29 de febrero de 2008

La música y la siesta

Jason Moran. Estoy tomando unos buenos amargos y navego, después de estar recostado, en mi pieza, leyendo. Mi holgazanería es bíblica, es digna de ser cobijada por algún mito, simpático, propio. Leo un blog llamado Catedral de hormigas, y me gustan esas pequeñas reflexiones en torno al uso de los silencios en música, entradas de estos días.

Me acuerdo de la respiración: un pequeño gesto corporal que se hace, por ejemplo, en violín para "atacar", para comenzar una nueva frase. Es verdaderamente una respiración, una aspiración; y el torso se mueve, y empuñamos mejor el instrumento, y elevamos el arco, para así retomar mejor. Muchas veces las notas que siguen dependen de ese pequeño ataque; como un impulso.

Me acuerdo de Ensayo de orquesta, y de cada instrumentista hablando de su instrumento, hablando de su relación hasta íntima con el instrumento. El gordito del oboe, por caso, siendo el oboe tan espiritual. Tan ese sonido, ese timbre, únicos. La orquesta como una sociedad turbulenta, como bien muestra esa película. Y el metrónomo, futurista.

Jason Moran. Pasa un auto, allá, en la calle, y luego otro. Pero pasan cada tanto, espaciados, y el final de esta siesta tiene como un dejo de tranquilidad acordada. Buen barrio para dormir, para leer, y para jugar al chess.

1 comentario:

  1. Lo más cerca que he estado de un instrumento de cuerdas frotadas ha sido un contrabajo. Un instrumento imponente. La diferencia entre el legato y el staccato es tan brutal en esos instrumentos, mucho más que en los de cuerda pulsada... El ataque como una forma de respiración, con una dimensión innegablemente física, sí. Un saludo y gracias.

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Micrófono abierto a las voces del alma de turno.