Leve dolor tortícolis incipiente hay que relajarse. Día no tan largo. Tomamos con la Mar una cervecita en la peato de la Ayacucho, después de que yo saliera de la Alianza. Antes, nos arrimamos un ratito a la Plaza de la Intendencia, donde había un recital varias bandas. Tanto hacía que no escuchaba música en vivo. Los bronces (tres saxos y una trompeta) leían sus arreglos de sendos atriles con partituras que el viento tiraba (¿y los broches, queridos? Hasta Fogwill los usa). La minita que cantaba, rubia linda, lo hacía bastante bien. Un poco de gente joven.
Pero no. ¿Sentarse en el cemento del suelo, no tener nada para tomar? La Mar quería quedarse un rato, yo tironeaba hacia cualquier bar. Así que transamos en una cuadra de distancia del recital. La Quilmes estaba más que aceptable. Declinamos las aceitunas a $8,00. ¿Teníamos plata? "Un poco", los dos. Siempre, y sólo: "un poco"...
Agustín me encontró una Antología de la Literatura Quebequesa. Tiene onda de manual de secundario, con mapitas, esquemas, cuestionarios, fotito de cada escritor. Una edición de papel lindísimo, en colores, qué envidia que me da. Compra asegurada: siempre tener Lengua y Literatura cuando tenés 15 ó 16, siempre tener que adquirir un manual, tentarse con el nuevo, con el recién horneadito, recién ordeñadito. Los chicos canadienses, la literatura "nacional": otro pasado, la misma cosa a odiar.
Por otra parte, también saqué un librito de Francis Ponge, prosa irónica, benévola o piadosa (no es esto lo que quiero decir), clara, y algún que otro poema. Lo tengo pensado leer dos o tres veces, en este par de semanas que viene, y no esquivarle al diccionario. Qué mierda que el traductor de Mars attaks (¿se escribía así?) no esté a disposición para abrevar de la literatura universal.
Pero salí a las seis y media de casa, y en realidad tenía clase a las seis. Y ya me estoy tomando un remis trucho en lo de los proveedores de droga del barrio (según murmura el vecindario). ¡E ir por Lima, con la demora que, a esa hora, la cosa implica!: total, le estaba vedado al vago ir por la 27. Y, en el recreo, me voy a fumar un pucho y luego voy al bar, y me hacen lugar las chicas-que-estudian-el-francés. La de al lado, que resulta llamarse Carolina, toma mi Ponge y lo hojea, y luego la Antología. Me entero que estudia gastronomía, y algo dice de que no se puede leer poesía en otro idioma, con lo que seguramente quería significar que no se la puede traducir. ¿Está nerviosa? ¿Se tilda en la vida? Conversamos un rato, mientras tomo de mi coquita, y ya el profe -¿tanto nos demoramos?- nos arrea.
Escucho algo de los IKV de Chaco que ahora propala la Pobre Johnny. Tomo mi mate, ya bastante lavado, fumo un pucho nuevo. Agregué a la lista de blogs de La lección un par de cosas locales, que me llegaron vía mail.
Pensar. Este post no ha alcanzado hondura en ningún momento, y un poco añoro esa búsqueda. Noción propia de fondo aceptable: algo que los lectores no tan necesariamente perciben, y sobre todo cuando el estilo, escribir, es máquina: uno es uno, y los propios textos son, sabés, el mismo.
La temporada idiota, al decir de Éluard. La tortícolis se acentúa: a la derecha.
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