Estoy en el cýber de una estación de servicio de la Shell. Conmigo, una Gatorade sabor a naranja, y el ¡Basta ya! de junio-julio de 2012. Veo a través del vidrio una moto roja (su conductor), cuando llega un taxi a cargar.
Todo, de una dimensión muy muy extraña, con respecto, digo, a escribir en la compu que está La Babía. Escucho la Pobre Johnny mediante los auriculares de mi celu. Me aíslo, de este modo, del ruido ambiente (televisor; gente hablando o callando). Ésta es una técnica que he comenzado a desarrollar de hace muy poco: necesitaba, la noche esa del frío de los mil demonios, salir de casa y a la vez escribir en paz en mi Diario Íntimo. ¿Solución? Pelé mi "neo-walkman", corté con el afuera ("sucede que las orejas no tienen párpados"; pongamos que así dijo Quignard). Y, como la Pobre Johnny es, al fin y al cabo, una pobre rutina de no más de 100 canciones (tiro ésa, por poner un número "tal que"), su propalar me vuelve invisibilidad sensiblerías total.
(Para otro taxi, que se estaciona como para entrar el drugstore de la estación. El dogor en cuestión porta un pulovercito fino de color acorde al amarillo del taxi. Gracias al reflejo del vidrio lo veo comprar algo. Vuelve lenta, pulenta, ejecutivamente al taxi, arranca.)
Entonces, ¿cuál es el tema? Me falla la placa de la red, ponele que es una ethernet. Así que me he quedado en pelotas, en cuanto a la escritura que termino publicando. Escribí algo a mano, en el cuaderno del Diario... que dije, pero no bastó. Probé cambiar el cable de red, por consejo del Gringo del cýber donde suelo hacer las impresiones, pero la cosa no funcó (la cosa, el cable, digo, dolió $7,00). Me tiran de la lista de grulic que revise, entonces, la placa. ¿Resultado? Laburo en la estación de servicio, etc., etc., etc.
Me distraigo del asunto, y escucho la siguiente frase: "12 notas y 300.000 palabras"... ¡Qué gran burrada, Pobre Johnny!
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Micrófono abierto a las voces del alma de turno.