12 de julio de 2007

El día, nublado, me alienta a sumergirme en los libros. Llevo una hora navegando, maileando, leyendo y escribiendo frente a la telaraña de lo todo, pero calculo que hoy seré sabio y suavizaré mi vino, como decía Horacio, y no pospondré mis anhelos para una tardía satisfacción. Abandonar la deriva monstruosa de la red, no prenderse a su chaleco tintineante por horas, será saludable.

Así que, como decía Gelman, aunque para otra cosa, "Basta. Por hoy / el saco cuelgo..."; y me pondré a leer las sesudas disquisiciones, o los frívolos desplantes, de lo impreso en papel, porque así era antes (no sólo para el mundo: para mí).

Ya sé, ya sé: me desmadraré, me hartaré, querré ver el correo, de paso consultaré Bloglines, me ocuparé de leer prolijamente "lo nuevo": la actualización, la apostilla, lo último que se sume a La Gran Cadena, pero... Un mínimo de esfuerzo, y cacho un libro.

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