10 de julio de 2007

Me da, no pereza, sino cierta indecisión sobre qué escribir ahora. Probablemente, no encuentre el lector nada interesante en esta entrada. Es decir, sólo la paciencia de redactarla.

La otra semana salió apenas un poema y, sobre el fin de semana, en un mismo día, otros dos. Nada que ver con mi "ritmo de producción" de hace diez años. Una chica me preguntó hace poco sobre si estaba pensando en publicar otro libro. ¿Cuál, si lo que escribo es todo desordenado, sin criterio común, algo que pruebo por acá, por allá, sin unidad de estilo? Tal vez lo que esté "escribiendo" sea este mismo blog, únicamente este blog, con la angustia del "no sale nada".

Leo el siempre notable Martínez Estrada; quiero decir, su poesía. Tiene razón Borges al recomendarlo, y también al decir que ha sido olvidado. No termina mi oído de adaptarse a sus innovaciones en el terreno del eneasílabo, verso poco practicado. Más allá de eso, es un viejo quejoso, indómito.

Me acuerdo de un poema de Nicotra. En él, un tipo habla sobre los poetas: asombrado al principio, desencantado después, para terminar viéndolos tan humanos. Debemos ser bichos raros, muy raros, a los ojos de quienes no han sentido el gustito de los versos. No por sino de.

En fin, me adentro en el francés de Idéogrammes en Chine, de Michaux. Laboriosa labor con diccionarios, y el asombro por lo que cuenta, el modo en que lo cuenta y, por supuesto, ganas de aprender chino, de leerlo, de no perderme.

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