27 de julio de 2007

Dardos sobre una diana, en la pared. Un volante, para jugar a las carreras. Más allá, una mesa de ping-pong. El equipo de música, apagado. La televisión, que pasa un capítulo de los Simpsons. Estoy en casa de mi prima y su pareja. Ella trabaja para una materia de arquitectura; él se fue a trabajar. Vine a por una bufanda -hermosa-, y estoy haciendo tiempo para otro compromiso. El viaje me insumió alrededor de una hora y media, quizá dos: Córdoba crece, crece siempre. En extensión, quizá, aunque no para bien de sus habitantes.

Va a ser la una y media. Me agarra un hipo, supongo de todo lo que me atoré comiendo anoche. Una pizza, un par de empanadas, carne, criollitos luego, acostado en la cama. Estuve escuchando bastante música, quizá tres discos, y me dormí alrededor de las cuatro. A las ocho ya estaba en pie, habiendo pesadillado. Una comida cargada, etcétera. Me copé con Hot Lips Page, anoche, le escuché cosas que no le había sentido antes. Confesemos que no lo escucho muy seguido. Varios discos de una revista italiana de jazz, con especiales de distintos músicos en cada número.

Para continuar "agotando" dicha colección, me dí hace un rato con Gil Cuppini, y un poema se dio, en el que imitaba el tono de Ray Bradbury dando consejos para soltar la pluma. Humor interno, mates, y unos Gitanes que ya acabé. Es extraño escribir por la mañana. Cuando uno escribe un poema, generalmente da el día por terminado: por eso conviene escribir de noche. Después no se podrá hacer nada más; el día, repito, está acabado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Micrófono abierto a las voces del alma de turno.