10 de septiembre de 2008

Posturas diversas para soltar la pluma

Volteó la depresión, redoma esparto quieto, lazo contra el otrora, dijes: agonizar cuarteando lumbres. La cosa, tantas veces exagerada, deriva en arcadas o malabares clic de muchos, olvido y pelandrunes que se malician o relamen el cuarzo cuarto quieto de sin sábana, de sin aire, de con ropa apelmazada, mugrienta, bollo, aljibe interesado, vajillas que olvidaba tras la entrepierna bíblica, consejos de la Fito con todos esos sexos estereotipados, ya, de niños, lodo para crisálidas o de la yacija meable, es más. Pieza sin portafoco -perdón, Laviga, estoy tomándolo-, cuerpo que es como los entretejidos reproches de cualquier eslabón tontito, las verjas embaldosadas y abandono (vegetación, pobrerío, cloacas de discurrir manso, plásticos, pañales), la liana es perdición, la sola Córdoba o llano, cinturón verdáceo contra el emperifollado armadillo que chacarerea, baquetas/cultrum/repique, tuerzo la espalda para que me dé más frases, música juega al kurupí, resabio establecido en andas, deambule en bulos de la violencia, la carraspera o colectivo al choque, estás ahora ahí, vamos al pie.

No tan honesto, cruce de entimemas, medís y no sabés, severa regla de tasar estímulos, pabellón La Mansa, no es eso hablar. Diversas que rodeo, si voy al muere, ¿aceptarías decepción?, por mor de claridad, entonces dije.

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Qué feo despertar: depre, decepcionado, malo. Leí Leopardi, ese heroico descabalable, aunque muy al rato logré darme cuenta de que sus versitos -su traducción, encima- tenían algo más que sonidos. Comí un buen estofado, y me embolé con mi depre: sencilla, muy vencible, aunque no tan inocua: me lleva a la deriva, una vez más.

Y cómo no amar la deriva: me da la posibilidad de escribir. De darme el tiempo de decir. Por más que la sequía, por más que ojos secos. Hundido en el colchón, respiré, retomé el libro y, vencido y más pálido que arrabal, me fui a terapia. Y por una vez mi analista no me sedujo, no me derrotó en claridad de haberes, y me fui, con más ganas aun de encerrarme.

Tomo mates, Laviga. Escucho rock en castellano, esa baraja trabajosa de las horas de bar. Esa notabilidad. Una mujer me dicta: "la soledad es una realidad". Ácidos al reproche. Un saber tan obvio, querer verlo hondo. Prendo un pucho, escucho el '63 de la Fito, preparo el tan demorado, y lo será todavía, carnaval y delicia entre mis cosas, intento darme al hunde.

Grato sería. Pero hay cierta propiedad en los gestos, olvidada.

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La Fito es agasajo. Palabras pobres. El olvido, sólo deseado. Lo de la Pizarnik: te estrellarás contra la rosa, que vencerá tu mirada. Poder de lo inmarcesible, tan odiado: y ése es el fantasma, che -y ahora te hablo a vos-. Lustros intentando aniquilar recuerdos. Oxímoron del rostro: flash encendido, dulce vela, peñasco de la aljaba puede. Y así, gozoso, soy este lenguaje: mi habitáculo. Y el recupere es quiebre. Hablando mansedumbres de dolido, sabrás. Y que se cierre el blog: carpa en nosotros. Y que es mentira todo: la edad dorada, de repetirla, es grotesca, y mi maldito esteticismo es querer. Sola una lumbre, para un rincón. Muy penoso, muy deleznable. Amo mi lenguaje.

Nido de víboras que colman una tumba, sebo de cenizas, Laviga. Umbanda el estallido, soledad el zumbar de la pecé, todos tenemos ritos. A Christian le decía del color inusual del azulejo, cuando la euforia, sumada la fosforescencia. Sajarse a lo loco: ése, el espectáculo aplaudido. Se ven cosas horribles. Cárceles horribles. Gruñidos horribles, fieros. Eso es, y nada más, la soledad: y me desmadro. Prendo otro pucho, delimito el cáncer, pienso en el silencio que ahora suena. Y pienso que no es nada, esto es, que es un silencio de teclear. Humor neutro.

2 comentarios:

  1. Como si domar el relazo volara quieto al otrora, el cuarto dije agoniza. La casa nos mucha a la deriva en el malabar del esquecer y el cuarzo que se relame de quieto, de mugriento, de abandono a la crisálida entrepierna.
    Con los cables al aire lo mejor es un té para que yo te disculpe (el perdón no me cabe, mi fingido) y te entreteja las chapas como eslabones y demás commodities.
    Y te canto.
    - ¿Podés no aceptar la decepción, pastelito? (y permitime la carraspera por ser mano y dueña de todas las chacareras).
    - Si, porque repito (y te cebás otro y te obligo al mazo).
    Y antes de la revancha te aviso que activé la recarga al igual que el perímetro de todas las propiedades para que no avance la rosa con su flash encendido y su carnaval mistongo.
    Te agasajo con otra cosa sobre los recuerdos: solo se los vence de a números pares y sosteniendo la permanencia (la parte finita de la soga no es para nosotros aunque vivamos anudados a repetirnos por los rincones).
    Penoso, si. Podés amarlo, si. Pero, demasiado pobre ¿te alcanza?
    Otro. De ceniza (sobre gustos y ritos…)
    Sigo, alcalina, y pienso que no es mucho dos cigarrillos para alguien que no fuma sino en público.
    La escritura catalítica me neutra. Prendámosle otra vela a la liana, Tam, y a los santos teclados para que no haya desmadre.
    Cariños

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  2. La escriturancia. Té, pero con limón (amo mis gripes). Eso sí: de local, en Córdoba. Ofrezco alojamiento, no pasajes; si es imperioso, el de vuelta, y alfajores.

    Respetuosos saludos.

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Micrófono abierto a las voces del alma de turno.