regodeo, estipulo miserias, carpetas como la cresta coadyuvante, pasillos adocenados, dije, empanadáceas que mascás como si fueran fieltros, sol o la carencia de aroma a limpio en aires, patitas las inmóviles en la costa que no chueca es, lactancias esa endovenosa, y no está mal, sueño ronquidos o de la regoldancia en puerros, motivos escalonados y la fajina, sol o cancelas que no puedo desmerecer, febril, ni siquiera de a ratos.

Bailo gironamente redundante en el Areópago, bailo con los rasguños preconcebidos, bailo contra la piel o jirones a fingir, jirones a flagelar, jirones manumitidos yá. Pelotas pican como gigantescos arrecifes -muy de película-, mareos a dos manos y ningún número agotado, guasito que guedejas esculpía en andas del que ya dije, somnífero presionable que resumimos por indiferente, grito pelái el cofre, sonrisas y devastaciones como moneda o fuente de Gloria en inodoro, y corre el agua, y su valor no puede diseminarse, imaginario todo.

Colapso, pues, para cualquier mancillable, mazapán de quien escande Patroclos -"caballos lloran"-, sol o la distancia del tedio a pie, guasito que mucho hinchaba con el "salid a los caminos", qué feo que se desgañitaba con su mal "vosotros", sordito él, bailo sentado la neoCumparsita, ungüento y los dogmáticos. Por andamiaje, el lino; de cada pared, ojotas abandonadas (ése es el final, che).

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