21 de junio de 2008

Còrdoba està que pela, pero al vesre.

Es que hace frío. Es que Felisa está en mi falda, pero no alcanza. Es que el mate ya se lavó, y no tengo ganas de hacer más. ¿Café? ¿Tè? Tarde detenida de un sàbado invernal, busco alguna mùsica que me pueda acompañar, pongo jazz ruso. ¿Habrà buen samovar?

Nada que escribir. Quizà esta noche vaya a escuchar mùsica en vivo. Cuànto hace que no siento nada asì: todo de discos, todo de malas radios, todo malbaratado ya, y repetido. Agarrarìa mi quena -que no es lo mismo que agarrarme la quena: lo sè, lo sè- y me pondrìa a improvisar con pseudo-aroma a dodecafonìa tribal; y Etelvina, la viejita de al lado, no me escucharìa, sorda o tapia.

La trompeta de Vyacheslav Guyvoronsky, tocando un 19 de abril de 1986, me hace pensar en Argentina, ese paìs. Mùsicos "que se pierden", escritores "que nos perdemos", por perifèricos y por torpes, por alejadoos y por ineptos para El Gran Juego. Porque no tenemos mil millones de dòlares como la de Harry Potter; porque a nuestros escritos no los cagan ni las moscas; porque todo es chiquito, reducido, minùsculo; y ridìculo, muy ridìculo. ¿Y què vendrà a decirme ella, la Sociologìa?

Escucho una moto que quiere arrancar, que no logra alejarse. Encara la cuesta, y al final se va; y no la he visto. Saxo con delay, voz delirante -me encanta esa musa-, bata y contrabajo, me imagino un cabaret en Moscù -¡no sè por què!-, todos cagadazos de frìo, y los nenes, haciendo cosas raras. Prendo un Next -no conseguì CJ-, tomo agua caliente que la yerba lavada no puede filtrar, me acuerdo de que me gustarìa leer algo bueno.

(Algo como Plaza Batallòn 40, que releì hace poco y del cual dijimos una o dos frases vanas con alguien. Algo que dè sensaciòn. Algo no-mùsica, pero que tenga mùsica: el "tempo" del que hablaba Nietzsche. Algo hermoso, sublime, sobrecogedor.)

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Micrófono abierto a las voces del alma de turno.