13 de febrero de 2008

¿Por qué no hablar de inspiración?

Si estuviera inspirado, podría, ahora, escribir algo con vida para este pequeño sitio. Recuerdo que, en la carrera de Letras Modernas, hace muchos años, en una clase de Teoría Literaria, cuando la profesora exponía nociones sobre "las condiciones de producción del arte", pregunté dónde quedaba, en esa teoría la inspiración; cómo daban razón de su existencia (puesto que, en esa época, la experimentaba como fenómeno muy palpable). La profesora optó por la ironía: "traés un concepto extraído del romanticismo a pleno siglo XX...". La clase festejó, creo que demasiado obsecuentemente, dicho impiadoso fusilamiento (la vaga estaba adoctrinando para la mentalidad universitaria: lavaba cerebros). Abandoné la carrera, aunque no exactamente a consecuencia de esa pavada.

Hoy creo en la inspiración. Hoy: en este momento. Uno puede "producir" textos, pero, si no está movido por algo, cosas chuecas le salen. Lo digo por experiencia: no me conformo sino con lo que sale de cierto tipo de impulso, de cierta energía en el cuerpo, que se transmite (realmente lo creo) a lo escrito. Me acuerdo de Nietzsche mientras escribía su Zarathustra, y no por lo de "escribir con sangre", sino por lo que contaba del "proceso de producción" de dicho libro en el Ecce Homo. Un frenesí, un rapto: asombroso, de ser verdad. Tomás Abraham me avisó, en Los oficios de Nietzsche o algo así, que el guasito se daba bien, y por qué no, pongamos que con opio, o con láudano. En todo caso, lo que lo ayudara a rapsodiar más ¿sublimemente?

Anoche releía, después de mucho tiempo de haberlas leído, las primeras páginas de Libertad bajo palabra. Octavio Paz habla allí de canto, de poetizar como cantar; esa vieja idea romana (Horacio), o grecorromana (claro: "canta, oh Diosa, la cólera del pelida Aquiles...), se hace presente nuevamente en ese poeta. Y, como la cosa es nombrar nuevamente por primera vez, fundacionalmente (fundando no una ciudad, claro, sino el lenguaje, al renovarse), Octavio Paz va a lo más sencillo: a los elementos, y al descubrimiento de la otra persona, singular y universal a la vez.

En fin: un par de ideas tiradas.

3 comentarios:

  1. se nota la manija que tenías. a mí me pasa de escribir cosas buenísimas y cosas malísimas cuando me siento inspirada, y tb escribir cosas buenísimas y cosas malísimas con mera técnica. a veces hacés algo sin pensarlo, sin siquiera concentrarte, y te sale algo buenísimo.
    en cualquier caso, siempre hay una clase de excentramiento (sea por ejemplo la distracción o la concentración máximas) al momento de crear. si no, tomás mate o mirás tv.

    ResponderBorrar
  2. Pablo, lo creas o no, necesitaba leer una reflexión como ésta. Justo HOY. Y es que hoy estaba pensando en todas las historias que se me ocurren, las escribo en mi cabeza, las cuento, las recuento, las dibujo, las actúo, pero ¿por qué no las escribo? Y por un azar tremendo, leo esta bitácora tuya de hace 7 años. Las casualidades no existen, creo. Ya te cuento, quizá haya encontrado la forma de ponerme a escribir y disfrutarlo. ¡Gracias!

    ResponderBorrar

Micrófono abierto a las voces del alma de turno.