El amor, el ojo del hacha, y el interés. El egoísmo, por eso de que el psicoanálisis mal entendido manda que hay que tirárselas de singular total, destruye amores. Amor va con altruismo; al menos así lo veo yo. Luego de esta descarga, todo puede comenzar a ser dicho.
Frío. Tengo prendido un calefactorcito eléctrico acá nomás, a escasos 30 cm del cuerpo. Hay puchos. Cecilia duerme en el sommier y yo escucho Vía Límite. Luego de la famosa disputa por la colcha, me levanté sin más, a terminar de escuchar el programa, con un dolor de espaldas importante. Queda la pieza de las visitas, queda relajarse. Lagarto duerme sobre una toalla azul, sucia ya. Felisa no sé por dónde anda, pero ya cagó. Prendo un Viceroy y exhalo suave: suena un como que viento en el programa que escucho, y Lagarto respira, durmiendo.
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Leí Tomás Ibáñez, leí sobre energía según San Clarín ("educarás al Soberano: enciclopédicamente"), fui anotando gastos: minuciosamente. Pasó mi vieja. Trajo una viandita. Al mediodía preparamos con la Ceci un fabuloso guisazo tremendón gigante bien, con verdurita cortadita chicongui que habíamos preparado de otra vuelta, fideos tirabuzón, tomate triturado y no sé qué otra magia le habrá puesto la Ceci. Yo había despejado la mesa, y mal que mal la volvía a disponer para el almuerzo, mantel de hule incluido. Nos sentamos, faltó pan, fui a comprar y volví, y comimos opíparamente. Quedó un montón: en olla de aluminio vieja heredada, quedó para el picoteo.
Pajereamos. La Ceci partió para el Turco, y yo me quedé en la veterinaria. Pobre Lagarto: hizo sociales, se ligó la primera dosis de la quíntuple recién a los tres meses de iniciada la travesía, amén de media pastilla de antiparasitarios, compré 6 velitas 6 onda lavanda en lo de la Sole, amén de un poco de papel higiénico "del suavecito" ("no rasparás, no rasparás") en El Tigre, y me volví pa' La Babía. Volvió la Ceci, bellísima hermosa bien, y al rato cayó el Gabo. Mate y parla, nosotros, mientras la Ceci usufructuaba Magnolia, para luego irse a dormir, mientras, nosotros de nuevo, profiteábamos una Báltica y una picadita ($4,50 los 100 gr). Partió Tal Gabu, me quedé leyendo.
Y comí de la olla, sin calentar, y hubo cansancio. Y me fui al sommier, y hubo tirón de colcha: Cecilia no quería compartir, y no hubo ni pelos en la lengua. Así que me vine a escribir: sin Curitas Mandamases, sin Semblanteos Contracaripeleros, sin "Claro chorea aussi", y menos Paraguay. Fin de jornada patapúfete calmadete feo.
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