2 de noviembre de 2008

Boceto sin descomposición

Sacrificios para escribir: péndulo del sentido. Algo que elegimos para nosotros, para nuestro ser. Y cuelga la rutina, y vacilamos tras el dolor. Luego fijamos un norte más bien transitorio pero que permite la continuidad. Revolucionados, amamos nuestro verbo.

Más allá de lo cual viene el ángel. La transparencia en el otro. Y casuales y desafortunados, ponemos nuestra piel al hombro. Y yugamos.

Música de la densidad, San Cristóforo muella un desahogo. No demasiado visceral. Íntimos del desconcierto, intensidad en que escanden al desgaire.

(Discos que reviso con el 'serenus', cajas carpinteras que los almacenan, tiempo de caminar los frutos. Felisa me crisó la taza azul que me entregara La Mayor, y me sacó del sueño. Tarea que no es noble ni persistente, anotación que quiere ser direccionada.)

Así, convalescencias sin abismos. Toso mi pucho al muelle, ventana abierta tras las cortinas, y pienso en un hermoso poema de Castillo, sobre Dionisos, que aparte es verdadero.

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