9 de agosto de 2007

Voy a la presentación de un portal de poesía hecho en Córdoba, y me encuentro con la proyección de la presentación en video. La verdad, debe ser más fácil hacerlo así: quien hablaba debió tener la oportunidad de repasar su parlamento, y de volver a grabar si se equivocaba.

También pasaron un pequeño documental sobre Glauce Baldovin, poeta cordobesa ya muerta. Si uno es benévolo, puede decir que pasar ese documental tiene que ver con parte del pasado significativo de la literatura aquí; si es malévolo, acotar que dicha proyección ocupó un poco de tiempo, que quizá a los organizadores no se les ocurría cómo rellenar. En todo caso, no estuvo mal: estaba bien hecho, y aparecían varias caras vinculadas con la poesía en Córdoba, a algunas de las cuales ubicaba.

De todas maneras, y para completar las bondades del video-presentación, cuando hablaron dos poetas, uno de ellos tropezó bastante al hablar; en su honor, señalemos que sacó fuerzas de flaqueza, propuso una imagen posible de la poesía, y se descargó. El público, agradecido y quizás apiadado -bah, yo al menos-, aplaudió. Luego se pasó a la sección vinos y comiditas, y huí a tiempo.

La cuestión es que esta presentación de portal duró demasiado o demasiado poco: cuando salía partía de la terminal mi colectivo, y no tengo otro hasta dentro de dos horas. ¿Qué hago?: ¿me voy a un café a leer el libro de poemas que traje conmigo, o sigo haciendo perder el tiempo del eventual lector, al alargar esto? Quede señalado, arriba, el link.

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