23 de febrero de 2008

Es desesperante no poder terminar de aceptar el inglés. Como idioma. Hay algo que me dice: "No" cuando quiero estudiarlo. Lo percibo como un farfulleo incomprensible y enfático. Me agota.
Tengo un par de amigos del país del norte. Los dos son muy piolas, y con uno de ellos, que vive aquí, me pongo cada tanto a querer aprenderlo. Encima, es profesor (nativo, sí), que habla un excelente castellano con muchos toques de cordobés, en lo cual lo admiro. Pero no hay caso: termino desistiendo, abandonándolo, renunciando a su comprensión.
Con alemán no tuve ningún problema, en el colegio y después en el Goethe, y aunque ya olvidé totalmente el vocabulario, veo cualquier texto en ese idioma y sé cómo está ordenado gramaticalmente. Con el inglés también -ya son varios los idiomas, digo, parafraseando el Cuchi-, pero ¡ese sonido, ese farfulleo, ese acentuarlo enfáticamente todo!
Recibí una propuesta de publicidad para alguno de mis blogs -o para todos ellos-, pero me amilano. Primero, porque no entiendo a qué apunta, y segundo, por eso mismo: por el inglés.
El inglés, el inglés. La inglesa es la mejor literatura, según Borges (mirá que dictaminarte algo), pero, para mí, sólo es un montón de libros traducidos que dejo de leer en el original porque, justamente, hay que leerlos así.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Micrófono abierto a las voces del alma de turno.