21 de junio de 2007

Se escucha un rock -o una de sus variedades, que son infinitas y que no conozco- en inglés, con un cantante de voz aguda. Debe ser famoso, pero no sé quién es. Llega el sonido de atrás, como ya una vez escribí, y es una pequeña bola sonora: saturada.
Dos chicas a mi izquierda consultan algo en una sola máquina. A mi derecha, hay un hombre mayor, haciendo lo propio. Pero no somos tantos: de las chicas me separan dos sillas vacías; del hombre, tres. Es la terminal, lugar muy de paso, a no ser que haya otro motivo para visitarla.
Como hace muchos años ya, cuando venía con mi novia, y leíamos a Balzac para Introducción a la Literatura, y lo leíamos en voz alta, turnándonos, soñando hacer toda la carrera juntos, totalmente a la par.
Leía hace un rato poemas de un heterónimo de Pessoa, y me daba una linda melancolía. Miraba cada tanto los colectivos que llegaban, o los que se iban, y esperaba. Pero falta un poco todavía como para tomar mi interurbano. Y Pessoa se merece que le convite unos mates, y leérselos a Fito -el perro de mi hermana-.
Perrito negro, inteligente y tranquilo, que me acompaña cuando camino por el parque, muy de vez en cuando, cuando me digo que voy a hacer ejercicio todos los días.
El tiempo pasa, pero no tan rápidamente. Ganas de abrazar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Micrófono abierto a las voces del alma de turno.