10 de febrero de 2008

Me vine del cýber, al mediodía, bajo una breve lluvia torrencial; ahora está despejado, y son las ocho. La lluvia comenzó a poco de salir del cýber, y duró hasta poco después de llegar a casa. No elegí caminar bajo la lluvia. Aparte, de remera y pantalón corto, sentía esas gruesas gotas frías, y me daba el viento, y algún que otro chucho. Generalmente, cuando pienso en "gotas gruesas" (frase que me gusta; como "baldosas transpiradas" -las rojas, claro-), las tengo relacionadas con días de excesivo calor, con el rotundo verano cordobés, sobre todo el presente; desde hoy comenzará a comenzar el otoño.

Niños, niños y más niños en el cýber. Me incluyo: tomo una "pepsi-cola" de medio litro (20 ctvs. más barata que la coca), y tengo en la mesa de la compu los poemas de Pizarnik según Lumen. Allí aparecen los escritos póstumos, y recuerdo ahora un largo fragmento en prosa, muy delirado, de, pongámosle, una estadía en cualquier loquero. Estaba hecha bosta, la mina; ahí, por lo menos. Sabía ser delicada, pero, si uno ve cómo encajaba sus poemas en alguna que otra obra de teatro, parece que los entonaba sin piedad.

Eso: uno al leer los breves poemas de Pizarnik imagina muchas veces una infinita piedad (¿será el "pobrecita de mí", será otra cosa?), pero ella misma tiende a tratar despectivamente esos "escrititos" cuando los encaja en alguna obra de teatro. Todo, según lo que recuerdo de viejas lecturas, de un viejo amor.

Por contraste, el ABC de Descanso de caminantes es un escritor de oficio. Sabe perdonarse, y durar. Tiendo a pensar que la duración es la cuestión central de la existencia.

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