27 de enero de 2009

Más que moroso, relajado

Llueve. Y nuevamente. Por fin refresca, en Córdoba. Descompuesto mal que anduve -diarrea furibunda, dolor de panza-, creo que por el tremendo calorísimo de hace un par de días, escucho un disco sencillote, cruzado yo de piernas, ventilador que quedó prendido; y la gata, en la silla buena, soñando, que no conmigo.

Terminé de leer El viaje del elefante, terminé de releer En un vasto dominio. Semana, la anterior, en que sólo dormí, pesada bolsa de papas cuyas coyunturas, exhaustas, se dolían de mi mero permanecer depositado sobre el jergón, semana en que tomaba un libro y se me cerraban los ojos, y me depositaba. Semana de nada hacer, después de andar campamenteando (sic!) el otro finde, río de toscas, San Antonio. Tomo mi mate obligado, escucho ahora a Bizet con dos que se reprochan típicos despechos amorosos, siento la lluvia y algún que otro auto pasando sobre el asfalto que más se moja, morosamente ella, me vuelvo a cruzar de piernas, para el otro lado ahora.

Me tengo prometido Genette para dentro de un rato: para cuando termine de escribir -corregir, quizás- esto. ¡Qué manera más cansadora de darle vueltas a la perfección buscada de decir cómo es la cosa! Y sé que con esta clase de libros -fotocopias: mi caso- la cosa no es hojearlos, marchanta destemplada, sino desmenuzarlos, rumiarlos, para luego despreciarlos, hablar irónicamente de ellos y hacer chistes fáciles, complicidad de entendidos.

En todo caso Séneca: Los siete libros de la sabiduría, que algo avancé, yá. Por fin leeré De la brevedad de la vida, el cual, si mal no recuerdo, Quevedo amaba; mejor dicho: expoliaba profusamente. ¿Quevedo, Petrarca, quién? Séneca se le pasa ordenándole la vida a los amigotes en frases más que romanas -digo: la traducción-, y se luce para la posteridad cuatro o cinco veces por página. En un momento habla de los que adornan sus paredes con libros, y el "desastre" es que en esa época no había imprenta: lujo, derroche.

Y ahora, qué. Salir a comprar un buen yogur, tomar las obligadas pastillas del estar bien, del ir andando normal, y recordar el sueño de anoche. Ni pienso que se desgaje la vida.

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