1 de marzo de 2008

Acentos claramente

Lo que se desordena. No meditando, claro, el roce de este día. La desacumulación, mediante duración. A veces nos bañamos por pietismo. Sudor, animal muerto. Y qué suerte que el alce calle: ya estaba basta, ya. Porque su duración es el frontispicio de la lejanía, y no el arroz y siega de la respirancia.

Unas hamburguesas y una torta: la guasita se afanaba, preclara. Eruto, con lo que recuerdo aún más este cuerpo. Demandas de lo obligado: camión de la basura que estropicea la música de la corte de Carlos V, ronroneador. Se detiene, busca, recoge, silba y va. Y ayer, ¿por dónde andaban, que las bolsas jedieron tal y como no jedía la dentadura nueva escrita en La guerra del cerdo? Uso porteño, tilingo: jedor seco el de las bolsas, puestas bajo el sol y bajo nubes, jedor que es un acumular más bien quieto.

Lo que se desacumula no como purificación sino en aburrimiento. Tipeo lerdo lo sabido. Sopor, y truenos súbitos de un aroma; el qué: la casa/neo-hogar. Recuerdo a Lamborghini, Osvaldo, alguna viuda, y la proveedora. El relamido de las concesiones: el mate se ha lavado, y volví a charlar, hará unas seis horas, con testigos. Dos mujeres amaduradas más o menos, se desvivían en un "ayudar" de infierno y retención. Relamidas, ellas, así, y la ducha: les leo el desafuero, porque, más que caducar, anhelan hacia su muerte, presentida.

Y no me indigno. Sintaxis latina grata, Quevedo exorcizaba su última "rosa" por el desvelo de alardear; como que fue un asceta: Heráclito Cristiano, jedió seguido, en mente y cuelgue, y bien desesperó.

Pero qué les diré a esas dos bellavistenses, más bien villavistenses, que no rechacen ni descarten ya. Saben su vida: el orden contractual de cumplir mandato interno -y gracias, Kurupí-, reviso las diademas cancerígenas. Un ejercicio de escriturismo-escarbe, y bien que revisando herencias ya no cadenciosas, y descartando. La prosa, a más.

Fines del monologuema: esfuerzo el aprendiz en trance, y consiguiente ubicuidad del Go. Fluencias de herradura, me acomodo la espalda y sigo oyendo sones ya destemplados; como que de voz propia. Que bueno es escribir.

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