29 de febrero de 2008

Calma

Escucho interpretaciones de Pau Casals. He comenzado un buen mate, y algunos cigarrillos todavía me quedan. Antes, estuve leyendo un poco más (un par de capítulos) de El espejo enterrado. Tuve este libro hace mucho, pero me lo perdieron. Mientras leía, recordaba esa otra época en que podía, de un solo saque, retener datos mil y pensar las ideas y frases que el libro de marras comentara. Ahora mis ojos resbalan por los textos, y éstos se han convertido en algo evanescente, sonoro, fugitivo.

Voy terminando el cigarrillo actual. Leía hace un tiempo un libro de historietas de mi cuñado, y una de las tiras ilustraba "el loop del cigarrito". La última semana he fumado más de 40 por día, a veces acercándome a las tres etiquetas diarias. Principalmente de CJ: ya todas las marcas me saben igual, por lo que me dedico al ahorro, y le doy.

La gran narradora, en la cocina, teje, después de hacer bombas de crema. La cosa ha estado un poco movida, en la casa, los últimos dos o tres días, y ahora reina una gran calma, y no se presagia nada malo. Siento el aroma de la casa: rancio, corporal, y sucio y húmedo. Y me siento cómodo, a gusto, más bien libre. Innumerables cocciones y grasas y tufos se han ido acumulando y sedimentado a lo largo de los años, aquí. Es un hogar con todas las letras: tradicionalistas, de gente sencilla.

Comienza un concierto, en el compact, en los auriculares. Retomo el mate y lo saboreo, y pienso en prender otro pucho. Emoción de la música, decisa.

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Micrófono abierto a las voces del alma de turno.